A. Pérez-Maura.- Fue el martes 18 de junio de 2002. El presidente Eduardo Duhalde recibió a un grupo de periodistas españoles en su despacho de la Casa Rosada. Del disparate de aquella conversación quedó testimonio en ABC bajo el título de “El negro de la kermesse”. El diario “La Nación” reprodujo aquel artículo. Baste recordar una cita del presidente Duhalde: “El problema de Argentina es que tenemos el doble de delincuentes que de celdas disponibles”. Aplíquese la máxima ahora como cada cual estime oportuno.

Argentina lleva retrocediendo desde que Perón nacionalizó los ferrocarriles –que estaban bajo gestión británica- el 1 de marzo de 1948. La única variación en ese retroceso se refiere al ritmo al que se produce el atraso. En ocasiones es rápido y en otros momentos es despendolado. En este momento el Gobierno de Cristina Fernández ha tomado una deriva populista que supera –con mucho- a la de Juan Domingo Perón. A golpe de prédica nacionalista ha vuelto a chocar con el Reino Unido por las islas Malvinas y ahora lanza al país contra España. Con habilidad ha movido a varios gobernadores a actuar contra Repsol de forma que desde enero la cotización de la acción de la petrolera ha caído de 41,14 dólares la acción a 21,71. Y bajando. Si ahora ejecuta la expropiación el valor teórico de la compañía es sustancialmente inferior. Aunque tampoco creo que eso importara mucho a la viuda de Kirchner.

En aquella visita a Argentina de 2002 tuvimos ocasión de mantener también una larga conversación con el político más sensato del panorama nacional, Ricardo López Murphy –cuya carrera política, como cabe esperar en ese país, no ha llegado a ninguna parte. Eran los meses que siguieron al invierno del caos en el que el país tuvo cinco presidentes en trece días. Desde la dimisión de Fernando de la Rúa el 21 de diciembre de 2001 a la asunción de Eduardo Duhalde el 2 de diciembre de 2002, se sucedieron Federico Román Puerta –dos días- Adolfo Rodríguez Saa –siete días- y Eduardo Camaño –dos días. Recordaba López Murphy con indignación y su marcado acento argentino, que en sus siete días de mandato Rodríguez Saa tuvo tiempo para proclamar el “default” de la República Argentina “¡y el Congreso lo aclamó!”. Inverosímil. ¿Qué puede esperarse de un país que aclama a un presidente que proclama con orgullo la quiebra de la nación?

Pues ése es el mismo país al que Cristina Fernández espera seducir ahora expropiando Repsol. Harían bien en escuchar las declaraciones del secretario de Estado español para la Unión Europea, Íñigo Méndez de Vigo cuando declaraba esta mañana a Carlos Herrera que en el mundo actual, quien rompe así las reglas de juego “se convierte en un apestado”. Ese nacionalismo tiene un recorrido muy corto.