Javier Monjas/ND.- El pasado 27 de diciembre, una mujer del estado estadounidense de Georgia fue abatida por la policía después de que se enfrentara a los agentes blandiendo un cuchillo y un arma de fuego. La señora había remitido en junio sendos paquetes a dos destacados senadores republicanos a los que consideraba “antimusulmanes”. Los envíos contenían manitas de cerdo (crudas, sin salsa ni nada) y una nota en la que, cordialmente, invitaba a los destinatarios a “besar su negro culo musulmán” (ND). No sólo el culo, sino el resto de las partes de la señora eran también negras. Y musulmanas. Musulmanas conversas. Junto con las manitas de cerdo y las cariñosas invitaciones a darse besos en lugares alternativos, la señora envió un mono de peluche. Porque, según dice el Corán en al menos tres versículos, Alá ya convirtió -y más que convertirá- a los rebeldes a su causa en “monos repugnantes”.

Además de las fraternales referencias a las transformaciones en cerdos, en efecto, el Corán alude en al menos tres versículos a la ira de Alá contra los infieles desatada mediante la alteración de las humanas figuras en las de “monos” (2, 65; 5, 60) o, de forma más precisa, en “monos repugnantes” (7, 166). En el Medio Oriente o en la intimidad de determinados sermones de determinadas mezquitas occidentales es relativamente común que se aluda a los infieles como “monos”. Múltiples imanes y predicadores en general del mundo árabe también se refieren a los judíos de forma sistemática como “monos”.

Muerte al imán evolucionado

De donde se colige que no es el hombre el que procede del mono, sino el mono repugnante el que procede de hombres no menos repugnantes. Que, obviamente, merecen morir. ¿Quién va aceptar en esas condiciones a Darwin como compañero de viaje por mucho que uno pretenda ser biólogo o médico? Con independencia de que ni el Antiguo Testamento ni mucho menos el Nuevo mencionen siquiera la posibilidad de que un pecador o pecadora puedan ser convertidos en cerdos, cerdas, monos o monas -repugnantes o no-, tanto el Corán como la Biblia comparten la idea de que Alá en el primer caso y Dios en el segundo crearon a los hombres en un solo acto de voluntad.

A mediados de la Edad Media, cientos de años antes de que Darwin evolucionara desde su madre, los pensadores occidentales cristianos ya habían resuelto el enfrentamiento entre Razón y Fe. Pero entre los musulmanes, el asunto tiene una dificilísima digestión. Más bien, la cosa se está convirtiendo en una indigestión. O en un corte de digestión, como el que le debió dar a Usama Hasan, imán de la mezquita del barrio londinense de Leyton, quien osó insinuar que, quizás, el darwinismo y el islam pudieran ser compatibles. El torrente de amenazas de muerte que recibió de entre sus ardientes hermanos le debió producir algo más que ardor de estómago.

Cientos de miles, quizás millones de estadounidenses cristianos también rechazan de plano la Teoría de la Evolución e interpretan la aparición de hombres, mujeres, monos y monas según el sentido literal que el Génesis ofrece desde su propio comienzo, donde Dios hace aparecer a los hombres a partir de su voluntad, a las mujeres mediante el temprano expolio del costillar de los anteriores, y los monos y monas por su propio lado, como parte de las criaturas también generadas en aquella memorable semana. A diferencia del Corán, el Dios judío y cristiano vio que todo aquello era bueno y ni se menciona que ninguno de aquellos seres fuera “repugnante” para Él. De hecho, ni siquiera lo eran las serpientes. Si acaso, un poco retorcidas.

Biología Evolutiva sin Evolución

Sin embargo, en el Reino Unido no son masas más o menos populares las que entienden al pie de la letra los mensajes coránicos -como sucede con los bíblicos en la América profunda cristiana-, sino los propios estudiantes de Biología o Medicina, aquellos hombres y mujeres que sueñan con ponerse un día al frente de un laboratorio o tras la mesa de una consulta médica para supuestamente sanar a un repugnante mono enfermo con aspecto humano. Cómo se puede estudiar Biología Evolutiva rechazando la Teoría de la Evolución de Darwin es misión sólo reservada a quienes viven permanentemente en la luz.

Profesores de destacadas instituciones universitarias británicas han dado la voz de alarma sobre el “creciente” boicot de los estudiantes de religión islámica a clases donde siquiera se ponga en duda que Alá creó a los hombres. En el mejor de los casos, los estudiantes de las ciencias biológicas o médicas abandonan las aulas cuando se imparten materias relacionadas siquiera de lejos con el Darwinismo, o, en el peor, envían viriles mensajes a los profesores exigiendo que dejen de pronunciar blasfemias en sus exposiciones.

En concreto, han sido docentes del University College London, una de las principales instituciones de enseñanza científica del país, quienes han alertado sobre la “creciente” tendencia de los estudiantes musulmanes a rechazar cualquier atisbo de contenido donde se ponga en duda que Alá creó -hechos y derechos- a los hombres. Es decir, que se muestran refractarios a la práctica integridad de unas disciplinas que, como la Biología, se basan precisamente en la evolución de las especies.

“Creciente problema”

Un antiguo profesor de Oxford, el biólogo evolucionista Richard Dawkins, se preguntaba en el suplemento sobre educación del Times de Londres por qué elegían precisamente estudiar Biología aquellos jóvenes que rechazaban de plano los principios fundacionales de tal materia. Fue el primero que alertó sobre esta yihad contra Darwin en las mismas universidades donde se enseñan sus teorías y todo el corpus científico posterior que las sustentan. También Steve Jones, profesor emérito del University College London, certificaba que el problema “claramente está creciendo” entre la quinta parte de confesión islámica que conforma la totalidad de sus 300 alumnos, a quienes enseña Genética.

Cómo se puede enseñar Genética a alumnos que rechazan la Teoría de la Evolución es un misterio que, quizás, podría responder el turco Harun Yahya (ND), quien ha repartido de forma gratuita millones de ejemplares de sus libros contando las “mentiras” y “falsas pruebas” que los evolucionistas y científicos occidentales en general han “fabricado” para justificar una teoría imposible, básicamente porque choca con lo que dice el Corán.

Pero, por supuesto, no todo es tan monolítico en el islam. Curiosamente, y lejos de los ayatolas y sus benditas grúas, es el chiísmo el que más permeable se muestra a aceptar ‘novedades’ pues, en general, considera al Corán como un libro interpretable, lo que ha dado origen a una muy desarrollada teología que, para millones de musulmanes sunitas no es más que una intolerable herejía mucho más blasfema aun que la de la de los infieles, como se encargan de transmitir, con su inconfundible estilo, las decenas de coches bomba que estallan en los abarrotados mercados de los barrios de mayoría chiíta en Irak.

“Colonialismo darwinista infiel”

El Creacionismo se extiende por los países de la denominada Primavera Árabe, que, exultantes, redoblan sus sentencias de que el Corán sólo puede ser interpretado por verdaderos creyentes, y que cualquier aportación que provenga fuera de ellos -es decir, de infieles- no es más que “arrogancia cultural”. Un espléndido reportaje sobre la no menos creciente extensión de la intolerancia coránica respecto a cualquier atisbo de ciencia ‘colonial’ era publicado hace unos días por The Economist. No menos interesante en este sentido era el casi desesperado artículo lanzado por Nidhal Guessoum, profesor de Física y Astronomía en la American University de Sharjhah, en los Emiratos Árabes Unidos. El científico se preguntaba si “el islam prohíbe incluso estudiar la Teoría de la Evolución”.

Desde hace algunos años, algunos científicos musulmanes están intentando generar una especie de “darwinismo islámico”, cosa no demasiado fácil puesto que, por un lado, deben rechazar el darwinismo “colonial” e “infiel” de los opresores no creyentes, y, por el otro, se ven obligados a meditar más bien escondidos ante el tropel de apasionadas amenazas de muerte que reciben de sus hermanos verdaderos creyentes que los acusan de herejes de toda herejía (ND).

Lejos de estos intentos de crear una ‘ciencia islámica’ que, como el ‘feminismo islámico’ (sic), no le deba a nada a colonialistas y colonialistos infieles, ‘expertos’ y ‘científicos’ de todo pelaje -siempre extraordinariamente divertidos- pululan por centros de enseñanza y hasta por las televisiones de los países árabes y musulmanes proclamando que cualquier avance científico o tecnológico de los occidentales colonialistas ya estaba anunciado en el Corán.

Bayer, el sida y el Corán

Merece la pena recordar en este sentido la histórica y ya clásica disertación del asesor científico de la televisión de Hamás sobre cómo Bayer debía el desarrollo de sus medicamentos contra el sida al ‘hadiz de las alas de mosca’ (ND), hermosa parábola de inspiración sufí destrozada por todos estos verdaderos creyentes de la erudición y la investigación que, incansables, luchan contra las arteras maniobras de los infieles por colarles su ciencia colonialista, su tramposa evolución que, hablando de monos, sólo a ellos se les debiera aplicar en camino siempre bien marcado por el sagrado Corán.