El sanchismo en caída libre: El final de ciclo está cada vez más cerca (Video comentario del escritor y periodista Joaquín Abad)
El sanchismo no es una anomalía dentro del PSOE: es su degradación final. Bajo el liderazgo de Pedro Sánchez, el Gobierno ha convertido la corrupción en un método, no siempre penal, pero sí política, institucional y moral. No se trata solo de casos concretos, sino de un sistema diseñado para resistir, manipular y perpetuarse en el poder a cualquier precio.
Nunca antes en democracia se había utilizado el aparato del Estado con un descaro tan evidente para proteger a un presidente. Instituciones colonizadas, fiscalías tensionadas, órganos constitucionales repartidos como botín y medios públicos convertidos en altavoces gubernamentales. Todo ello conforma una red de autoprotección que recuerda más a regímenes iliberales que a una democracia europea madura. Cuando el poder deja de tener límites, la corrupción deja de ser una excepción y pasa a ser norma.
La opacidad es otro de los pilares del sanchismo. Contratos de emergencia sin control, fondos europeos gestionados con criterios políticos y una ausencia casi total de rendición de cuentas. Cada escándalo es despachado con arrogancia, victimismo o ataques al mensajero. El Gobierno no explica: desacredita. No aclara: insulta. No asume responsabilidades: se blinda.
Pero quizá la corrupción más profunda no sea económica, sino ética. El sanchismo ha degradado el lenguaje, ha pervertido el debate público y ha normalizado la mentira como herramienta política. Se gobierna a base de propaganda, de relatos fabricados y de una división social permanente. Todo vale si sirve para mantener el relato y conservar el poder. La verdad se convierte en un estorbo y la democracia, en un decorado.
A esto se suma una política de concesiones indignas a socios parlamentarios que chantajean al Estado. Indultos injustificables, leyes hechas a medida y privilegios territoriales negociados en despachos opacos. No hay proyecto común, solo supervivencia política. El interés general ha sido sustituido por el interés personal del presidente y su círculo.
El sanchismo no es un error coyuntural: es una advertencia. Demuestra cómo una democracia puede vaciarse desde dentro sin necesidad de golpes ni rupturas formales. Basta con controlar las instituciones, anestesiar a la opinión pública y despreciar la ética. Frente a esta deriva, el silencio es complicidad y la tibieza, rendición.











