El presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha trazado un plan y ha encomendado unas tareas para la región del Ártico: construir dos nuevos rompehielos nucleares, aumentar el acceso a Internet de alta velocidad y desarrollar la infraestructura turística. Es una consecuencia de su visita de trabajo a la ciudad de Múrmansk el pasado 27 de marzo.

Proa al futuro ártico

Estos encargos del presidente de Rusia están establecidos en un horizonte cercano: deben estar listos para 2030.

Algunos de ellos, son: reconstruir tres aeropuertos en la región y construir uno nuevo en la península de Taimir, la construcción de dos rompehielos nucleares universales para 2026, el desarrollo de zonas turísticas en los territorios árticos y la creación de infraestructura de transporte y otras, y evaluar la creación de organizaciones conjuntas con participación extranjera para el transporte de mercancías.

En cuanto a cuestiones de seguridad, desarrollar las infraestructuras en las zonas de despliegue de militares, facilitar la creación de la estación ártica internacional Snezhinka para 2028 y presentar propuestas para la creación de una constelación de naves espaciales para la vigilancia en las aguas de la Ruta Marítima del Norte.

Asimismo, entre los planes también está estudiar la idea de crear lugares de aterrizaje para drones de carga en las regiones árticas, estudiar la cuestión de la construcción de buques de hielo de bajo tonelaje para el transporte de pasajeros en la región, y aprobar un programa para aumentar el número de viviendas que tienen acceso a Internet de alta velocidad.

El director de la revista La Emboscadura, Josep Alsina, contextualizó todos estos proyectos de Moscú que se concretarán en el medio plazo, respecto a Europa, pese a las sanciones que pesan en su contra, que han demostrado la fortaleza de Rusia y la debilidad del bloque comunitario.

“Yo creo que la diferencia entre Rusia y la Unión Europea, es que Rusia sabe lo que quiere, y sabe cómo conseguirlo, mientras que la Unión Europea ni sabe lo que quiere, o lo que quiere es absolutamente surrealista, y tampoco tiene idea de cómo conseguirlo, entonces, las diferencias son evidentes. No hay más que ver estos proyectos [de Rusia en el Ártico], y lo que se ‘cuece’ aquí en Europa”, concluye Alsina.