Las vicepresidentas María Jesús Montero y Yolanda Díaz, en el Senado.

PC.- El gran debate político se centra en un despropósito: si la vicepresidenta Yolanda Díaz ha sido engañada, si la vicepresidenta Montero no conoce las consecuencias políticas de provocar el cabreo de su compañera de Gobierno, o si la portavoz Alegría ha causado más tensiones de las que ya había con el “eso no es así” que susurró pensando que solo lo escucharía Yolanda pero lo ha oído España entera. Han abierto la caja de los truenos: hay guerra en el seno del Consejo de Ministros.

En este guirigay sobre el salario mínimo que Yolanda Díaz presentaba como un éxito inconmensurable y que no convence a varios de sus colegas de Gobierno, los protagonistas del enredo han hecho un flaco servicio a Pedro Sánchez, que traía bien apuntadas las cifras sobre las bondades de la subida, electoralmente un puntazo, y que se han venido abajo cuando la vicepresidenta de Hacienda abortó la sonrisa triunfante de Yolanda al apuntarle que por supuesto que se iba a aplicar el IRPF al nuevo SMI. Debate indeseable para un Gobierno que esperaba que millones de españoles agradecidos le premiaran con su voto.

La discusión entre el ala socialista que sabe de cuentas y el ala de Sumar que no sabe de cuentas sino de cómo remontar la bajada que sufre desde hace meses, ha hecho saltar las costuras del Gobierno. Porque, paralelamente al debate, salieron a la superficie verdades como puños: hay que sacar dinero de debajo de las piedras, y aplicar el IRPF al SMI es indispensable; como es indispensable recuperar el IVA a la cesta de la compra, y tomar medidas para resolver el problema de la vivienda después de que las medidas tomadas por este mismo Gobierno hayan provocado una crisis mucho más grave que la que auguraban quienes desde el primer momento consideraron equivocadas las que promovían gobierno y ayuntamientos sanchistas.

El debate entre Montero y Yolanda ha puesto el foco en la necesidad de Hacienda de recaudar. Pero este Ejecutivo presume de legislar teniendo permanentemente en cuenta los problemas de los más desfavorecidos, y ya no puede disimular que es absolutamente falso. No hay más que fijarse en el SMI: está muy cerca de alcanzar el salario habitual en una familia de clase media, que ahora solo llega a final de mes si el padre, la madre, o los dos, consiguen un segundo trabajo.

La idílica España que describe Sánchez no existe. Las cifras que según él asombran a la UE pertenecen a una macroeconomía que no afecta al español de la calle: salarios de miseria, falta de trabajo para sus hijos, vivienda imposible … y un afán recaudatorio que lo dejan temblando.

Nos están crujiendo.