La epidemia comenzó en China. En el mes de diciembre aparecían los primeros casos. El origen del foco se encuentra en Wuhan, capital de la provincia de Hubei aunque todavía hoy se desconoce el origen del brote. Numerosas noticias llegaron incluso a asociar la transmisión del coronavirus con animales como el pangolín o el murciélago. Algo que tampoco se ha podido demostrar científicamente. El balance que deja tras de sí el COVID-19 en el “epicentro” de la epidemia es el siguiente: 4.633 fallecidos y 82.880 personas contagiadas.

Poco tiempo después, se detectaron casos en países adyacentes como Corea, Singapur o Japón. Sin embargo, allí supieron gestionar bien el virus y no se notificaron una cantidad ingente de casos.

Luego, el coronavirus explotó en Italia. Un país que tras 70 días de confinamiento comienza poco a poco a volver a la normalidad. A partir del próximo 18 de mayo ya permitirán viajar por todo el país, y se encuentran en la fase 2 del desconfinamiento con muchísima cautela. Además, el Gobierno prevé una nueva ola de contagios para el próximo otoño. Desde Italia, el coronavirus se extendió por toda Europa. Y llegó a España, Francia, Reino Unido y Bélgica, convirtiéndose en los países de la Unión más afectados. Muy preocupante también Estados Unidos, sobre todo Nueva York con más de 19.000 fallecidos “a sus espaldas”. Este país llegó incluso a crear una “fosa común” para enterrar a aquellos fallecidos por coronavirus que no habían sido reclamados.

Ahora el COVID-19 empieza a abrirse paso en otros países tales como Ecuador, Brasil o Turquía.

Por tanto, con datos actualizados desde el inicio de la pandemia, vemos como la incidencia mundial del virus va frenándose poco a poco. Sobre todo en Europa. Estos serían los fallecidos totales por cada millón de habitantes. Encabeza esta lista Bélgica con 688,1 muertos por millón de habitantes y la cierra Ecuador. Nuestro país se encuentra en segunda posición: 536,1 fallecidos.