Mónica Oltra.

Por José L. Román.- Los españoles no conocimos la palabra “escrache”, hasta que los Echenique, Pissarello o Grezzi, lograron entrar en España. Sin oficio ni beneficio y de la mano de la extrema izquierda, todos están cómodamente colocados embolsándose SEIS MIL euros todos los meses (en el peor de los casos), sin necesidad de acreditar un nivel académico, desarrollar una labor en una empresa, ejercer como profesionales de cualquier ramo, o dirigir su propio negocio como autónomos.

Como ya es habitual, y sin haber aportado ningún historial laboral ni haber cotizado jamás a la Seguridad Social española, estos que trajeron el “escrache” pasaron directamente, imitando a los del bipartidismo, a vivir de la política gracias a nuestra gentil democracia. Una democracia que se ha significado por dar de mamar a todo aquel que ha visto un auténtico chollo afiliarse a un partido político, para conseguir lo que no hubiesen logrado jamás en su vida de ninguna otra manera.

Pues bien, si tenemos en cuenta que sus aportaciones quedan circunscritas a los “escraches”, y que esos “escraches” han ido siempre dirigidos a personas con cierta relevancia en la política española pero de signo distinto a quienes los practican, entonces, podemos decir sin lugar a equivocarnos que, la extrema izquierda, de la que forma parte de forma sobresaliente Mónica Oltra, ha sido quien ha capitalizado en exclusiva esos “escraches”, y los ha justificado en todo momento por considerarlos actos puramente democráticos inherentes a la libertad de expresión.

Quienes lanzan su propio veneno con agresividad y virulencia, no lo hacen pensando que cualquier día pueden ser víctimas de él. Lo hacen en momentos de euforia porque el viento sopla a favor, y pensando que, por tener la patente registrada, nadie será capaz de copiar su fórmula magistral. Sin embargo, ignoran que no están exentos del plagio, y mucho menos, de pasar a ser, sin quererlo, víctimas de su propi plan.

Esto es lo que le ha sucedido a Mónica Oltra. Mientras el veneno del escrache lo han esparcido los suyos con total impunidad contra sus adversarios políticos, esos escraches eran acciones democráticas perfectamente coherentes y sensatas, llevadas a cabo por jóvenes demócratas en nombre de la libertad de expresión y de la democracia.

Ahora bien, cuando ese “arsénico” intimidatorio, traído y distribuido por los compañeros de viaje de la señora Oltra, lo plagian y utilizan jóvenes de signo distinto a su ideología, y lo ponen en práctica en el domicilio de la diputada de Compromís, entonces, esos jóvenes ya no son ni demócratas, ni coherentes, ni sensatos; solo son fascistas que quieren acabar con la democracia y con el estado de Derecho; y que han atentado muy gravemente contra la libertad personal de Mónica Oltra y la de su familia. Ahora si que hay que movilizar rápidamente a la Policía para que los identifique, los detenga y ponga a disposición judicial, para que el juez los encierre en una cárcel de máxima seguridad, porque contra los fascistas hay que utilizar todos los instrumentos de la democracia y del estado de Derecho.

Mire usted, hacer uso de la defensa de la democracia, únicamente, para criminalizar a quienes practican escraches cuando éstos son de signo distinto al que uno defiende, no solo es deleznable, sino un acto de cinismo e hipocresía.

Dicho lo cual, quiero también recordaré algo, señora Oltra:

Primero fue Gerard Bellalta, empresario catalán a quien sus amigos de usted, señora Oltra, le montaron escraches con tal grado de violencia y sin que los mozos de escuadra le prestasen protección, que tuvo que abandonar su domicilio en Vilanova i la Geltrú junto a su familia, y trasladarse a otro lugar poco menos que en la clandestinidad, para proteger su integridad física y la de su familia. Pero a usted no le importó, señora Oltra, porque usted no es Gerard Bellalta.

Después fue Rosa Díez, líder de UPyD, a quien sus amigos de usted, señora Oltra, le hicieron un escrache en la Universidad, impidiéndole impartir libremente una conferencia. Pero a usted tampoco le importó, porque Rosa Díez no es de Compromís ni de la CUP.

Un joven Errejón durante el escrache que sufrió Rosa Díez en la Facultad de Ciencias Políticas de la UCM en el año 201 (La Razón)

Otro día fue González Pons, a quien sus amigos de usted, señora Oltra, le hicieron un escrache en el zaguán de su propio domicilio mientras se encontraba con su familia. Pero a usted tampoco le importó, porque usted no es del Partido Popular.

A renglón seguido le tocó el turno a Soraya Saénz de Santamaría, vicepresidenta del gobierno, a quien sus amigos de usted, señora Oltra, le hicieron un escrache en la puerta de su domicilio. Pero siguió sin importarle, porque usted, no es amiga de Rajoy.

Sus amigos de usted, señora Oltra, también le hicieron un escrache en Leganés, a Alicia Rubio, jefa de estudios del IES Arquitecto Peridis. Pero a usted, a pesar de tratarse de una mujer, tampoco le importó.
Los escraches y las pintadas contra doña Rita Barberá (DEP), por parte de sus amigos de usted, señora Oltra, fueron actos de un odio visceral a quien había sido elegida alcaldesa democráticamente en multitud de osaciones. Pero a usted siguió sin importarle, porque para usted y sus partidarios, Rita Barberá era una fascista y reaccionaria de extrema derecha.

Pues bien, con todo esto y mucho más, en la infecta mochila de la extrema izquierda a la que usted pertenece, ¿cree tener autoridad moral para condenar el escrache del que ha sido objeto, solo porque lo han llevado a cabo jóvenes que no defienden sus postulados?

La fachada de la vivienda de Gerard Bellalta aparece cubierta de pintadas amenazantes

Como decía Berthold Brecht…: “Ahora me llevan a mí…Pero ya es tarde”.