El oscuro pozo de la droga (2)
El oscuro pozo de la droga -como consecuencia entre otras cosas de la degradación moral de nuestro pueblo-, es un hecho palpable que ya fue abordado en el artículo anterior. Nos hemos habituado a vivir entre pandemias como la publicidad engañosa o el consumismo, y bajo una de las peores lacras que ha conocido la humanidad: la cultura de la droga. Desde que nos levantamos de la cama y tomamos el café, hasta que llegamos nuevamente a casa tras el trabajo e intentamos relajarnos con una copa antes de ir a la cama, o con una pastillita para el sueño recetada por el médico, hacemos uso diariamente de diferentes sustancias como algo sistemático y cotidiano, que afectan notablemente a nuestro sistema nervioso central.
Muchas personas, a medida que trascurre el día suelen ponerse a punto con algún que otro café, acompañándolo casi siempre del famoso cigarrillo. Aunque las drogas hayan estado siempre presentes en todas las culturas y en todas las épocas, nunca como ahora habían sido consumidas por tantos millones de personas en todo el mundo. Cada vez que nos presentan las encuestas del CIS sobre los principales problemas que preocupan a la sociedad española, uno de los primeros lugares es ocupado siempre por el “problema de las drogas”. Y, si las encuestas se realizan a pie de calle transmitidas por televisión, la mayoría de los encuestados siguen sosteniendo que este problema guarda relación con la pobreza y la marginalidad. Insisten en que se trata de un problema callejero que se desarrolla en barrios marginales y de bajo estrato social, y eso no es totalmente cierto. La diferencia estriba en que un drogadicto cuya familia está bien posicionada económicamente, tendrá posiblemente menos dificultades para procurarse esa dosis diaria, mientras que el de una familia de clase baja o en paro, posiblemente tendrá que delinquir para poder conseguir esa dosis, lo que hará muy probable, que acabe muy pronto con sus huesos en la cárcel.
El consumo de drogas en España fue despenalizado por los socialistas en la década de 1980, pero no su tráfico, lo que supuso una contrariedad. Si usted me permite usar la droga, pero no me la vende en los estancos, alguien tendrá que proveerme de ella. La única realidad ha sido, que esa despenalización del consumo de drogas, insisto, que trajeron los socialistas, hizo creer a miles de personas “que no les sucedería nada por consumirlas”.
“El oscuro pozo de la droga” que les iré presentando en varias entregas, es el resultado de decenas de casos conocidos a lo largo de los últimos treinta y siete años sobre la situación en la que han quedado muchas familias afectadas por esta lacra; cientos de jóvenes recogidos con la jeringuilla aun clavada en el brazo en cualquier rincón de un parque; el aumento imparable del alcoholismo y el tabaquismo entre la población más joven; y una recopilación de datos tras la lectura de muchos artículos sobre este gravísimo problema.
Según autorizados expertos en la materia, el concepto básico de la drogadicción es que se trata de una enfermedad que afecta al cerebro de las personas, y se caracteriza por su progresiva y larga duración. Se deriva del uso indebido de cualquier tipo de drogas con fines distintos, y que en algún momento pudieron ser prescritos por un facultativo. Es una dependencia mediante la cual, la persona siente una imperiosa necesidad de consumir esa droga, o un trastorno emocional cuando no la ingiere, conocido como “síndrome de abstinencia”.
La drogadicción causa problemas físicos, psicológicos y económicos, pero también problemas de índole familiar y social. Se caracteriza por alteraciones del comportamiento y por otras reacciones que se derivan del consumo de manera continua o periódica, con el fin de experimentar sus efectos primero, y evitar el malestar producido por la privación más tarde.
El drogadicto, seguirá siéndolo mientras viva, es decir, se podrá rehabilitar, irá remitiendo su consumo hasta lograr su cese, pero, para mantenerse en ese estado, nunca podrá bajar la guardia, sobre todo, si vuelve al mismo lugar de residencia y se relaciona con las mismas personas frecuentando los mismos lugares que antaño.
(Continuará)
El drogadicto es un enfermo y como a tal hay que tratar, pero tratarlo con todos los medios disponibles y a sus familias también, que al fin y al cabo son quienes los mantienen, soportan y dan amparo sin recibir, de los profesionales, ayuda alguna de como hacerlo. Si son mayores de edad, el secretismo sanitario mal entendido, pero legal, sumen en la soledad a las familias que no saben que hacer con sus enfermos.