Heinz Christian Strache

Enrique de Diego.- Heinz Christian Strache, y el FPÖ (Partido de la Libertad), han sido los grandes ganadores de las elecciones austriacas, en las que el citado partido ha obtenido el 21,40% de los votos, cuatro puntos por encima de los obtenidos en 2008 y encadenando cuatro elecciones en ascenso.

Según leo en Alerta Digital, referencia para estar bien informado, Strache ha abierto ya la carrera para las elecciones europeas de 2014, que van a ser decisivas, la penúltima o quizás la última oportunidad para dar un aldabonazo que frene y varíe la deriva suicida de la vieja Europa. Strache desgrana sus aliados para un vuelco necesario. Cita la “relación amistosa” con la Liga Norte italiana; la “muy buena cooperación con los belgas del Vlams Belang”. Y añade que “hace poco hablé con Geert Wilders, líder del Partido de la Libertad holandés”,

Para concluir que “ha habido y habrá más conversaciones en el futuro y de cara a las elecciones al Parlamento Europeo. Las fuerzas de la libertad unirán sus esfuerzos para intentar desarrollar un proyecto aún más fuerte y ganar más peso en Europa”.

Las elecciones austriacas y las reflexiones de Strache me han traído recuerdos de las elecciones al Parlamento catalán de 2008 cuando me impliqué de lleno, sin reservas, en el apoyo a Josep Anglada y Plataforma por Cataluña con el objetivo de que entraran tres diputados de ese partido en el Parlament. Entendí que ese hecho variaría sustancial o completamente el debate, despejando el de la independencia, inventado, para incidir en otros reales como la islamización. No me equivocaba y me pareció una oportunidad y una causa para poner toda la carne en el asador, a pesar de los riesgos profesionales que corría. Se trataba de una alianza sin entrar en mayores disquisiciones, un apoyo firme y magnánimo.

Como se sabe, el objetivo no se consiguió por muy poco, por 6.500 votos. Anglada estuvo a punto de hacer historia y se quedó en nada, por sus propios errores
personales. Mi concurso fue lo suficientemente eficaz como para que conste en la contabilidad de Intereconomía que el PP de Cataluña pagó 47.000 euros porque no se oyera mi programa de radio en Cataluña, mediante la añagaza de financiar un programa de debate local, pagado y teledirigido por el PP.

En una extraña paradoja, mientras me silenciaba el PP, me vetaba la propia Plaaforma por Cataluña, y más concretamente Anglada, por imposición del tortuoso Enric Ravello, del que no sabía nada y que luego resultó que estaba emparentado con Julio Ariza, como oportunamente me hizo llegar.

Anglada me había pedido con mucha reiteración que interviniera en el mitin de cierre de campaña, al que iba a asistir y también intervendría Strache. Ravello llegó a plantear que si intervenía yo, Strache no vendría. Es obvio que Strache ni se le había ocurrido plantear tamaña estupidez, porque es más obvio aún que no me conocía. Evito detalles que el tiempo ha tornado irrelevantes de la incapacidad de dar la cara de Anglada, algo imprescindible en un liderazgo y que le está pasando una fuerte factura. El veto fue aceptado con todas sus consecuencias. Ravello y tres más, viendo la victoria segura, habían dado en pensar que yo era un peligro (para ellos) porque –decían- me movía en la línea de Geert Wilders –político por el que siento mucho respeto- e iba a cambiar la ideología de Plataforma por Cataluña, que debía moverse en la línea identitaria de Strache. Intelectualmente, una chorrada que no llegaba a debate sino a pequeñas ambiciones insatisfechas y hundimiento en la estupidez de vender la piel del oso antes de cazarla.

Pasado el tiempo, resulta que, sensatamente, Strache ha hablado precisamente con Wilders para conjuntar esfuerzos. No están los tiempos para perderse en etiquetas, ni en purezas ideológicas, porque todo un continente, pilar de la civilización, se está viniendo abajo con estrépito y velocidad de vértigo. Es preciso conjugar voluntades, aunar esfuerzos, incluso de personas que en otras tesituras menos decisivas estarían enfrentadas, y para ello es fundamental establecer unos puntos de acuerdo mínimos, en los que, como digo, pueda confluir mucha gente, el mayor número, incluso antagónica en los detalles o en el finalismo. Puntos de acuerdo mínimos como la lucha contra la corrupción, el freno y la reversión de la islamización y la defensa de la unidad de España que, a mi entender, debe incluir el cierre de ese cáncer que son las autonomías. Sólo los mentecatos pueden permanecer ciegos a lo que nos estamos jugando todos o entretenidos en sus batallas de salón o de trastienda, como la que he relatado de Ravello.

Son tiempos que exigen grandeza de espíritu y manos tendidas para hacer un frente amplio y fuerte. Ese tipo de frentes en el que irán de la mano Strache y Wilders, sin que ninguno difumine su personalidad, por los objetivos y contra los enemigos comunes. Esa es la línea de futuro que debió seguirse sin cicaterías ni capillitas en aquellas elecciones catalanas de 2008. Y esa es la línea que ya es imprescindible seguir con urgencia.