Reproducido.- Thomas Sowell (1930) es un pensador y economista liberal estadounidense. Es profesor en la Universidad Stanford. Tras el fallecimiento de Jean-François Revel, ha quedado como uno de los máximos representantes de la oposición al modelo de pensamiento de lo “políticamente correcto”.

Entre las numerosas ideas irracionales acerca de los grupos étnicos y raciales que han dividido a las sociedades durante siglos, pocas son tan irracionales y contraproductivas que el dogma actual del multiculturalismo.

Los intelectuales que creen ayudar a los grupos raciales o étnicos en dificultad definiendo sus problemas en el marco retórico del multiculturalismo están en realidad llevándolos a un callejón sin salida. El multiculturalismo es una solución a corto plazo tentadora para los grupos en dificultad, que declaran que sus culturas son iguales o igualmente válidas, de manera vaga y altanera.

Los prestamos de otras culturas (como los números llamados árabes -en realidad indios- que han remplazado los números romanos incluso en los países herederos de Roma) implican que algunos aspectos de esas culturas no son simplemente diferentes sino mejores. Algunas de las culturas más avanzadas de la Historia han tomado prestado cosas a otras culturas, ya que ningún grupo humano ha sabido responder de la mejor manera a todas las preguntas de la vida.

Sin embargo, como los multiculturalistas ven a todas las culturas como iguales o “igualmente válidas”, no ven motivos para que las escuelas debieran insistir en enseñar el inglés académico a los alumnos negros, por ejemplo. En lugar de eso, cada grupo es animado a aferrarse a su propia cultura y a estar orgulloso de sus glorias pasadas, reales o imaginarias.

Dicho de otra manera: los miembros de grupos minoritarios en dificultad educacional, económica u otra, deben seguir comportándose en el futuro como lo han hecho en el pasado. Y si no obtienen los mismo resultados que los demás, entonces la culpa es de la sociedad. Ese es el mensaje de fondo del multiculturalismo.

George Orwell declaró que algunas ideas son tan tontas que sólo un intelectual puede creerlas. El multiculturalismo forma parte de esas ideas. La intelligentsia estalla de rabia y de indignación contra las disparidades en materia de educación o de economía, y denuncia todas las explicaciones relacionadas a las diferencias culturales como un intento de “echar la culpa a la víctima”.

Es innegable que algunas razas y naciones enteras han sido víctimas de otras, como es innegable que el cáncer es mortal. Pero no es lo mismo decir que todas las muertes son causadas por el cáncer. En otras palabras: no todos los problemas están ligados a rivalidades raciales. Se podría pensar que los intelectuales sabrían hacer esta distinción. Pero muchos no la hacen.

Los intelectuales se ven a sí mismos como los amigos, los aliados y los defensores de las minorías raciales, cuando en realidad encierran a estas en un estancamiento cultural. Eso le permite a la intelligentsia enorgullecerse de estar en el campo del Bien contra las fuerzas del Mal que conspiran para rebajar a las minorías.

Cuando se ven en la imposibilidad de aportar pruebas concretas y tangibles para sostener su toería, eso prueba, según ellos, cuán hábilmente disfrazados están los esfuerzos insidiosos destinados a rebajar a las minorías. ¿Por qué personas que poseen grandes facultades mentales y un talento retórico real se hacen nudos en el cerebro con tales razonamientos? Eso es un misterio. A lo mejor no pueden entregarse a una visión tan halagadora para ellos mismos, a despecho del hecho que perjudica a las poblaciones que pretenden ayudar.

El multiculturalismo, como el sistema de castas, mantiene a las personas en el medio en el que han nacido. Pero por lo menos el sistema de castas no pretende ponerse al servicio de las castas más bajas.

El multiculturalismo no sólo sirve al ego de los intelectuales. También sirve a los intereses políticos de los cargos, que tienen la oportunidad de promover un sentimiento de victimización, incluso de paranoia, entre los grupos de los cuales pretenden sacar votos, a cambio de un apoyo material y moral.

La visión multicultural del mundo también sirve a los intereses de aquellos que, en los medios de comunicación, prosperan sobre el melodrama. Al igual que prosperan los departamentos de “estudios étnicos” en las universidades, tanto como una verdadera industria de consejeros en “diversidad”, de organizadores comunitaristas y demás “furiosos” de la raza.

Los mayores perdedores en todo esto son los miembros de las minorías raciales que se dejan arrastrar en el callejón sin salida del resentimiento y de la cólera, cuando en realidad grandes oportunidades les son ofrecidas. Y todos perdemos cuando la sociedad está dividida.