La sombra de Caracalla
LTY.- En las apasionantes páginas de “Los fundamentos del siglo XIX” de Houston Stewart Chamberlain (sin duda una de las obras más brillantes de su tiempo), en medio de la vasta erudición y los profundos análisis del pensador anglogermano sobre la historia de nuestra civilización, encontramos un pasaje de gran interés por el parecido innegable que tiene con hechos de nuestro presente, tanto español como europeo.
En el capítulo dedicado al legado de Roma, H. S. Chamberlain aborda la época en que los emperadores dejan de ser exclusivamente de sangre itálica y entran en escena, bajo la púrpura imperial, mandatarios de otros orígenes. Tiene palabras admirativas para “el español Trajano” (…) “que llevó al Imperio a su más brillante apogeo”, para caer, a renglón seguido, implacablemente sobre el “sanguinario monstruo siriaco-púnico conocido en la historia con el apodo de Caracalla”. Este Caracalla, de origen sirio (aunque nacido en Lyon) y cartaginés (o sea púnico), es decir semita por los cuatro costados, es famoso en los anales de Roma por un edicto por él promulgado por el cual otorgaba el derecho de ciudadanía a todos los habitantes libres del Imperio. De golpe, en palabras de Chamberlain, “Roma dejaba de ser Roma”.
Sigue así:
“Durante mil años exactamente, los ciudadanos de Roma (y después, poco a poco, en virtud de una equiparación gradualmente acordada, aquellos de las demás ciudades de Italia y de algunas ciudades extrapeninsulares que se quería recompensar) habían gozado de ciertos privilegios; pero los habían merecido, tanto por las responsabilidades cuya carga asumían como por su dura e incesante labor, coronada por un éxito maravilloso. A partir del edicto de Caracalla Roma estuvo en todas partes, es decir, en ninguna. (…) La concesión del derecho de ciudadanía trajo otra consecuencia: simplemente, no hubo más ciudadanos.” (…) “De esta manera, el derecho político se volvía naturalmente igual para todos: era la igualdad en la muerte civil. La misma palabra civis (ciudadano) es sustituida por la expresión subjectus (sujeto), hecho tanto más sorprendente que la noción de “sujeto” es tan extraña a todos los representantes de la raza indoeuropea como a los de la gran monarquía: encontramos, pues, en esa transposición de un concepto jurídico, una prueba irrefutable de la influencia semítica”.
Y añade H. S. Chamberlain en una nota a pie de página:
“Algunos historiadores han indicado, sino la significación verdadera del “generoso” edicto del año 212, por lo menos su objetivo inmediato, sus razones fiscales. El principal impuesto directo del Imperio consistía en un derecho del 5% sobre las sucesiones, que sólo concernía a los ciudadanos romanos. De un trazo de pluma, Caracalla, al convertir en ciudadanos a todos los habitantes, extendía ese impuesto a todos los traspasos de propiedades que se llevaban acabo entre sus sujetos; y por añadidura lo subía de un 5% a un 10%.”
Concluye citando a otro historiador conocedor del tema:
“Caracalla se había propuesto como meta la destrucción de Roma con todo lo que sobrevivía de la cultura griega y submergir la Europa civilizada bajo la infección seudosemítica de su patria (Siria). Esta tentativa se llevó a cabo sistemáticamente bajo la capa de bellas frases tocantes a la religión de la humanidad y de la ciudad universal. Es así como bastó un sólo día para aniquilar Roma para siempre, y es así como Alejandría, el centro del arte y de la ciencia, fue también, y sin haber siquiera sospechado la suerte que le esperaba, víctima de la bestialidad que negaba razas, patrias y fronteras. (…) ¡No olvidemos nunca, no olvidemos ni un sólo día que la sombra de Caracalla planea por encima de nosotros y que sólo espera la ocasión para cometer sus fechorías! Antes de repetir los lugares comunes humanitarios que ya estaban de moda en Roma en los salones semíticos hace 1800 años, y que no son menos engañosos hoy como entonces, haríamos mejor en decir con Goethe:
“Debes elevarte o abismarte,
Debes dominar y ganar
o servir y perder,
Sufrir o triunfar
Ser yunque o martillo.”
Fin de la cita.
¿No resuena todo esto a nuestros oídos bastante familiar? ¿Hace falta ponerles nombres y siglas, en nuestro panorama nacional y europeo, a los actuales Caracalla? La verdad es que nos encontramos inmersos en el nefasto sistema de los nuevos Caracalla, que buscan, como el original, la destrucción del edificio de la civilización europea mediante la implantación de esa doctrina semítica de la igualdad de los hombres, de la solidaridad entre todos los pueblos, de la armonía entre las razas, de la fraternidad universal (la Alianza de Civilizaciones, la Paz Perpetua, el multiculturalismo, el antirracismo, la diversidad, etc…), esa criminal y aberrante demagogia que busca la bastardización y la sumisión definitiva de estirpes nobles y convertirlas en un rebaño dócil a sus amos, pretendidamente naturales: esa supuesta aristocracia racial destinada a regir el destino de Paneuropa, que Coudenhove-Kalergi encontró en la oscuridad de la sinagoga y la mugre del gueto.
De acuerdo en que la Social democracia y sus antivalores y sus medias verdades está destruyendo Europa (la Europa Cristiana). Pero no caigamos en el error de Nietzche, diciendo que los ganadores y dominadores son los verdaderos hombres… eso no es cristiano (SERVIR es el mandamiento de Jesús, y también la verdadera humildad). Después del horror socialdemócrata se ve venir una etapa fascistoide Nietzcheriana, y eso es arreglar un error con otro error. Simplemente necesitamos Patriotismo, autoridad moral y verdadero cristianismo (en nuestro caso la fé Católica). Defender nuestro país y volver a cristianizarlo (con la religión católica, que además… Leer más »
Totalmente de acuerdo
El artículo es interesante en cuanto a la paralelización de dos momentos históricos, porque a pesar de todo lo que ha llovido el ser humano sigue moviéndose en dos sentidos: hacia la luz o hacia la oscuridad, aunque esta última es mas atractiva y fácil. Se equivoca en encajar la raza semítica a Caracalla. Nacido como Lucio Septimio Basiano en la Galia, era hijo del gobernador. Su madre -Julia Domna- sí era siria, pero seguramente pertenecía a una familia romana, porque desde luego los rasgos faciales de Caracalla no son para nada semíticos y ya saben ustedes lo realistas que… Leer más »
tienes razón,los rasgos no son nada semíticos
un saludo
Cara no semitica, su madre por el nombre, romana. El imperio romano se extendio por todas partes, si la madre nacio en siria, esto no la hace siria, sigue siendo romana.Los romanos era pragmaticos y eficientes, dar la nacionalidad a todos fue un movimiento economico por razones de impuestos. Nacido el padre en francia tampoco lo hace frances….digamos que los romanos dejaron de ser por asi decirlo pura raza mucho antes de caracallas.
semita,¡que casualidad!
¡prohibidos sean!
El ejemplo de Caracalla ya se puede aplicar a EE UU donde un supuesto Hawaiano(Obama) gobierna un país gracias al voto sudamericano y negro(afrodescendiente)
Regalar nacionalidades sale muy caro, en España con la ley de arraigo, dentro de 20 años , habrá 15 millones de inmigrantes que legalmente serán españoles de pleno derecho.
España ya nunca será España, Francia es nuestro reflejo, pero por desgracia, aquí el populacho no votará en un 20% a un partido como el FN(ni aunque existiera)