Traición y silencio
Por Eduardo García Serrano.- La obra de demolición moral que se inició en España hace cincuenta años alcanza hoy, sólo medio siglo después, las más altas cumbres de degradación colectiva que nuestra Patria ha conocido desde Ataúlfo, el primero de los Reyes Godos de Hispania. Nos contemplan más de 1.600 años de Historia. En más de milenio y medio ni Hispania, primero, ni España después, estuvieron tan degradadas y corrompidas como hoy.
Este pudridero colectivo, ya esbozado por Manuel Azaña en el Ateneo de Madrid: “Venimos a encabezar una empresa de demolición que acabe con la Historia y las tradiciones de España, que son como la sífilis”, y gloriosamente abortado por el Generalísimo Francisco Franco, se inicia el 23 de noviembre de 1975 cuando la lápida del Valle de los Caídos se cierra sobre el cadáver del Caudillo. A partir de ese día la traición, que comenzó a gestarse años antes oculta tras las sombras del silencio, empezó a mostrarse en todo su esplendor, a banderas desplegadas, sin rubor, sin pudor y sin oposición. La traición y sus mentiras sobre Franco y su obra fueron y son recompensadas con largueza, la lealtad a su nombre y a su obra, castigadas sin piedad.
Cincuenta años después, el Parlamento está alejado del alma de la Nación, sólo representa los intereses de los partidos que lo componen, y el pueblo español ha mudado en una gelatina de instintos elementales y de impulsos primordiales movida por un dinamismo abúlico que deja una fugaz baba de llanto al mostrar sus emociones colectivas. España, museo de sí misma, se ha convertido en su propia y olvidada caricatura con un pueblo siempre ajeno y ausente (salvo para pagar y votar) y una oposición que se limita a la controversia periodística condenándonos al exilio de la Historia, que fraguaron nuestros padres y nuestros abuelos, mientras una horda de bárbaros, tribus de bandidos y saqueadores, acampan en la Nación imponiendo su fuero y su ley sin más oposición que el blando adjetivo parlamentario que los campanarios de los Telediarios repican como una gravísima e intolerable agresión fascista.
Magnífico y monumental artículo. Al leerlo me ha recordado la prosa descomunal de don Eduardo García Serrano, padre.
La lealtad, Dios mío…Actualmente casi una entelequia. Hoy muy pocos guardan la ausencia de Su Excelencia don Francisco Franco…no sé si llegarían siquiera a doce, como aquellos “doce de los suyos” que acompañaron al Cid en su destierro, aquel hombre de honor que tuvo el valor de atreverse a cumplir lo que le exigía su lealtad a la que correpondieron con la suya los citados doce. Glorioso. Emocionante. Pero el valor sólo es para los mejores. Para los que son conscientes de que sin dignidad la existencia se convierte en una supervivencia miserable. Los que comprenden que traicionar el destino… Leer más »
Cuan certero y real artículo. Leerlo causa un profundo desasosiego y, al mismo tiempo, unos irefrenables impulsos de gritar ¡¡ Ya está bien…!!
Como dicen los notarios: Léase correctamente agresión marxista-leninista en vez de agresión fascista.
La realidad es difícil de ocultar. Se vive la degradación de España. España ya no es España, como sugiere el articulista y como yo lo veo a pesar de no vivir en España. Muy buen artículo.