Las estrofas 729 y 731 del Libro de buen amor. Reconstrucción del arquetipo
Por Alberto González Fernández de Valderrama.- Retomamos la historia que dejamos en nuestro trabajo sobre la estrofa 656 de esta obra para tratar de revelar algunos enigmas filológicos que en aquél se anunciaban. El mançebillo don Melón de la Uerta (alter ego del Arcipreste), siguiendo el mismo esquema de la comedia elegíaca en versos latinos del siglo XII, Pamphilus, y asesorado por Don Amor y su esposa Doña Venus, se busca una alcahueta para que intermedie entre él y la hermosa viuda Dª Endrina, de la que está perdidamente enamorado. Y así, recurre a la vieja Trotaconventos, de profesión buhonera, que acepta el encargo y asegura que conoce bien a esa mujer a la que el joven tanto desea, pretendida por otros hombres, pero que ella sabrá llevarla a su terreno doblegando sus sentimientos a cambio de una buena paga, que su cliente le promete. Decidida a cumplir con prontitud su encargo, la alcahueta acude a casa de Dª Endrina a ofrecerle sus mercaderías y, una vez que ésta le franquea confiadamente la entrada, comienza a aconsejarle que no esté siempre encerrada, que salga a pasear y que conozca a algún mançebillo de los muchos apuestos que moran en la villa, recomendándole en concreto al que tiene por el más noble de linaje e de beldat, don Melón de la Uerta. Y al describirlo como un dechado de virtudes, siguiendo el modelo del Pamphilus, entra en un juego de comparaciones entre los cuerdos y los locos que le sirve para situar a su cliente en la primera de esas categorías a los ojos de la viuda, por más que sepa navegar hábilmente entre ambas según le convenga. En los versos 728cd comienza el juego:
Con los locos fázese loco, los cuerdos d’él bien dixieron;
manso más que un cordero, nunca pelar lo vieron.
Adapta el Arcipreste aquí el verso 371 del Pamphilus (ed. Bonilla, 1917): «Est stultus stulto, et miti mitis ut agnus», que podría traducirse como: ‘Sabe ser tonto con los tontos y manso con los mansos, como un cordero’. La estrofa 729 desarrolla el juego de comparaciones a lo largo de sus cuatro versos, y en su estudio nos vamos a detener para tratar de reconstruir su texto, parcialmente ininteligible debido a la corrupción que ha sufrido hasta llegar a los manuscritos G y S que la recogen. Reproducimos ambas versiones según su lectura aparente, añadiendo los signos de puntuación que le faltan y prescindiendo de algunas abreviaturas que dificultan su comprensión:
Según el ms. G:
Al sabio vençe con seso, al loco non es tan poco;
con los cuerdos estar cuerdo, con los locos estar loco;
en el cuerdo non fallesçe rraça algún poco.
Yo lo pienso en mi pandero muchas bezes que le toco.
Y según el ms. S:
El sabio bençer al loco con conssejo non es tan poco:
con los cuerdos estar cuerdo, con los locos fazerse loco;
el cuerdo non enloquece por fablar al Roça poco.
Yo lo piensso en mi pandero muchas bezes que lo toco.
Análisis de los versos primero y segundo
Como vemos, el Arcipreste sustituye a la persona del sabio por la del cuerdo, y a la del necio o tonto por la del loco, seguramente por necesidades de la rima, ya que terminar cuatro versos consecutivos en -oco es más fácil que hacerlo en -ecio o en -onto. Pero mientras en el Pamphilus la anciana alcahueta se está refiriendo al hombre sabio en general, hablando en voz alta para sí misma fingiendo que no sabe que Galatea -a quien el joven Pánfilo ama- la está escuchando, en la adaptación Trotaconventos, que se dirige directamente a Doña Endrina, parece referirse al propio Arcipreste. Así, tendría más sentido considerar, eligiendo como referente al ms. G, que lo que hace la alcahueta en el primer hemistiquio del primer verso es ensalzar a su cliente como galán frente a otros rivales sabios o cuerdos, ya que la hermosa viuda tiene otros pretendientes ricos y de buen linaje. Por eso, diría del Arcipreste/don Melón que es capaz de vencer a cualquier rival sabio con su superior talento; es decir: «Al sabio vence con seso». El problema viene al tratar de encontrar sentido al segundo hemistiquio: «al loco non es tan poco». Precisamente por este obstáculo, el burdo ms. S -como en tantas otras ocasiones- decide transformar todo el verso para que pueda entenderse, por extraña y malsonante que resulte su sintaxis y contraintuitivo su significado. Vendría a decirnos que el hecho de vencer el sabio al loco dándole consejos no es tan poca cosa como pueda parecer; algo que a todas luces desencaja en el contexto, a pesar de ser el texto preferido por los editores en general, si bien algunos de ellos (Cejador, Chiarini, Joset y Gybbon-Monnypeny) sustituyen conssejo por seso, realizando así una hibridación entre los versos de ambos manuscritos para evitar que el segundo hemistiquio resulte eneasílabo, cuando todos los demás son octosílabos.
Pero con el convencimiento de que en el más fidedigno ms. G se halla la clave para desentrañar este misterio filológico debemos acudir a él y observar su grafía. ¿Realmente dice: «al loco non es tan poco»?. Si nos fijamos bien, la palabra poco contiene un borrón entre la p y la subsiguiente vocal o que nos da a entender que lo que el copista anotó, imitando fielmente la grafía que encontraba en su modelo, no le satisfacía, probablemente porque nunca había escuchado tal palabra. Y esa palabra misteriosa no podía ser otra que un cultismo de la época del Arcipreste que recogerá mucho más tarde el Diccionario de Autoridades (Tomo V, 1737) como voz castellana y cuya definición reseñamos a continuación modernizando su ortografía:
«PROCO. s. m. El que pide con repetidas ansias a una mujer para poseerla en el matrimonio, y más propiamente fuera de él. Es voz Latina y de poco uso. Latín. Procus. […]».
En definitiva, si el primer hemistiquio del v. 729a de este ms. G viene a decir que el Arcipreste supera a un rival cuerdo en talento o habilidad, el segundo afirma que no tiene rival en el loco porque éste no es tan ‘proco’; es decir, tan galante e insistente con las mujeres como él.
En cuanto al segundo verso, que repite parcialmente el v. 728c al ensalzar la habilidad del Arcipreste al tratar con los locos (indicativa de su conocida afición a hacer bromas o travesuras) optamos igualmente por el texto del ms. G limitándonos a cambiar el infinitivo estar, sintácticamente incorrecto, por la tercera persona singular del presente de indicativo de ese verbo, ya que se está refiriendo al Arcipreste y no a una idea abstracta: «con los cuerdos está cuerdo, con los locos está loco».
Análisis de los versos tercero y cuarto
Para comprender lo que ha podido pasar razonablemente en el original del tercer verso para que haya resultado en el actual galimatías vamos a estudiar la grafía que presenta en cada uno de los manuscritos:
En el más fiable ms. G se dice: «en el cuerdo non fallesçe rraça algún poco». Pero si observamos el manuscrito nos encontramos con que a mitad del verso, ocupando el final del primer hemistiquio y solapándose con el inicio del segundo, el copista titubea sobre lo primero que escribió (si es que no fue otra mano posterior la que corrigió su texto) y lo emborrona sobrescribiendo torpemente la palabra fallesçe, que llega a juntarse con la siguiente sin dejar espacio de separación entre ambas. Aparte de ello, se nota que, fuera cual fuera el texto tachado, el verso originalmente escrito era muy corto con respecto a los demás, pues su segundo hemistiquio (rraça algún poco) es pentasilábico haciendo un uso natural de la sinalefa, lo que en el contexto de una estrofa de hemistiquios de ocho sílabas demuestra un defecto formal grave que no podemos imputar al poeta. Si tenemos en cuenta que la palabra raça significa ‘tacha, defecto’, el resultado de tal corrupción del texto, en este ms. G, es un verso que carece completamente de sentido: ‘el cuerdo no fallece defecto algún poco’. Por esta razón, los editores y críticos optaron por rechazar esta lectura y elegir, con alguna ligera variante en el segundo hemistiquio, la del ms. S. Pero no podemos descartar de plano todo lo que escribió el autor del ms. G: el texto que debemos recomponer deberá parecerse gráficamente a lo que él transcribió.
Por su parte, en el ms. S nos encontramos un primer hemistiquio perfecto dentro del esquema octosilábico que el Arcipreste ha elegido para la estrofa y que, si consideramos el juego de comparaciones que está desarrollando, no parece contener ninguna incongruencia de principio: “el cuerdo non enloquece […]”. De hecho, si nos fijamos en la palabra fallesçe del ms. G, podemos advertir que sobresale por su margen izquierdo una vocal e apenas perceptible, indicio de que la palabra subyacente era también enloqueçe, que seguramente quien la ocultó no la entendió bien por encontrase abreviada con una virgulilla sobre la consonante q, tal cual la transcribió luego el copista del ms. S: enloq̃çe. Para completar el sentido de ese primer hemistiquio, que damos por bueno, necesitaremos desentrañar el contenido del siguiente, que apunta a la idea de que hay algo aparentemente inapropiado que el cuerdo hace, no obstante lo cual no se convierte por ello en loco. En apoyo de esta idea intuitiva nos conviene regresar al Pamphilus, cuyo v. 372 dice: «Stultitie sapiens iure resistit homo», que viene a significar: ‘el hombre sabio se sobrepone con su juicio a su propia necedad’, o, dicho con otras palabras, ‘aunque el sabio pueda hacer tonterías para congraciarse con los necios, no por ello se convierte en necio, pues tiene el suficiente juicio como para regresar a su estado de sensatez cuando le conviene’. Pero en este ms S. tampoco vamos a encontrar la solución al misterio, pues su segundo hemistiquio dice: «por fablar al Roça poco». Pese a esta extravagante lectura todos los editores la han dado por válida con apenas correcciones a su grafía: ‘al roza poco’ (T. Sánchez); ‘al roçapoco’ (Cejador, Corominas, Joset, Blecua); ‘al Roça poco’ (Chiarini); ‘al rroga poco’ (Gybbon-Monnypeny). Corominas llegó incluso defender su lectura basándose en el significado agrícola del verbo rozar (ant. roçar): ‘cortar particularmente la yerba’ (Covarrubias). La unión artificial y no documentada del verbo en tercera persona del modo indicativo, roza, y el adverbio poco darían lugar, según él, a un adjetivo sustantivado, “rozapoco” o “roçapoco”, que en su diccionario etimológico de 1954 (DCEC) define como « ‘persona frívola, haragana’, opuesta a cuerdo, J. Ruiz 729c, porque ara poco cada día». Un auténtico despropósito que repetirá en su posterior edición del Libro (1967): «En roçapoco,[…], creo se trata de un nombre común de personas en el sentido de ‘hombre de bajas aspiraciones, de pocos alcances’ (= loco en su sentido antiguo, moral), propiamente ‘labriego capaz de rozar poca cantidad de bosque’ […]». Pero refuerza ahora su argumento mencionando la aportación de M. Morreale (Apuntes para un comentario literal.., 1963), que creía documentar la palabra roçapoco en un “dezir” satírico del poeta Alfonso Álvarez de Villasandino dedicado a un mesumad (judío converso) contenido en el Cancionero de Baena, del cual citaba estos dos versos: «en invyerno passa frido,/ en verano roca poco». Suponía esta filóloga italiana que la palabra roca -que así se lee en el manuscrito- sería una corrupción de roça y que con esa expresión el poeta querría significar que el personaje retratado en verano rozaba poco (‘cortaba pocas hierbas en el campo’) y, por lo tanto, era un vago. Pero tenemos que rechazar radicalmente esta interpretación de Morreale, que, sin duda, no entendió la sátira que encerraba el poema que estaba leyendo: se trataba de una burla a un judío falsamente convertido al cristianismo, porque seguía conservando sus ritos y costumbres. Recordemos que la Torá prohíbe a los judíos encender fuego para calentarse durante el sábado (Sabhat), razón por la que en esos días de invierno el personaje caricaturizado tendría que pasar frío. Pero el hecho de cortar poco las hierbas en verano desencaja en este contexto, y más como insinuación de que el judío es un vago cuando llega esa estación del año. La palabra roca de ese verso no puede ser, pues, una corrupción de roça /roza sino de ronca, palabra que originalmente estaría escrita con una virgulilla de abreviación: rõca. Y es que al llegar el verano, esa siesta tan española y tan popular del pueblo cristiano, no podía ser gozada de igual modo por los judíos, que reservaban sus horas de descanso vespertino al Sabhat y que aun así debían compatibilizar con horas de lecturas de la Torá que la limitaban en gran medida. Por tanto, el judío converso del poema no era un vago sino todo lo contrario: roncaba poco en verano porque, a diferencia de los cristianos, apenas descansaba; lo que no nos debe extrañar al coincidir esta imagen con el estereotipo que ha caracterizado siempre a este pueblo. Entonces, ¿qué es un “roçapoco”?…
Encontraremos la respuesta que buscamos estudiando el cuarto verso, que rompe el paralelismo de comparaciones entre el loco y el cuerdo de la estrofa con un mensaje que nos proporciona la alcahueta y que nos dará una pista importante para recomponer el hemistiquio que nos falta recomponer. Ella, de profesión buhonera, reafirma el mensaje que ha dejado en el verso anterior con su propio ejemplo: «yo lo pienso en mi pandero muchas veces que lo toco». Y ¿qué es lo que hace una vendedora ambulante de cosméticos, bebedizos, hilaturas y baratijas cuando va por las calles tocando su pandero y pregonando sus mercaderías?.. Lo que hace es vociferar, hablar alto para que todo el mundo se entere de su presencia. Y no por ello se considera loca, como lo podrían estar los que van por las calles gritando solos.
Partimos para nuestra reconstrucción de la anterior idea y de los siguientes elementos, que podemos dar como seguros: «el cuerdo non enloquece por [….]ar [ …..] poco». Si prescindimos de la grafía específica que recogen los manuscritos, un hemistiquio perfectamente coherente sería: «por fablar alto un poco». La idea que se desprende de ello es que el mançebillo que la alcahueta está recomendando a Doña Endrina es un joven enérgico, que a veces eleva el tono de su voz con sus bromas y travesuras, pero que no por eso es un loco ni una mala persona a la que deba temer.
El problema surge al tratar de completar el hemistiquio con la expresión formal de esa idea partiendo de la grafía observable en los manuscritos, ya que debemos encontrar un proceso lógico de deturpación del texto y no partir completamente de cero. Para ello, debemos comenzar examinando el único texto que es fiable en general a pesar de sus defectos involuntarios: el ms. G. El verso contiene tres palabras que tenemos que analizar y tratar de sustituir por otras de similar grafía que pudieran confundir al amanuense:
-Si a la palabra “fallesçe” le suprimimos su última sílaba, que parece un añadido al enlazar impropiamente con la palabra siguiente, se trataría de una mala lectura del infinitivo “fablar” que el ms. S. recoge y que encaja perfectamente en el verso, como ya habíamos indicado.
-El sintagma malsonante algún poco está escrito con abreviatura, elidiendo la consonante n de la primera palabra mediante el uso de una virgulilla situada sobre la vocal precedente: algũ poco. Pero el empleo de estos signos de abreviación da lugar a frecuentes errores de transcripción cuando un texto pasa sucesivamente de unas manos a otras, ya que es muy fácil confundir una virgulilla con un apóstrofo, que se utiliza para unir dos palabras elidiendo sonidos, normalmente una vocal. Con esta consideración, podemos suponer que la lectura del ms. G deriva básicamente del siguiente proceso de corrupción:
[por fablar] alto un poco > alt’un poco > alg’un poco > algũ poco
-Pero también debemos detenernos en el estudio de la palabra rraça, que precede inexplicablemente al sintagma anterior y que ya hemos dicho que en el ms. S aparece transcrita como roça o Roça. Como tenemos que descartar por razones de coherencia que alguna de esas palabras sea original, solo nos queda admitir que las mismas son deformaciones de una palabra gráficamente parecida pero inusual, que fuera un sinónimo del adverbio alto, de tal manera que un primer copista, con intención meramente pedagógica, quisiera glosar añadiendo a continuación éste último término, más conocido que el anterior, con la consecuencia de haber sido deformadas ambas palabras por otros amanuenses posteriores dando lugar a un texto sin sentido. Encontrar esa palabra original no es difícil. Solo tenemos que recurrir al Tesoro de Covarrubias (1611), que en la entrada ‘RECIO’ nos dice: «Hablar recio, hablar alto».
Por lo tanto, el proceso de corrupción del hemistiquio tuvo que ser, en sus fases fundamentales, y considerando que el ms. S se basó en el ms. G (o en una copia de G):
[por fablar] rreçio un poco > rreçio -alto- un poco > rraça alto un poco > rraça alt’un poco > rraça alg’un poco > rraça algũ poco (ms. G) > al Roça poco (ms. S).
En consecuencia, el arquetipo de la estrofa 729 quedaría así reconstruido:
Al sabio vence con seso, el loco non es tan proco;
con los cuerdos está cuerdo, con los locos está loco;
el cuerdo non enloquece por fablar rreçio un poco.
Yo lo pienso en mi pandero muchas veces que lo toco.
La estrofa 730 no ofrece ninguna dificultad interpretativa, pero la comentaremos someramente porque nos servirá de introducción a la siguiente, con la que cerraremos el presente trabajo. La alcahueta continúa elogiando a su joven cliente ante Dª Endrina. El primer verso («Mançebillo en la villa atal non se fallará») adapta el v. 373 del Pamphilus: “Non manet hac tante pubes probitatis in urbe;” (‘No queda ya en la ciudad ningún joven de tanta probidad;’); el segundo («non estraga lo que gana, más antes lo guardará» adapta el v. 374: “quas acquivit opes non vorat ingluvies” (‘no dilapida la riqueza que ha adquirido’). Y en el tercero comienza a compararlo con su padre («creo bien que tal fijo al padre semejará:») adaptando el v. 378: “sepe solet filus similis esse patri” (‘un hijo suele ser como su padre’). Rematará la estrofa con un añadido original del poeta: «En el becerrillo vey omne el buey que fará» (‘en el becerrillo se advierte el buey que será de mayor’) aplicando un matiz de mansedumbre implícita en el carácter del progenitor.
Y entramos ya en la estrofa 731, continuación de las comparaciones del mançebillo con su padre, que según el ms. G dice:
El hijo como el padre muchas bezes aprueba:
el semejar al padre non es cosa tan nueva;
el coraçón del omne por la obra se prueba:
grand amor e grand saña non puede ser que non se mueva.
Siendo los versos segundo a cuarto prácticamente iguales en los mss. G y S, en el primero existe una diferencia radical entre ambos que va a demostrar lo que tantas veces hemos dicho: el ms. S es una burda copia del ms. G (o de otro muy similar a éste). El amanuense del ms. S se decide en un primer momento a copiar el primer verso que leemos en el ms. G, transcribiéndolo tal cual estaba en su modelo; pero a continuación lo tacha y vuelve a iniciar el verso, una línea más abajo, dispuesto a darle una nueva redacción que comenzará con la palabra aprueba. Pero tampoco es de su gusto el verso que ha empezado a recrear y tacha también esta palabra, volviendo a escribir un verso ligeramente distinto otra línea más abajo: «El fijo muchas bezes como el padre prueva». La razón de este cambio acaso podría ser que el copista mantiene la misma duda que a nosotros nos asalta: ¿qué es lo que el hijo muchas veces aprueba?.. la respuesta queda en el aire, pues al verbo transitivo aprobar le falta el complemento directo, que no puede estar implícito como cuando nos expresamos en el contexto de la enseñanza académica, donde necesariamente se entiende que lo que se aprueba son exámenes o asignaturas. Así que este copista, sin que su resultado sea satisfactorio, pues tampoco nos dice qué es lo que el hijo prueba, se delata como el falsificador que es.
Pero podemos encontrar una solución razonable a este enigma. En el ms. G, después de la palabra muchas puede apreciarse un borrón de tinta circular que parece demostrar que el copista se quedó pensativo con la pluma pegada al papel porque no entendía bien la palabra que debía transcribir a continuación; y al tomar una decisión errónea creó la oración sintácticamente incorrecta que nos ha llegado. Corominas, con sus habituales malabarismos filológicos, se inventa un sentido intransitivo para el verbo usado por el Arcipreste: «Aprueva, ‘resulta ser’, cf. proves to be, cat. provar intr. (allò li prova ‘aquello le sienta bien’); le prueba por ‘le sienta bien’ no es ajeno, por lo demás, al uso familiar y a ciertas variedades locales de castellano […]». Pero nosotros no necesitamos retorcer el lenguaje para dar significado a lo que nos parece incongruente o malsonante de un modo palmario: nos basta con recurrir al sentido común y considerar que en ese verso existe una corrupción del texto original provocada por una similitud gráfica entre dos palabras que confundió al copista. Y esa solución pasa por considerar que el necesario complemento del verbo aprobar se encuentra precisamente en el sustantivo precedente. En este contexto, la palabra que encajaría a la perfección en la oración para sustituir a bezes por su parecido gráfico en la escritura manual es leyes. En este manuscrito vemos que la que la letra b de la primera sílaba es un simple asta oblicuo desprovisto de arco (o apenas perceptible), que podría ser la transcripción errónea de una letra ele. Por su parte, es muy fácil confundir, cuando un texto pasa por sucesivas manos, una i griega con una zeta escrita con ojal en su parte inferior. Ahora sí tendría sentido decir, hablando de la coincidencia de criterios morales entre un padre y su hijo, que ambos aprueban muchas leyes. Los dos versos que le siguen tampoco ofrecen problema alguno de interpretación, por lo que podemos obviar su análisis.
El problema radica en el cuarto. Obsérvese que en esta estrofa el Arcipreste, fiel al canon clásico de la cuaderna vía, ha optado por crear versos alejandrinos, y que solo hay una excepción que deforma gravemente la estética del conjunto: el segundo hemistiquio del último verso es eneasílabo. Volvemos a concluir que en este punto existe otra corrupción del texto original. No solo el poeta no tenía la necesidad de establecer una excepción métrica en este verso, sino que el resultado que podemos leer es una oración difícilmente inteligible. Se hace necesario utilizar el bisturí filológico y dotar al hemistiquio corrompido de su justa métrica y de un significado fácilmente comprensible. El mensaje de la alcahueta parece bien claro a lo largo de los versos anteriores: el hijo ha salido a su padre, tiene sus mismos valores y su misma nobleza y mansedumbre. Por lo tanto, el último verso, puesto en relación con los anteriores, debe querer decir: ‘no es posible que el joven, que por sus obras ha demostrado ser tan bondadoso como su padre, llegue a convertirse en un malvado; el gran amor no puede ser que se transforme en una gran saña’. Y esto se puede expresar, ya con su debida métrica, modificando el verso ligeramente: «grand amor a grand saña non puede ser que mueva».
Así quedaría, pues, la estrofa:
El hijo, como el padre, muchas leyes aprueba:
el semejar al padre non es cosa tan nueva;
el coraçón del omne por la obra se prueba:
grand amor a grand saña non puede ser que mueva.
El lector podrá formularse sus propios juicios a la vista de las imágenes de las estrofas comentadas que reproducimos a continuación en sus respectivos manuscritos.
Impresionante…