El cierre de las centrales nucleares en España es un error estratégico en la política energética
Por Fernando M. Gracia Climent.- La política energética en España afronta decisiones cruciales en el contexto de la transición hacia un modelo descarbonizado. Entre estas decisiones destaca la prevista clausura de las centrales nucleares para 2035, una medida que, aunque bienintencionada, puede ser un error estratégico de enorme magnitud. Lejos de ser una tecnología obsoleta o contraproducente, la energía nuclear es un componente esencial de un sistema energético equilibrado, sostenible y resiliente. Ignorar su importancia podría acarrear consecuencias adversas para la economía, el medio ambiente y la seguridad energética nacional. Además, existe una oportunidad clave en el horizonte: el desarrollo del hidrógeno verde. Este vector energético, ampliamente considerado como el combustible del futuro, podría beneficiarse enormemente de la coexistencia con la energía nuclear, lo que refuerza aún más la necesidad de mantener esta tecnología.
La lucha contra el cambio climático exige la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero. En este contexto, la energía nuclear juega un papel único al ser capaz de generar electricidad de forma masiva y constante sin emisiones de CO₂. A diferencia de las fuentes renovables como la solar y la eólica, la energía nuclear no depende de condiciones meteorológicas ni presenta problemas de intermitencia. Este carácter estable convierte a las centrales nucleares en un complemento imprescindible para las energías renovables, proporcionando una base de carga que garantiza la estabilidad de la red y evita apagones. De hecho, muchos expertos coinciden en que una transición energética completamente basada en renovables será inviable sin tecnologías capaces de suplir las limitaciones de estas.
El cierre de las centrales nucleares incrementará inevitablemente la dependencia de España de fuentes externas de energía, especialmente de gas natural. En un contexto geopolítico marcado por tensiones y conflictos —como la invasión de Ucrania por Rusia, que disparó los precios del gas en Europa—, esta dependencia supone un grave riesgo estratégico. Además, la sustitución de la energía nuclear por centrales de gas no solo implica mayores emisiones, sino también un encarecimiento de la electricidad. Las plantas nucleares actuales en España ya están amortizadas, lo que permite que produzcan electricidad a un coste competitivo. Sustituirlas por nuevas infraestructuras, renovables o de otro tipo, requerirá inversiones multimillonarias que recaerán en última instancia sobre los consumidores. Esto podría agravar el problema de la pobreza energética, afectando a miles de familias que ya destinan una proporción significativa de sus ingresos al pago de facturas energéticas.
Un ejemplo claro de las consecuencias negativas de abandonar la energía nuclear es Alemania. Tras el accidente de Fukushima en 2011, el país decidió cerrar sus centrales nucleares, optando por una transición hacia renovables y el uso de gas como respaldo energético. Sin embargo, esta decisión ha generado resultados nefastos. A pesar de sus ambiciones climáticas, Alemania ha tenido que recurrir al carbón —el combustible fósil más contaminante— para garantizar el suministro eléctrico. En 2022, las centrales de carbón alemanas volvieron a operar a plena capacidad, lo que ha supuesto un incremento significativo de sus emisiones de CO₂. Alemania también apostó fuertemente por el gas natural como alternativa a la nuclear, lo que aumentó su dependencia de Rusia. Esta dependencia se convirtió en un grave problema tras la guerra en Ucrania, desencadenando una crisis energética que ha elevado los precios de la electricidad y ha puesto en jaque su economía. La combinación de costes energéticos disparados y el regreso al carbón ha puesto a Alemania en una posición incómoda frente a sus compromisos climáticos y su competitividad industrial. Empresas y consumidores alemanes han tenido que enfrentar precios de la electricidad significativamente más altos, agravando la situación económica del país. El caso alemán evidencia los riesgos de cerrar centrales nucleares sin un plan realista y robusto para suplir la capacidad perdida. Es una lección que España no debería ignorar si aspira a cumplir sus objetivos climáticos y garantizar la estabilidad de su sistema eléctrico.
El hidrógeno verde está llamado a ser un pilar de la transición energética, gracias a su capacidad para almacenar energía de forma eficiente y servir como combustible limpio en sectores difíciles de electrificar, como el transporte pesado o la industria química. Sin embargo, su producción mediante electrólisis requiere grandes cantidades de electricidad, preferiblemente procedente de fuentes libres de carbono. Aquí es donde la energía nuclear puede desempeñar un papel crucial. Gracias a su generación constante y estable, las centrales nucleares pueden proporcionar la electricidad necesaria para la producción continua de hidrógeno verde, independientemente de la intermitencia de las renovables. Además, en períodos de baja demanda eléctrica, la energía nuclear puede desviarse hacia la producción de hidrógeno, maximizando la utilización de las infraestructuras existentes. Países como Francia y Japón ya están explorando la sinergia entre la energía nuclear y el hidrógeno verde, conscientes de que esta combinación puede acelerar la transición energética y garantizar una seguridad energética robusta. España, en cambio, podría desperdiciar esta oportunidad si cierra sus centrales nucleares.
En el horizonte a medio y largo plazo, la energía nuclear de fusión emerge como una posibilidad revolucionaria que promete transformar el panorama energético global. A diferencia de la fisión nuclear, que genera energía dividiendo átomos, la fusión reproduce el proceso que ocurre en el interior del sol, fusionando núcleos ligeros para liberar cantidades inmensas de energía. Esta tecnología no solo ofrece una fuente prácticamente inagotable de energía, sino que elimina problemas como los residuos radiactivos de larga duración y los riesgos de accidentes graves. Proyectos como ITER (Reactor Experimental Termonuclear Internacional) avanzan rápidamente, y aunque aún estamos a algunas décadas de su implementación comercial, los avances recientes sugieren que la fusión nuclear podría ser una realidad antes de lo esperado.
Mantener la infraestructura nuclear actual y participar en proyectos internacionales de investigación posicionaría a España como un actor clave en el desarrollo de la energía de fusión. La transición energética no debe verse como un salto abrupto hacia un futuro renovable sin escalas intermedias, sino como un proceso que integre todas las soluciones posibles, incluyendo tecnologías emergentes como la fusión nuclear.
El cierre de las centrales nucleares en España no es una decisión trivial, sino un error estratégico que podría comprometer gravemente el futuro energético del país. Más allá de prejuicios ideológicos, es esencial reconocer la importancia de esta tecnología como un aliado imprescindible en la lucha contra el cambio climático y en la búsqueda de un modelo energético resiliente y competitivo. El caso de Alemania debería servir como un recordatorio de las consecuencias de tomar decisiones precipitadas en el ámbito energético. Además, la oportunidad que representa el hidrógeno verde y el prometedor horizonte de la energía de fusión refuerzan aún más la necesidad de mantener y modernizar la capacidad nuclear en España. Apostar por la energía nuclear hoy no solo es una inversión en el presente, sino en un futuro más limpio, seguro y sostenible para las próximas generaciones.
Desde que los globalistas nos impusieron a Zapatero hay montones de errores estratégicos estructurales en la política española todos planificados al servicio de los amos del FMI y tendentes a nuestro expolio y esclavización.
No a la Nueva Dictadura Mundial
No se olvide de los también nefgastos globalistas Felipe y Suáre que desmantelaron la flor y nata de la industria española y entregaron nuestro país a los fondos buitre (con la firma de los Acuerdos multilaterales de inversiones)