Los obispos africanos rechazan la inmigración ilegal que llega a Europa: «Las mafias se aprovechan de jóvenes desesperados»
La primera visita apostólica del Papa Francisco I, en julio de 2013, cuatro meses después de ser elegido pontífice, fue a la isla de Lampedusa, donde entonces se apreciaba el drama de la inmigración ilegal y se amontonaban miles de inmigrantes llegados en barcos fletados por las mafias, como ahora ocurre en Canarias.
La defensa de la inmigración descontrolada ha sido una de las opiniones que han acercado al Papa al pensamiento dominante en las oligarquías y los medios de comunicación, identificación que se comprueba con la catarata de elogios que está recibiendo Jorge Mario Bergoglio en tertulias y tribunas de prensa por parte de quienes sólo horas antes se burlaban de la Semana Santa y pedían la demolición de la cruz del Valle de los Caídos.
Las palabras de Francisco de exhortación a los europeos y norteamericanos para que acepten la que muchos consideran «invasión» han sido frecuentes durante sus doce años de pontificado, así como los apelativos de racistas y xenófobos a quienes protestasen contra la inmigración o a los escasos gobiernos que tratasen de frenarla. Incluso se encuentran en la encíclica Fratelli Tutti. A todos ellos, les acusó de «la decadencia moral a la que nos enfrentamos si seguimos dando espacio a la cultura del descarte«.
Una selección de sus declaraciones incluyen las siguientes frases: «No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio»; «La mentalidad xenófoba, de gente cerrada y replegada sobre sí misma»; «Les suplico: detengamos este naufragio de civilización». Nunca usó palabras igual de duras para los gobernantes de los países que permiten y hasta fomentan la emigración para librarse de población joven y lucrarse con las remesas.
Después de una visita a la isla griega de Lesbos, el pontífice jesuita afirmó que «los campos de refugiados… muchos de ellos son campos de concentración«. Como si en ellos a los refugiados y los inmigrantes se les asesinase mediante palizas, trabajo extenuante, fusilamientos o cámaras de gas.
Si la frase anterior causó indignación por lo exagerado, en cambio la de «Construyamos puentes, no muros», pronunciada en Ciudad Juárez (México), provocó risas, ya que representaba una muestra de hipocresía, pues el Estado del Vaticano está rodeado por un muro de varios metros de altura.
Uno de los mayores éxodos producidos durante su pontificado fue el de Venezuela, con más de siete millones de ciudadanos huidos de su país. Las habituales condenas del Papa al egoísmo y la xenofobia de los europeos aquí no aparecieron: no condenó el régimen socialista encabezado por Nicolás Maduro y, después del último fraude electoral, le instó a éste a «dialogar y hacer la paz». La dictadura no atendió ninguna de sus peticiones.
Además, Francisco I repitió mensajes propios del Foro de Davos: «Las migraciones constituirán un elemento determinante del futuro del mundo»; «Una persona y un pueblo sólo son fecundos si saben integrar creativamente en su interior la apertura a los otros»; «Su trabajo, su capacidad de sacrificio, su juventud y su entusiasmo enriquecen a las comunidades que los acogen«.
Por todo ello, los poderosos del mundo le han felicitado y le están despidiendo con lágrimas de cocodrilo. El plutócrata Alexander Soros, al que Francisco recibió junto al pederasta Bill Clinton en julio de 2023, ha escrito: «El Papa Francisco abogó por numerosas causas en el corazón de una sociedad abierta. Fue un líder y visionario al que echaremos mucho de menos».
Por el contrario, los obispos africanos, que conocen la inmigración y sus daños mucho mejor que Bergoglio y Soros, tienen la postura contraria, expresada desde hace años en numerosas reuniones y declaraciones que apenas se difunden en Occidente, entre los políticos, los medios de comunicación y hasta el Vaticano.
En 2020, los obispos de Senegal, Mauritania, Cabo Verde y Guinea-Bissau expresaron su «dolor» por la emigración de miles de jóvenes, recordando que muchos mueren en el viaje o caen en la delincuencia, y suplicaron «la unidad de los gobiernos y la comunidad internacional para desmantelar las redes de trata y tráfico de personas que se aprovechan de los jóvenes desesperados».
En agosto de 2022, las conferencias episcopales de África y Madagascar reflexionaron sobre la emigración con un comunicado que sería imposible de leer por parte los obispos europeos: «Deseamos expresar nuestro dolor al ver que nuestros jóvenes abandonan nuestros países, sabiendo que van a sufrir y posiblemente a perder la vida, y lamentamos nuestra incapacidad para impedir que se marchen. Nos comprometemos a tomar medidas que favorezcan su libre elección y las que les impliquen en la construcción de sus países».
En 2025, el obispo camerunés Bruno Ateba vinculó el fracaso político y económico de las repúblicas africanas después de la independencia con la inmigración y llamó a detener ésta: «Después de 50 años de independencia en Camerún, todavía no hay industria, ni modelo económico. Muchos se sienten obligados a marcharse por falta de oportunidades. Si queremos cambiar esto, tenemos que encontrar una solución sostenible para detener el éxodo de nuestros jóvenes».
Y un sacerdote del mismo país denunció la indiferencia de los políticos y los intelectuales africanos ante la ola migratoria, que calificó de «esclavitud moderna«. Un papa africano sin duda trataría de cancelar este buenismo con la inmigración ilegal y el inmenso negocio que mueve entre mafias y ONG.
La Gaceta
El problema no son los emigrantes, son los europeos…los autóctonos que con sus ideologías taradas, miedos, y codicias se han pegado un tiro mortal…ojo…si en un país de un millón de nacionales metes un millón de personas de otro país …tienes un problema. Esto es un simple razonamiento lógico. Con tarados como Macron, doña Úrsula, la Merkel, tito Klaus, el Antipapa y otros “cerebros” paisanos nuestros, que consideran su país, España, un error histórico, acabarán con Europa, y tb con España. Por eso, SPAINEXIT ya