Las mentiras sobre el franquismo ya no cuelan
Una de las constantes de la izquierda española es su persistencia en el engaño y la mentira. No reconocerán nunca la incidencia del franquismo en el pueblo español, lo mismo que continúan empeñados en negar las auténticas causas que les hicieron perder una guerra que, racionalmente, debieron ganar siempre.
El mantenido error de la izquierda (lo comprobamos estos días) sigue siendo su empecinamiento en achacar la derrota, que comenzó en Melilla el 17 de julio de 1936, a causas ajenas a sus infinitas equivocaciones, a sus constantes enfrentamientos internos, a su inferioridad técnica y moral.
Cada vez que alguno de los líderes políticos, articulistas o historiadores de la izquierda se refiere a la contienda civil, achaca la victoria de Franco a causas absolutamente ridículas, que han sido sobradamente desvirtuadas por los historiadores serios: los moros, la ayuda italo-germana, el Comité de No Intervención o el brazo milagrosos de Santa Teresa. No reconocen ni serán capaces de reconocer que el ejército nacional y su retaguardia funcionaron infinitamente mejor que el ejército y la retaguardia rojas. Y, sobre todo, estuvieron muchísimo mejor mandados. Lo reconoció el general republicano Vicente Rojo (“fuimos cobardes por inacción política antes de la guerra y durante ella”) y lo destacó el nada sospechoso Salvador de Madariaga al definir al Frente Popular como “una serie de tribus mal avenidas”.
Alguien tendrá que hacer una crítica serena y un estudio ponderado en un futuro nada lejano; cuando la derecha mojigata deje de estar subida en la cresta del desbocado aluvión antifranquista que alimenta la izquierda.
A todos esos españoles que superan hoy la cincuentena de años les preguntaría hoy si, al cabo de tantas insidias, de tantos agravios y de tantas falsedades no respondidas, ¿vivieron acaso en estado de hipnosis, de entontecimiento, de obnubilación, hasta el año 1975?
De la diferencia entre la España de entonces y esta cosa de hoy, que se nos presenta como un paradigma de virtudes, disimulando sus defectos, minimizando sus desastres, justificando todos sus errores, miserias y podredumbres, podrían dar cuenta todos esos millones de personas que, aún viviendo felices y prosperado entonces, han permitido con su penoso silencio el increíble desfile de necedades, absurdos e insensateces que se repiten con especial virulencia estos días.
Conste, finalmente, que no pretendo hacer en absoluto ni una apología del inmovilismo, ni un cántico a la nostalgia inoperante ni, mucho menos, un ataque despiadado a la democracia. Sería el primero en desear que se nos gobernara, por fin, dentro de un sistema serio, respetuoso, constructivo, donde no tuviésemos que renunciar a las cosas que nuclearon durante casi cuatro decenios la vida española, entre ellas la moral cristiana, la unidad nacional y la familia. Yo también querría ver a nuestro pueblo en cotas de bienestar más altas y sólidas que las que disfrutaba en 1975; tener más justicia social que entonces, en vez de una inquietante degradación de las rentas y su distribución; saber que la existencia de esta vieja nación no va a depender de las cesiones a los separatistas a que se ven obligados los gobiernos; poder reconocer que los españoles hemos ganado en libertad, en orden, en solidaridad, en valores morales, en dignidad y en respeto a nuestra identidad; contemplar unas instituciones que estén al servicio de las personas y no de unos pocos y, como consecuencia de todo ello, celebrar que el mundo nos respeta y nos admira.
Desgraciadamente, estamos muy lejos de celebrar semejantes ideales. Luchar por ellos, desde la ecuánime y respetuosa contemplación del pasado, constituye la finalidad de este artículo.
Con Franco estaban todos encantados… tendrías que ser muy ateo ó muy comunista, para estar enfadado y amargado y aún así, estos, vivían muy bien.
El eje, la médula,el corazón, la esencia de lo que es bueno verdadero, bello, está en Dios, la piedra angular que todo lo sostiene y mantiene. Y la Fe en Él fué la roca sobre la que se construyó la España de verdadera historia que ahora algunos ignorantes intentan borrar para poner en su lugar una torre que imite a aquella de Babel, que ya sabemos cómo acabó, lo que presagia el destino de la que esos mismos están edificando. La historia se repite… Pero, a pesar de eso, que no es causa menor, el motivo fundamental de todo nuestro… Leer más »