La estrofa 616 del Libro de buen amor. Reconstrucción del arquetipo
Por Alberto González Fernández de Valderrama.- Un enigma filológico que ha resistido el paso de setecientos años envuelve a esta estrofa incardinada en el episodio titulado por un copista «De cómo el Amor se partió del Arçipreste e de cómo Doña Venus lo castigó». Resumiré lo que ya escribí a propósito de la reconstrucción de la estrofa 618, trabajo al que remito al lector que quiera conocer con más detalle el contexto en el que se encuentra la que vamos a comentar. Diremos únicamente que el Arcipreste dialoga ficticiamente con Doña Venus, la esposa de un dios pagano al que llama Don Amor y con el cual ha conversado previamente pidiéndole asesoramiento para tener éxito seduciendo a las mujeres que se le resisten.
El poeta está adaptando libremente la comedia latina del S. XII Pamphilus en la que la diosa Venus (que no tenía esposo) aconsejaba al joven Pánfilo para seducir a la hermosa Galatea. En este episodio Dª Venus castiga (‘enseña’ en terminología medieval) al Arcipreste con una serie de consejos que tratan de animarle a vencer todas las dificultades que se le presenten, que, en lo que se refiere a la estrofa que vamos a comentar, se concretan en varios refranes o aforismos (creados o adaptados por el Arcipreste) que exaltan la perseverancia y la maña como poderosas armas que pueden compensar muchos impedimentos con los que se encuentra habitualmente el amante y que frustran su pasión, como son las diferencias de clase, de poder económico y de atractivo físico con la mujer amada.
Según la edición de Blecua (1998) la estrofa dice así:
«Sírvela con grant arte, e mucho te achaca:
el can que mucho lame sin dubda sangre saca;
maestría e arte de fuerte fase flaca:
el conejo por maña doñea a la vaca»
El lector habrá advertido de los cuatro versos que contiene el único que no se entiende es el primero y que, además, desentona del contexto porque no tiene la forma de un refrán sino que es una oración exhortativa compuesta de dos oraciones que no se corresponden sintácticamente entre sí por sus respectivos tiempos verbales. Si la segunda oración es una consecuencia causada por el mandato contenido en la primera, el verbo achacar se encontraría en futuro simple (achacará).
Esta estrofa nos ha llegado únicamente en dos manuscritos medievales (S y G). Pero debo insistir –creo haber dado suficientes muestras de ello en el resto de mis trabajos- en que el primero de ellos es una burda falsificación que parece haber copiado en gran parte al segundo (o a una copia bastante fidedigna de éste de éste, corrompiendo su texto a la menor dificultad de lectura con el objeto de ofrecer un hermoso producto a su futuro poseedor, con una buena caligrafía y un texto fácilmente legible pero infiel al que le sirvió de base y en muchos casos disparatado. El ms. G contiene normalmente errores de lectura involuntarios: su amanuense trata de imitar la grafía de todas las palabras que está copiando a riesgo de que el resultado sea una palabra de difícil lectura o ininteligible; pero gracias a él es posible reconstruir el arquetipo perdido de muchos versos. Esta precisión es importante porque nos va a permitir reconstruir este primer verso, ya que el texto que incorpora el ms. G contiene una pista importante para resolver su misterio.
¿Imaginaría el lector que, pese a todas las apariencias, el mensaje original que se esconde detrás de ese extraño verso es que una humilde zapatilla de cáñamo puesta en el pie de un caminante es capaz de levantar todo el peso de su ropaje?… Pues esta es la verdad. Se trata de un aforismo con el que Doña Venus quita importancia a la pequeñez del amante como obstáculo para la gran empresa del galanteo. Y es que todo es cuestión de ser mañoso, de saber comportarse adecuadamente con la mujer pretendida, pues el amor es un arte al fin y al cabo, y sigue unas reglas precisas que pueden aprenderse.
No obstante, hay que aclarar que el verso que transcribe Blecua es un híbrido que ha obtenido tomando elementos de uno y otro manuscrito, así que cumple que reseñemos el texto de cada uno, en la medida en que es posible hacerlo, pues existen palabras de confusa grafía y abreviaturas desconocidas para el lector lego en paleografía medieval:
Ms. S: «Syrve la con arte et mucho te achaca»
Ms. G: «Servyla con grant arte mucho te la achaca»
Y ahora empecemos a diseccionar el verso con precisión quirúrgica, pero partiendo del ms. G, ya que el otro solo nos llevaría a un callejón sin salida, como es habitual en él.
La primera palabra comienza con una sílaba que se encuentra abreviada mediante el empleo de un signo en forma de una p larga con su óvalo abierto por su extremo inferior, complementada con un trazo curvo que comienza descendiendo de dicho punto para volver a ascender una vez atravesado su mástil. Indudablemente se trata de la sílaba ser y podemos ver en el mismo manuscrito diversos ejemplos de su uso en la palabra servicio u otras de la misma familia. Después aparece la sílaba vy, a pesar de que la letra uve está incompleta, pero podemos darla por válida si corregimos su “falta” de ortografía sustituyendo la i griega por una i latina (error o costumbre habitual en nuestra literatura medieval antes de la invención de la imprenta y de la publicación de la Gramática de Nebrija en el S. XV). Tenemos ya una palabra que empieza por servi-, por lo que en ningún caso podría ser sírvela, palabra aceptada por todos los editores y críticos como original. La última sílaba es la en ambos manuscritos; pero debemos hacer un pequeño ajuste en ella. El copista de G no entendió bien la palabra que tenía que transcribir e instintivamente la sustituyó por la primera palabra del verso 611 («Sírvela, non te enojes, sirviendo el amor creçe»). Y al hacerlo provocó una cadena de errores que desfiguró por completo el verso. Veamos la palabra original reconstruida solo añadiéndole una ele a esta sílaba: servila > servilla. Hemos transformado totalmente su significado cambiando una forma verbal por un sustantivo, que el Tesoro de Covarrubias (1611) define de esta manera, actualizando su grafía:
«SERVILLAS, es un calzado de unas zapatillas, de una suela muy a propósito para las mozas de servicio: y así tomaron el nombre de siervas, o de las que sirven, porque las demás que no han de andar con tanta desenvoltura traen chapines, zuecos, chinelas y mulillas. Las mozas, zapatos o servillas».
A continuación de esta palabra encontramos en el verso (ms. G): «con grant arte». Esta expresión no es sino una corrupción de «con gramante». El bramante -cuya variante gramante está acreditada en varias regiones españolas- es, según el Diccionario de la RAE: «hilo gordo o cordel muy delgado hecho de cáñamo». Completaremos su definición aportando la que ofrece Covarrubias (con grafía actualizada):
«BRAMANTE, es un cierto género de cordel delgado, que llamamos cordel bramante, corrompido de brabante, porque al principio se trajo de Bravantia, dicha comúnmente Brabante, Provincia de Alemania, o Germania la baja».
Así que ya tenemos completo el primer hemistiquio del verso: «Servilla con bramante […]». Se trata, pues, de lo prometido al principio: una humilde y barata zapatilla hecha con hilo de cáñamo. Ahora debemos analizar el segundo hemistiquio. Veamos lo que los principales editores y críticos han comentado acerca de él a lo largo de la historia y cómo lo han transcrito en sus respetivas obras:
Tomás Sánchez (1790) y Janer (1864) siguen estrictamente la lectura del ms. S sin comentarla: «et mucho te achaca». Ducamin (1901) hace lo mismo pero actualizando la conjunción: et pasa a ser e. Cejador (1913) opta por la lectura de G, «mucho te la achaca», y comenta, con la inventiva que le caracteriza: «Te la achaca, aprópiatela como tuya, dala por tuya». Chiarini (1964) sigue a Ducamin, y anota: «mucho te achaca: básicamente ‘no ahorres esfuerzos’»; cita de paso a Cejador y a V. García de Diego (RFE, XVIII, 1931) para el cual achacarse es «insuinuarse para sacar algo de otro». Corominas (1967), que se remite a su propio diccionario etimológico de 1954, sigue también la lectura de Ducamin y anota: «Achacarse ‘quejarse’, acepción rara y arcaica, pero próxima al sentido del étimo arábigo de este vocablo, la cual parece estar documentada en algunos autores coetáneos y confirmada por el sentido general del pasaje ovidiano que pudo inspirar este verso […], ajeno al Pánfilo, como toda esta estrofa y la siguiente […]». En la línea de Corominas, M. Morreale (Apuntes…,1968) escribe: «“Mucho te achaca” parece aquí sinónimo de “mucho te aquexa”, “mucho te afinca”, y significa ‘esfuérzate mucho’ o específicamente ‘busca con ahínco la buena ocasión’ […]». Joset (1974) sigue tanto la lectura de Cejador como su interpretación y justifica a su manera el presente de indicativo en vez del futuro simple del verbo achacar: «para indicar resultado adquirido de antemano: ‘sírvela y será tuya’». Gybbon-Monnypeny (1988) sigue la lectura de Ducamin sin comentarla. Blecua, como hemos visto, también la sigue, aunque anota a pie de página: «…“persevera”, o quizá “finge”». En definitiva, todos estos editores y críticos trataron de encontrar algún sentido a lo que de origen no lo tenía, forzando al máximo los significados que conocían del verbo achacar -o inventándolos- y justificando la extraña sintaxis de la oración.
Pero ninguno de ellos advirtió que la lectura que daba pleno sentido al verso partía del ms. G y solo precisaba de unas pequeñas correcciones: cambiar el género del adverbio de cantidad y juntar las palabras te y la para formar el sustantivo tela, que en este caso significa, por metonimia, ropaje. Ya tenemos, pues, el segundo hemistiquio correcto, que carece de la conjunción et añadida por el ms. S: «mucha tela achaca». Y el significado de achacar lo encontramos en el Tesoro de Covarrubias, pero no en una entrada propia sino en la correspondiente a una variante:
«ASACAR, en el Castellano antiguo es levantar, porque lo que se saca se levanta en alto del lugar adonde está: en otra forma achacar, y sonsacar. Esto dice el Conde Lucanor. Asaco, el tal levantamiento».
Por lo tanto, el arquetipo perdido de este verso sería:
«Servilla con bramante, mucha tela achaca».
Comentaremos también el resto de los versos:
«El can que mucho lame sin dubda sangre saca»
Se trata de un refrán que documentará Gonzalo Correas en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627) con el siguiente texto: «Can que mucho lame, saca sangre». Pero más abajo comenta: «Es buena su lengua para lamer llagas». Y con ello confunde el verdadero significado de este proverbio, que es el que le da Juan Ruiz en esta estrofa, pues lo que quiere decir es que a fuerza de repetir pequeñas e inofensivas acciones (lamidos cariñosos de un perro) se acaba traspasando barreras que parecen inexpugnables (la piel del amo) hasta llegar a la sustancia que se oculta tras ella (la sangre). Es decir: el amante, a base de perseverar con pequeños detalles, con halagos y con buenas palabras acabará rompiendo la inicial resistencia de toda mujer difícil y conquistando su corazón. No hay, por tanto, en este verso ninguna alusión al poder curativo de los lamidos para cerrar llagas; sorprendentemente, M. Morreale, fiándose del comentario banal de Correas, cree ser éste su significado y comenta, tras mencionar a Fleming y su descubrimiento de la lisozima en la saliva del perro: «no parece tan infundada esta receta de medicina casera que Juan Ruiz aplica por metáfora a la perseverancia de la medianera». Esta absurda interpretación implicaría que el amante que sufre por no poder seducir a la mujer que ama curará sus propias heridas a fuerza de mimarse a sí mismo, ya que es él quien tiene las llagas, no la mujer que lo desdeña. Gybbon-Monnypeny critica con razón esta interpretación de Morreale y apunta en la dirección correcta («Pero aquí el símil es de la porfía en el cortejo»), aunque añade un elemento extraño a la interpretación natural del proverbio, pues los halagos o detalles del amante no producirían el efecto pretendido si en vez de dulces fueran ásperos, como supone que son los lamidos del perro para conseguir su efecto (en vez de simplemente perseverantes), ya que cree «que la aspereza de la lengua del perro es tal que con el mucho lamer ha de romper la piel del hombre».
«Maestría e arte de fuerte fase flaca»
Este es el proverbio de interpretación más diáfana. No se corresponde con ningún refrán que recoja Correas ni tampoco es adaptación precisa de alguna de las enseñanzas que la diosa Venus da al joven Pánfilo en la comedia latina que adapta el Arcipreste, aunque se puede deducir como la máxima que resume todos sus consejos para vencer la resistencia amorosa de Galatea: con maestría y arte el amante consigue convertir la fortaleza de la mujer recalcitrante en debilidad, en flaqueza, y vencer en el campo de batalla del amor.
«El conejo por maña doñea a la vaca»
Se trata de la adaptación de un refrán que tres siglos después documentará Correas en su mencionada obra como «Por arte empreñó el conejo a la vaca» y que explica más abajo, esta vez con acierto, sin entrar en escabrosidades: «Acomódase al mozo y ama que se casan. Ejemplos hemos visto de escoger a su paje». El verbo que usa el Arcipreste, doñear, tiene dos acepciones recogidas en el diccionario de la RAE: una de ellas, elegante, es ‘cortejar, galantear’; la otra es obscena y más acorde con la versión de Correas. No obstante, Cejador, seguramente por pudor, le da el sentido de ‘vencer, domeñar como dueño’ sin explicar exactamente a qué se refiere. Morreale parece matizar a Cejador cuando da su propia definición: «Doñear aquí ‘dominar’, cazar, aunque por ironía se trasluce también el otro sentido de ‘cortejar’ […]». Corominas opta por la interpretación más obscena y se explaya en ello con excesivo mal gusto.
No obstante, sea cual fuere el sentido y la literalidad que tuviera el refrán en la época del Arcipreste, nos encontramos ante una jocosidad que desentona de la delicadeza que ofrecen los demás versos de la estrofa. Pero ya conocemos el genio del Arcipreste y su habilidad para componer su libro mezclando lo serio con lo cómico y lo religioso con lo profano a niveles que suelen provocar un gran desconcierto entre todos los que se han adentrado en su obra.
Termino reseñando la estrofa reconstruida con grafía actualizada para una mejor lectura y reproduciendo su imagen en los dos manuscritos mencionados para que el lector pueda formarse su propia opinión al respecto.
«Servilla con bramante mucha tela achaca;
el can que mucho lame sin duda sangre saca;
maestría y arte de fuerte hace flaca;