El ministro Grande Marlaska saluda a María Chivite antes de acceder a la capilla ardiente del Guardia Civil David Pérez Carracedo, en la Comandancia de la Guardia Civil de Navarra, fallecido en una operación contra el narcotráfico en Barbate.

El ministro Marlasca debe dimitir. Lo exigen la democracia, la ética y la dignidad de España. Pero la consigna del sanchismo es “aguantar” porque dimitir significaría reconocer errores y fracasos y eso está prohibido donde reinan la soberbia y la arrogancia.

La no dimisión de Marlasca significa una herida purulenta y apestosa abierta en el gobierno y la demostración de que el poder es indigno y bastardo.

En cualquier democracia, dimitir proyecta la imagen de rectificación y corrección de errores, de castigo del culpable o responsable de algo que ha estado más hecho.

Y en la lucha contra el narcotráfico en la zona del Estrecho de Gibraltar hay muchos errores y carencias, desde falta de medios hasta el incomprensible y sorprendente desmantelamiento del grupo especializado en lucha contra los narcos del sur, ordenado por el propio Marlasca.

La imagen de la viuda del guardia civil asesinado impidiendo al ministro que colocara sobre el féretro la condecoración es brutal y toda una bofetada de dignidad y firmeza ética ante un sanchismo que a veces actúa como una banda amiga del delito. Cuatro veces intento el ministro colocar la condecoración, sin dignidad alguna por su parte, y cuatro veces lo impidió la viuda, aludiendo a que su marido no lo habría querido, siendo aplaudida con fuerza por los que asistían al acto.

El ministro no se sintió avergonzado, sino rabioso, demostrando así la naturaleza del gobierno del que forma parte.

El liderazgo del ministro ha quedado seriamente dañado, tanto ante el pueblo español y sus colaboradores como ante las fuerzas de seguridad que de él dependen. Mantenerlo en el poder constituye una patada en la boca a España, a su sistema político y a su pueblo.

La prensa que no está plenamente sometido al poder está hoy llena de editoriales e informaciones que piden la condena y dimisión del ministro Marlasca.

El editorial de “El Mundo” es claro y elocuente: “Basta de promesas vacías contra el narco; Marlaska debe dimitir”, se titula, y dice: “El homicidio de los dos guardias civiles embestidos por una narcolancha en Barbate tiene que suponer un antes y un después en la lucha contra el tráfico de drogas en el Estrecho. Basta ya de buenas palabras, basta ya de medallas y basta ya de promesas vacías sobre la dotación de medios: o se actúa de inmediato o no se podrá poner coto al salvaje oeste en que se ha convertido la zona. El territorio lleva décadas asolado por la impunidad con la que actúa el crimen organizado”,

Por su parte, el líder de VOX, Santiago Abascal, pide la dimisión de “todo el Gobierno” y “especialmente” de Marlaska por el “asesinato” de agentes en Barbate.

Pamplona exige la dimisión de Marlaska en el funeral. Los gritos “Marlasca dimisión” helaban la sangre y provocaban rabia popular. El sindicato JUCIL también pide la dimisión de Marlaska por su “inacción y responsabilidad en la fracasada lucha contra el narcotráfico”. El pueblo de Barbate, escenario del asesinato, clamaba pidiendo la dimisión de Marlasca, al que la Guardia Civil odia.

La Razón: Exigen la renuncia de Marlaska por la muerte de los agentes fallecidos en Barbate. Asociaciones de policías y responsables en la lucha contra el narco denuncian el abandono y la pésima gestión del ministro.

Por su parte, Marlasca se niega a dimitir, como ya hizo en el pasado, tras ser reprobado. El ministro sigue al pie de la letra la vieja consigna inmoral del socialismo, según la cual “el que resiste gana”, una conducta sin dignidad ni un gramo de democracia.

Los jueces también piden la dimisión de Grande-Marlaska por su «flagrante vulneración» de la división de poderes. La asociación Francisco de Vitoria considera que el ministro ha perdido «toda legitimidad» y ve aún más «reprobable» su actuación por ser juez.

El grito “Marlasca dimisión” no es sólo un grito de rabia emitido desde todas las asociaciones de la Guardia Civil y otros sindicatos, sino un grito popular que recorre España de norte a sur y al que el gobierno debería hacer caso, si no quiere ser todavía más odiado y rechazado por la ciudadanía.

Especial atención hay que prestar a un dato sobrecogedor: Los guardias civiles denuncian la desaparición de una unidad especial en Andalucía y exigen el cese de Marlaska: “El narco se ha disparado”. Algunos sospechan de que la desaparición de esa unidad de lucha especializada pudo hacerse para facilitar el tráfico de narcóticos.

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