Estamos viviendo con incredulidad y asombro, en estos días de resaca post elecciones andaluzas, las malas previsiones de Vox de cara no sólo a las municipales, sino a las generales, que ya vislumbran una bajada de los cincuenta y dos diputados de Vox a unos teóricos 48; con matemáticas a ojo podemos observar una pérdida de un 7% de votos en las nacionales de 2023.

Después de ver cómo las personas que mantenían la ilusión con el proyecto de Vox pedían una y otra vez a Madrid que actuase, que volviera a sus orígenes y cumpliera su palabra, la inacción solo puede responder a un plan perfectamente diseñado.

El PP necesitaba una extrema derecha con la que meter miedo y afianzar su proyecto; el fallo fue el crecimiento rápido y contundente del partido, con una afiliación fiel que daba la espalda a la derechita cobarde.

La única forma de parar la sangría de votos, tras observar que el mensaje del miedo no calaba, no ha sido otra que desilusionar a las bases del partido de Abascal, no haciendo nada o mejor dicho haciendo todo lo posible para que los afiliados pierdan la ilusión, para lo cual se han servido de los más inútiles y de los menos preparados. Todo ha sido un insulto deliberado contra sus votantes y una forma sagaz de devolverle al PP lo que siempre fue del PP.

Abascal siempre ha cobrado de Génova, unas veces económicamente y otras ayudándole a crear un proyecto de extrema derecha que ha terminado muriendo de éxito. La mejor forma de terminar con Vox es a la malagueña o a la murciana; por ejemplo, cuando ves que tras perder el 50% de la afiliación, se premia a analfabetos funcionales colocándolos como diputados regionales. Y gracias a Dios, en Málaga hemos podido evitar que se colase el tercero de la lista.

*Ex coordinador de Vox en el municipio malagueño de Mijas