Alberto González y Santiago Abascal.

Si nos atenemos a los últimos acontecimientos, no sería descabellado apuntar la existencia de un feliz consorcio entre la Gestora de Vox Málaga y el colectivo LGTBI. La relación es tan buena que Vox se ha sumado al linchamiento que ha sufrido el coordinador del partido en Mijas, Alberto González, por denunciar la presencia de niños en un acto de exaltación homosexista. Por si no fuera suficiente, hemos visto a miembros del partido verde participando en actos del Orgullo Gay, e incluso a uno de sus cargos orgánicos posando con una mascarilla con los colores del arcoiris.

En ese contexto de laxitud ideológica, es lógico que un miembro del colectivo LGTBI se atreva a reconvenir a los dirigentes provinciales de Vox. En este caso ha pedido la cabeza de Alberto González por atreverse a desairar al colectivo. El problema que tienen con Alberto González es que se trata del único coordinador de Vox en la provincia que puede acreditar unos principios tan graníticos como inalterables, y no parece que la vía de la intimidación pueda hacerle mella.

El colectivo gay quiere que Vox Málaga le ofrezca en bandeja la cabeza de González. No le perdonan que, al contrario que hace el partido una y otra vez, no esté muy ducho en la innoble tarea de bajarse los pantalones.

Tener valores y ejercerlos no cuadra hoy con el ejercicio de la actividad política. ¿Qué se supone que tiene que decir un dirigente de Vox cuando un ayuntamiento exhibe la bandera gay incumpliendo al mismo tiempo un dictamen del Supremo? Para la Gestora, permanecer callado. Para Alberto González, actuar conforme al dictado de los mismos principios que Vox decía defender.

Ahora basta conocer si Vox Málaga sucumbirá o no a las presiones para cesar a González. Con el lobby gay hemos topado. Se admiten apuestas.