Magdalena del Amo, psicóloga y colaboradora de AD: “Los países avanzados no matan en el patíbulo, lo hacen en la cama”
Magdalena del Amo.- Resulta contradictorio que la pena de muerte haya sido abolida en la mayor parte de las naciones desarrolladas y, en cambio, nos hayamos dejado seducir por una Cultura de la Muerte mucho más perversa. Es un paso atrás, en el que no solo se ejecuta a un ser humano, sino que se degrada el noble ejercicio de la Medicina.
¿Un médico que hizo el Juramento Hipocrático poniendo inyecciones letales? No se entiende. Pero los proeutanasia aseguran que nos iremos acostumbrando y llegaremos a verlo como normal y positivo. “Matar por compasión”, “matar por piedad”, o “matar por amor” son eslóganes que iremos interiorizando sin darnos cuenta, creyendo, además, que somos libres de pensar y que elegimos en libertad.
El doctor Nathanson, que tanto luchó en la defensa de la vida, hace una reflexión escalofriante: “Puedo predecir que habrá empresarios que montarán “sanatorios” para quienes deseen morir engañados por los médicos”. Se quedaba corto el célebre doctor. Nos atrevemos a decir que día llegará en que serán los propios estados quienes condenen a muerte a las personas que no sean rentables.
Toda idea, por descabellada e injusta que sea, si está bien promocionada, al final es aceptada por la sociedad. La eutanasia es un acto homicida por el que un ser humano da muerte a otro, y el hecho de que se realice con el beneplácito de la ley lo hace aún más reprobable, porque es un acto de barbarie legalizada.
A menudo, cuando hablamos de leyes que se han aprobado, injustas moralmente, se argumenta que una gran mayoría está de acuerdo o que los ciudadanos votaron “democráticamente”. Una mayoría no cambia la moralidad de un hecho. Este argumento se cae por su propio peso solo con viajar en el tiempo, tan solo unas décadas, a la Alemania hitleriana. Llama la atención que pueblos tan sesudos como el alemán hayan elevado “democráticamente” al poder a un hombre como Hitler. El Führer ganó porque los alemanes “democráticamente” lo decidieron en las urnas. Y hay que añadir que sin toda la maquinaria nacionalsocialista, el Führer no hubiera podido llevar a cabo proyectos tan macabros, ni promulgar leyes tan injustas que llevarían al Tercer Reich a implantar planes de exterminio, como la “Acción T-4”, programa nazi de eutanasia, que llevaría a escribir una de las páginas más sangrientas de nuestra historia contemporánea. Para sentar las bases del tema que estamos tratando, es decir, la dignidad de la vida humana, conviene hacer un repaso a las prácticas de la Alemania Nacional Socialista en materia de eutanasia.
Los médicos estaban obligados a llevar un registro de los niños que nacían con algún defecto físico. Los bebés eran examinados por tres peritos con poder para matarlos en el caso de que no fueran perfectos, de acuerdo a las leyes hitlerianas. Alrededor de 5.000 niños fueron asesinados inyectándoles una dosis letal de morfina o luminal.
El relativismo moral de los últimos cincuenta años, más agudizado recientemente, tanto en los países del primer mundo como en los que están en vías de desarrollo, está llevando a la sociedad a unos grados de laxitud sin precedentes. Nuestros valores se tambalean. Los principios heredados de la familia y de la tradición se desprecian. Las cadenas de transmisión que hasta hace poco eran válidas, hoy se saldan por obsoletas. Si las gentes de bien no encienden sus antorchas para iluminar la larga noche, nuestros descendientes asistirán a las postrimerías de modelos e ideas que habíamos considerado rectas. Para muchos, la vida dejó de ser algo sagrado.
En la actualidad, existen más de cincuenta instituciones antivida conectadas entre sí –ocho de ellas en Estados Unidos—que fomentan y practican la eutanasia. La más relevante es la Hemlock Society estadounidense, de la cual fue presidente el periodista británico Dereck Humphry, huido de Inglaterra para evitar ser juzgado por haberle administrado una droga letal a su esposa enferma de cáncer. Humphry presidía además la “Federación Mundial de Sociedades para el Derecho a Morir”.
Hemlock, aparte de tener su rama política, mantiene muy buenas relaciones con la prensa, lo cual le favorece para vender sus postulados. Tiene además su propia editorial, que imprime libros y folletos propagandísticos para concienciar al gran público de las bondades de dejarse matar. Periódicamente, organizan conferencias en las que participan líderes del movimiento antivida, que informan sobre el uso de fármacos para ayudar a morir. Incluso presentan testimonios de personas que han participado en la muerte de algún ser querido, al más puro estilo de los shows de las sectas destructivas.
En España, la vida vale muy poco. En virtud de leyes que se han ido promulgando, con el beneplácito de una sociedad durmiente y carente de empatía, ni los embriones, ni los bebés en gestación, ni los viejos están seguros. Y esto va in crescendo. Dentro de poco, el Estado totalitario dictaminará quién debe vivir y quién no, qué vidas tienen valor y cuáles hay que destruir por inservibles. Ya está ocurriendo, de facto.
(Extracto de mi libro La dignidad de la vida humana, La Regla de oro Ediciones, Madrid, 2012).
NOTA:
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Buen articulo. Es curioso pero la mayoria de los paises del paralelo 33 tienen pena de muerte casualmente.
En USA también han tenido leyes genocidas