El adiós de Jesús Dionisio Altamirano Macarrón: un malagueño sabio y cabal, un español de bien
No ha muerto esta semana un malagueño cualquiera. A los 72 años ha pasado a mejor vida Jesús Dionisio Altamirano Macarrón, el octavo de los trece hijos de Adeodato Altamirano Labory, insigne político del Movimiento y director que fue de la Fábrica de Tabacos de Málaga. Quienes le trataron coinciden que Jesús Dionisio era sobre todo una persona recta, sabia e independiente, un hombre en quien confiar. Se trataba de una de esas escasas personas que podían ser consideradas de imprescindibles. Nos cabe el honor de sentir como amigo y tener como colaborador a Xavi Altamirano, uno de sus hermanos. Unánime es también la opinión de que Jesús Dionisio derrochó su magisterio moral y su lucidez analítica para disfrute de todos los suyos.
La semilla plantada por el malogrado Jesús Dionisio florecerá mientras su legado humano intacto en el recuerdo de sus hijos y nietos. Fue un luchador nato, un pionero en tantas cosas que nos sería imposible desgranarlas todas. Nunca renunció a defender las cosas que sublimaban su pertenencia a la especie humana. Trascendentalista y siempre con un punto de rebeldía crítica, coherente y tesonero, Jesús Dionisio nació en Málaga un 24 de diciembre. La defensa de la libertad y el amor apasionado a España fueron dos de los ejes que vertebraron su fecunda actividad creadora.
Se nos ha ido un español de Málaga, o un malagueño de España, que por encima de todo singularizaba y prestigiaba tal denominación. Su huella permanecerá siempre fresca entre quienes tuvieron la dicha de saborear su magisterio moral y su fecundidad intelectual.
Toda su vida laboral transcurrió en la Caja de Ahorros de todos los malagueños, hoy Unicaja, donde se jubiló ostentando un puesto de máxima responsabilidad. Fue también aficionado a la caza, a la pesca, a los perros, a los toros y un rociero de raza. Todo en él rezumaba amor por las tradiciones de su patria chica, Andalucía, a la que quiso tanto. Pero sobre todo, lo que más le hacía disfrutar era compartiendo su tiempo, que siempre le resultaba escaso, con su familia, de la que tan orgulloso estaba, y a la que cuidaba y protegía.
Sirva pues estas líneas como testimonio de reconocimiento a un hombre grande y sencillo, cercano y afable, vitalista y hogareño, sabio y profundo; con el estoicismo machadiano y el valor ante la muerte de esas grandes figuras de la tauromaquia, a las que tanto admiró. Aunque presa de una leucemia desde hace meses, estaba a punto de serle trasplantada la médula ósea de un donante anónimo. No hubo tal porque la letalidad de la pandemia se entrecruzó en su camino con la vida. Se despidió de este mundo con la elegancia que en él fue siempre guía y norte.
Ha muerto un “buen hombre en todas las facetas de su vida”, como recuerda su hermano Xavi, pero nos deja el amable y bello recuerdo de una vida muy bien y sabiamente aprovechada. Descanse en paz el hombre ejemplar, el leal amigo y el entrañable hermano. La herencia de don Adeodato Altamirano Lavory no pudo ser mejor aprovechada.
El mejor padre del mundo! Orgullosa ser hija de él… siempre te echaré de menos
Descanse en paz. Siempre se van los mejores.
Lástima que su hermano Pedro no se le parezca en lo más mínimo.
Cuanta razón tiene,que pena tener una lacra así en la familia
Qué gran hombre debió ser y qué bonito epitafio. DEP este español de Málaga, o malagueño de España, con la satisfacción de las cosas bien hechas y el recuerdo tan sentido que ha dejado a los que le conocieron.