Alberto Rodríguez

El diputado de extrema izquierda por Santa Cruz de Tenerife y secretario de Organización de Podemos, Alberto Rodríguez, salió a la defensa del vicepresidente segundo de España y líder de su partido, Pablo Iglesias.

Ante el hostigamiento que alega sufrir el líder de la izquierda española y su esposa Irene Montero, el diputado echó más leña al fuego y aprovechó la oportunidad para arremeter contra el Rey y los empresarios del país europeo, sosteniendo que “cuando le pase a Florentino Pérez, a Ana Rosa Quintana o al Rey tendremos que decir: ‘Bueno, es lo mismo que le pasa a Pablo Iglesias y a Irene Montero’”.

Este episodio está lejos de ser aislado. Podemos ha demostrado a lo largo de los últimos años una tendencia a victimizarse ante cualquier clase de expresión contraria a sus principios y valores.

Un claro ejemplo de esta tendencia es el reciente altercado entre el periodista de Antena 3 Vicente Vallés y el diputado por Zaragoza, Pablo Echenique, en el que el funcionario sostuvo que “lo que le pasa a Vicente Vallés es simple y es lo mismo que le ocurre a toda la derecha y la ultraderecha: Le produce sarpullido que las cloacas no consiguieran su objetivo y Unidas Podemos esté en el gobierno”.

Tras ser repudiado por miles de españoles, Echenique se escudó en su libertad de expresión e Iglesias sostuvo que había que “naturalizar la crítica y el insulto”.

En esta ocasión, sin embargo, el vicepresidente no aplicó el mismo criterio y prefirió denunciar a sus presuntos agresores por manifestarse en su contra en las inmediaciones de su amplia casa en las afueras de Madrid.

Resulta poco claro por qué motivo Podemos dejó de lado la visión positiva de los insultos y las críticas que Iglesias había expresado públicamente hace poco menos de dos meses para pasar a tildar a quienes insultan al dirigente de izquierda de violentos y fascistas.

La izquierda tuvo a lo largo de su historia una tensa relación con las libertades individuales. De todos modos, existe un caso que destaca por sobre los demás. La utilización del aparato represivo del Estado para perseguir, torturar y matar a varios millones de chinos fue moneda corriente durante los 10 años que duró la “Revolución Cultural” del dictador Mao Zedong.

Este crimen contra la humanidad, sin embargo, no parece haber alterado a Pablo Iglesias. Al contrario: varios de los partidos que conforman Unidas Podemos, entre ellos el Partido Comunista Español, pertenecen al Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros, al que también se encuentran afiliados los partidos comunistas gobernantes de China, Corea del Norte y Cuba.

El mensaje de la derecha debe ser contundente: no somos ni vamos a aceptar ni a Mao Zedong ni Alberto Rodríguez. Quien desee criticar a Pablo Iglesias está en todo su derecho a hacerlo.

Las protestas sociales han sido una herramienta que la izquierda ha empleado por años y, sin lugar a dudas, en España ha tenido enormes resultados. De ninguna manera es positivo que un ciudadano invierta su tiempo en arrojar objetos contra la propiedad de Pablo Iglesias o Irene Montero, pero si bien vale que estos políticos con aspiraciones dictadoras entiendan que no tienen el apoyo de la gente.

Y más debe preocuparle a la población, que ante una protesta social, la respuesta de un diputado del oficialismo sea la de lanzar ataques contra los grupos empresariales; serán ellos y sus empresas las que contraten personal, produzcan y finalmente reactiven la azotada economía española. Si España quiere regresar al camino del desarrollo y la paz, deberá requerir a sus funcionarios un mayor respeto por el sistema republicano, la igualdad ante la ley y la libertad.