Ha vuelto a correr por las redes sociales el antiguo vídeo de aquella recepción que ofreció la Guardia Civil, tras la detención del terrorista Josu Ternera, y que contó con la presencia del ministro del Interior, Grande Marlaska.

El staff de la Guardia Civil con sus uniformes de paseo formados en la sala. Un par de generales, algunos coroneles, unos pocos oficiales y unas señoras sargentos con cara de inmenso placer, eso sí, recibieron exultantes al elegantísimo ministro. El hombre pasó saludando por delante de la fila de oficiales que le daban la coba correspondiente. Un cuadre y apretón de manos, cuadre y apretón de manos… hasta que el señor ministro llegó a la altura de un coronel, tirando a sesentón, al que cogió de la nuca, mientras le espetaba dos sonoros y efusivos besazos, que fueron correspondidos casi simultáneamente por el militar… Suponemos que por aquello de la “obediencia debida”, que tanto daño a hecho al prestigio de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado a lo largo de su dilatada historia.

Y como nosotros no somos quienes para juzgar -como dice el papa Francisco- los comportamientos de aquellos que tal vez esperan un ascenso al precio que sea, nos limitamos a ofrecer a nuestros lectores la curiosa escena.

No dejan de llamar la atención los atentísimos rostros de los circunstantes: una mezcla de devoción, afecto y servil reverencia cuasi divina. Si pudiera contemplarlo don Francisco Javier León y Ezpeleta, el II Duque de Ahumada, los correría no a gorrazos, sino con un pelotón de bigotudos guardias civiles con las bayonetas caladas. Pero no caerá esa milagrosa breva. Los tiempos ya han cambiado demasiado.