AD.- No es hora de andarse por las ramas. Con unas perspectivas económicas raquíticas y una población cada día más empobrecida, sobran inmigrantes, y muchos. No es una cuestión de prejuicios raciales, sino de sentido común, de priorizar los intereses de los de casa. Todo indica que estamos a las puertas de un desastre económico en el que crecerá la conflictividad social, y que nos acercará a escenarios de disturbios tan violentos como los que se vivieron en Kenia o Suráfrica.

Tras la consolidación del sistema de alternancia de partidos, la oligarquía liberal rebajó las condiciones laborales de los españoles mediante la llegada de una vasta mano de obra muy poco cualificada y que aceptaba trabajar por salarios muy bajos. La inmigración masiva ha sido promovida por los distintos gobiernos de la democracia aún cuando la tasa de paro nunca se mantuvo por debajo de los tres millones. Pese a la importante merma causada a los intereses de los trabajadores autóctonos, sindicatos y partidos de izquierda apoyaron los flujos migratorios a España provenientes de África, Sudamérica y Asia.

Por otra parte, oenegeros, progres y buenistas han defendido siempre que una cultura o civilización no tiene nada que ver con el sustrato étnico que la originó. Piensan por tanto que daría lo mismo cambiar unas etnias por otras, o mezclarlas en una miscelánea sin identidad, ya que la cultura o civilizacion prevalecería de cualquier forma. Esta teoría la defienden incluso partidos que se autoproclaman identitarios. Craso error. Un país no se reduce a un territorio concreto, ni a un un espacio físico determinado.

Un país es una cultura, una historia, una tradición, unas costumbres, una moral, una raza histórica, una identidad (no doce, ni veinte), unos recuerdos comunes, una identidad de sentimientos y creencias, una unidad de destino. Si la población española, en lugar de estar habitado mayoritariamente por españoles de origen, fuese suplantada demográficamente por una mayoría de africanos o asiáticos, simplemente España dejaría de ser España.

Hace siete mil años, Grecia se extendía sobre Asia Menor y la costa egipcia. La mayor parte territorial de Grecia estaba en Asia. Cuando el elemento griego fue reemplazado o sustituido, por expulsión, exterminio, conversión o asimilación a los nuevos amos del momento, o a los invasores llegados de otras regiones, esos territorios dejaron de ser Grecia. Alejandría era una ciudad griega, Constantinopla (la actual Istambul) era una ciudad griega, y así cientos de ciudades de Asia Menor. Hoy de griegas sólo tienen algunas piedras que han quedado en pie y algunos edificios “reciclados” al modo islámico. Esa Grecia desapareció con los griegos, menguó a la par que menguaba el sustrato poblacional que la hizo posible.

La inmigracion extraeuropea masiva equivale a un lento y agónico suicidio de las poblaciones nativas. De entrada, las capas medias españolas no han hecho más que empobrecerse en los últimos años. Pocos parecen ser conscientes del tenebroso porvenir que les acecha. La mayoría ha sucumbido al efecto anestésico de la prensa globalista, que ha sustituido su misión de informar por la adquirida de reeducar a base de mentiras y falsedades, para empotrar los valores ideológicos de una oligarquía miserable que pretende el holocausto demográfico de las poblaciones nativas europeas. Y no será porque no fuimos advertidos hace cuarenta años.