Una noche en el Congreso
Decía Groucho Marx y decía bien:
-¿Por qué no hacemos que la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte?
Ahí está la clave. La solución que todos esperábamos, aunque no lo supiésemos y la que se nos viene encima en esta vuelta a la progresía sin dolor, que nunca será progresía ni contratante. La segunda parte contratante va a ser y de forma ostentosa la primera parte de la segunda parte, sin que la segunda parte de la primera -aparentemente al menos- alcance a ver a la primera contratante, y me darán la razón porque en el fondo no deja de ser la segunda parte.
Al fin un algoritmo de política de garrafa, pero que con Ivan Delgado en la recámara va a arrasar en los lejanos comicios hacia los que va cabalgando un jinete que lleva el alma destrozada y quisiera perder la vida para reunirse con su amada. Un sin vivir continuado, una vuelta al futuro, para al final nada de nada. ¿Los mejores? No, en absoluto, de eso no hay cuidado. No va a enchufar el tren a mayor voltaje el niño, sino a conducir despacito en llegando a Angrois y hará posturicas y caritas de que se entera, entre gilipolleces ridículas que a nadie nos extrañarán. Habrá chispazos de genio marca de la casa y el PSOE lo pagará caro en las primeras elecciones que se produzcan, en las segundas y en las terceras. ¿Atraerá el voto de la extrema? No. Lo lamentaremos, sencillamente, y en compás de espera. Que termine de une pute foi.
Nada del Echenique en Exteriores, ni del Monedero en Hacienda, ni de María Patiño, a la que siempre echaré de menos en Igualdad. Eso sería progreso hacia el pasado y es una película que no vamos a ver en la sesión infantil, porque sería el fin de la segunda parte contratante y de la primera inclusive, pese a que la hagamos la segunda de la primera parte contratante, con los fósiles amortizados que está reclutando hogaño entre los jubilatas de antaño. ¡Todavía alientan, Perico! ¿Nos va a traer a la Aido y a la Pajín que ya estarán maduras? ¡Qué tropa, Dios!
Al que no recupera el frente popular de la postverdad, en esta delantera goleadora y al que vamos a echar de menos es al buen Corcuera, que vio la luz y lo dijo a voces.
Lo mejor de todo es que Roma no pagará a traidores peneuvistas rurales, garrulos y comarcales, que andan con lindes y regadíos –que nunca sabré qué coño pintan en el Congreso Nacional decidiendo sobre España- y alguien les reclamará en las urnas la diferencia del gustazo que se han dado enseñándonos sus traiciones y atreviéndose a darnos clases. Por otro lado, que el cobarde gallego –nos queda otro, no lo olvidemos- o quién le suceda en esta segunda parte contratante se convierta ahora en intrigante y aplique las medicinas purgantes a quién se las merece, en frío y lentamente, que es como saben a demonios y producen gustirrinín, a lo mejor le redime y gana votantes, que se han ido por la atarjea y tan solo regresarán en la medida de que el mal sea el menor, pero muy menor y de verdad, cumpliendo. ¿Podría ser cierto?
Con lo fácil que sería hacer una buena ley electoral en la que se anoten cuatro modificaciones exigentes y claras, eso sí y en caso de duda elecciones, que somos los que pagamos y todos contentos. A aprender solfeo a Salamanca, coño.
Hay pocas maneras de recuperarlos y esa es una de ellas, junto al tiempo de gobierno socialista que nos espera y que aunque poco será muy eficaz, seguro. Quien ha empujado las sillas y ha buscado esta salida sin elecciones y sin cabeza, aprovechando las gateras ya puede ir contándonos otras milongas y aprender que donde las dan las toman y que verdes las han segado, porque es cierto.
Los experimentos con gaseosa o con sus padres de ellos, no con nosotros, ni con España.
Excelente artículo de fondo y de forma