La verdad sobre Lenin (y 2): los ríos bolcheviques de color púrpura
Por Laureano Benítez Grande-Caballero.- Ante el espanto y los escalofríos que seguramente provocarán los hechos de la «Revolución de octubre» que se van a narrar seguidamente, confieso que me dan ganas de advertir al lector de que su contenido puede herir la sensibilidad, como sucede con aquellos documentales que previenen al espectador de que van a presenciar imágenes «duras», «fuertes».
Puede parecer exagerada y efectista esta advertencia, pues deberíamos estar ya acostumbrados a todo tipo de horrores en este siglo XXI ?y más en nuestro país, donde sufrimos el terrorismo anticatólico de las hordas luciferinas?, que teóricamente nos han curado de espantos y nos deberían haber insensibilizado ante pogroms, holocaustos, y todo tipo de «soluciones finales».
Realmente, me sorprende cómo se subraya en la historiografía el holocausto de los judíos como la epopeya del horror, y se pasa prácticamente por alto el apocalipsis rojo que desencadenó el demente Lenin. Apocalipsis «gore», nauseabundo escenario de carnes quemadas, úteros violados, ojos vaciados, cuerpos torturados y poblaciones masacradas «ad nauseam» en mazmorras siberianas, en chekas como carnicerías, hasta conformar un horrendo río de sangre que anegó Rusia, un sanguinolento tsunami que arrolló la devastada Rusia poszarista con ríos de color púrpura.
Y lo más sorprendente es que los crímenes de este genocida mongol cuentan con abundante documentación, como demuestra el sovietólogo Mikhail Voslensky en su libro «Dioses Mortales».
Siempre se ha comentado que el «terror rojo» fue producto de las circunstancias, que prácticamente exigían una mano de hierro que eliminara la conspiración de los contrarrevolucionarios, según una política de «legítima defensa». Ya en el artículo anterior eché por tierra este falaz argumento, y demostré claramente que la violencia genocida era simplemente un instrumento revolucionario perfectamente planificado, al servicio del golpismo bolchevique y la dictadura «proletaria».
Pero en este artículo vamos a profundizar más en un factor al que no se ha prestado prácticamente ninguna relevancia, ya que, aunque el terror es algo intrínseco a la mayoría de procesos revolucionarios, todavía lo será más en una subversión golpista que pretende instaurar una dictadura en contra de la mayoría del pueblo, al cual hay que controlar precisamente con el terrorismo genocida.
Y aquí aparece el factor capital, pues, en último término, una revolución como la bolchevique, necesitada ?debido a su casi nulo apoyo popular, y a que es parte de su naturaleza intrínseca? de una estrategia de horror, precisaba para materializarse de una mente lo suficientemente pervertida, con un grado de locura tan elevado, con una crueldad tan absoluta, que fuera capaz de llevar a la práctica todo el terror que demandaba el golpe bolchevique.
Y en esto apareció Lenin ?y más tarde Stalin, otro exterminador?, para cumplir ese papel, para acaudillar un terror luciferino de una magnitud tal, que desencadenó un horrendo apocalipsis inédito en la historia.
Con mucha frecuencia, se puede captar el talante de un personaje a través de los pequeños detalles. En este sentido, hay una historia que ya revela la infinita crueldad del calvo mongol. La esposa judía de Lenin ?vaya, vaya. También las tres mujeres de Stalin fueron judías, por cierto? Nadezhda Krupskaya relataba en sus «Memorias» ?publicadas en Moscú en 1932? que en cierta ocasión Lenin remó en un bote hasta una pequeña isla en el Río Yenisei, lugar donde muchos conejos habían emigrado durante el invierno.Una vez allí, Lenin apaleó hasta la muerte a tantos conejos con la culata de su rifle, que el bote se hundió bajo el peso de todos los animales muertos.
Esta historia es una magnífica metáfora para describir cómo era este siniestro personaje, que disfrutaba de cazar y matar. No otra cosa hizo durante su liderazgo de la revolución comunista: cazar y matar todo lo que su mente deformada les señalaba como enemigos, como si fueran conejos.
En eso consistió el golpismo bolchevique, en una caza liderada por el exterminador calmuco, quien afirmaba sin tapujos su idea de la revolución: «¡Que el 90 por ciento del pueblo ruso perezca si el 10 por ciento puede experimentar la revolución mundial!».
Imbuido de esta locura genocida, sus llamadas a la ejecución de un terror implacable eran constantes, acusando a sus conmilitones de blandenguería. El 28 de abril de 1918, «Pravda» e «Izvestiya» publicaron el artículo de Lenin «Las Tareas Presentes del Poder Soviético» donde escribió, entre otras cosas: «Nuestro régimen es demasiado blando». En algunas ocasiones llegó a afirmar que para la ejecución de sus planes prefería a los judíos, porque pensaba que los rusos no tenían agallas para llevar a cabo el terror que pretendía imponer.
Según señala Juri Lina en su obra «Bajo el signo de Escorpio» ?que el autor sueco se autopublicó, debido al boicot editorial que hicieron a una obra tan explosiva, la cual pone al descubierto el horror genocida del comunismo?, «la Cheka estaba bajo el control de judíos, según dicen los documentos ahora disponibles. Mucho de esto ya era conocido en 1925. El investigador Larseh escribió en su libro “La Sed de Sangre del Bolchevismo” que el 50 por ciento de la Cheka lo formaban judíos con nombres judíos, y el 25 por ciento eran judíos que habían tomado nombres rusos. Todos los jefes eran judíos».
Trotsky afirmaba que el demente Lenin habría gritado aproximadamente diez veces al día durante el mes de julio de 1918: «¿Es ésta una dictadura? ¡Esto es sólo un budín de sémola!».
Sémola amasada con sangre, ya que en el mismo año ordenó la ejecución de 200 personas en Petrogrado por la única razón que habían asistido a la iglesia, estaban trabajando en artes manuales o habían vendido algo.
También en 1918, Lenin enviaba a los cuadros del partido y a los responsables de la Cheka telegramas como éste: «Una troika de dictadores debe ser establecida y el terrorismo masivo debe comenzar de inmediato. Las prostitutas que beben con los soldados y los ex funcionarios deben ser fusiladas o deportadas en seguida. ¡No podemos esperar un solo minuto! ¡A toda velocidad con los arrestos masivos! ¡Ejecute a los poseedores de armas! ¡Comience la deportación masiva de los Menshevikes y de los otros sospechosos!»
Inmediatamente, Lenin envió telegramas a los comités locales con instrucciones para comenzar a practicar el terror implacable contra los «kulaks» (granjeros acomodados), contra los sacerdotes y los Guardias Blancos.
Como los bolcheviques solamente contaban con una fuerza apreciable en Moscú y Petrogrado, las dos ciudades rusas más importantes, la Cheka recién creada ?y que, sin embargo, llegó a tener 200.000 agentes en 1919, repartidos por todo el país, con sedes propias provistas de salas de tortura? usó el terror como método de someter a las poblaciones reacias a aceptar la dictadura del proletariado. Los crímenes más siniestros tuvieron lugar en Ucrania, Crimea, Kubán y el Don. Allí se asesinó a miles de personas por los métodos más brutales: decapitaciones, gaseamientos, fusilamientos, castraciones, cremaciones en vivo, etc.
Según el periódico semanal que editaba la Cheka, durante el período 1918-19 fueron ejecutadas 1,7 millones de personas. Entre enero de 1921 y abril de 1922, se ejecutaron 1.695.904 personas de todos los estamentos sociales, acusados bajo el crimen de «pensamiento anti-social».
El río de sangre fue de tal magnitud, que la Cheka tuvo que crear un nuevo oficio: «contadores de cuerpos».
Después del asesinato de la dinastía imperial de los Romanov en julio, el 9 de agosto Lenin impartía la orden de «implantar el terror de masas». Seis días después daba instrucciones para detener a los líderes del resto de partidos políticos.
Ante estas atrocidades, las fuerzas opositoras provocaron una guerra civil, para intentar acabar con el terror, contienda que acabó con casi 12 millones de víctimas, de las cuales 5 millones corresponden a muertos por hambruna, y otros 2 millones fueron fruto de la represión roja.
Los criminales de la checa infundían el terror con la táctica de tomar y ejecutar numerosos rehenes, con frecuencia relacionados con los campesinos que desertaban ante la movilización forzosa.
Por poner un ejemplo, a raíz de un levantamiento en Nizhni de los propietarios que eran víctimas de la incautación de sus bienes por destacamentos militares, Lenin hizo el siguiente llamamiento al terror: «¡Camaradas! El levantamiento de los “kulaks» ?pequeños propietarios agrícolas? en vuestros cinco distritos debe ser aplastada sin piedad (…) Debéis hacer ejemplo de estas personas. (1) Cuelgue (me refiero a colgar públicamente, por lo que la gente lo vea) al menos 100 kulaks, ricos bastardos, y chupasangres conocidos. (2) Publicad sus nombres. (3) Aprovechad todo su grano. (4) Liberad a los rehenes según mis instrucciones en el telegrama de ayer. Haced todo esto para que las personas kilómetros a la redonda lo vean todo, lo comprendan, tiemblen, y decidles que estamos matando a los kulaks sedientos de sangre y que vamos a seguir haciéndolo (…) Atentamente, Lenin. Posdata: Buscad gente más dura».
El 20 agosto de 1919, Lenin felicitaba a Semashko ?comisario de salud? por esta política: «Le felicito por la exterminación enérgica de los kulaks».
Otro sector de la población que sufrió la horrible persecución leninista fueron los estudiantes universitarios, ya que pensaba que podrían ser una amenaza para el régimen soviético. El paroxismo represor llegó hasta el punto de que se ejecutaba a un joven simplemente porque la policía detectaba en su frente la marca que dejaba la gorra que solían llevar los estudiantes.
Por supuesto, las matanzas indiscriminadas eran acompañadas de toda clase de torturas y vejaciones.
En su libro, Lina describe con rigor crímenes espeluznantes, corroborados por testigos e investigadores: «Varias fuentes cuentan cómo los chekistas en Kharkov pusieron a las víctimas en una fila y clavaron sus manos a una mesa, hacían un corte en las muñecas con un cuchillo, vertían agua hirviente sobre las manos y tiraban de la piel. Esto era llamado “sacar el guante”. En otros lugares, la cabeza de la víctima era puesta sobre un yunque y era lentamente aplastada con una prensa a vapor. Aquellos que deberían sufrir el mismo castigo al día siguiente eran obligados a mirar.
Hubo chekistas que acostumbraban a abrir el abdomen de sus víctimas, seguido de lo cual, cortaban un trozo de su intestino delgado sacando una pequeña porción y esta la clavaban a un poste del telégrafo y, con un látigo, forzaban a la desafortunada víctima a caminar en círculos alrededor del poste hasta que todo el intestino había sido desenredado y la víctima moría.
Otro chekistas aplastaban las cabezas de sus víctimas con destornilladores especiales, o los taladraban usando herramientas dentales. La parte superior del cráneo era aserrada y el más cercano en la línea era obligado a comer cerebro, siguiendo el procedimiento hasta el fin de la fila.
Los chekistas arrestaban a menudo a familias enteras y torturaban a los niños delante de los ojos de sus padres, y a las esposas delante de sus maridos».
Mikhail Voslensky, un ex funcionario soviético, describió algunos de los crueles métodos usados por los chekistas en su libro «Nomenklatura»: “En Kharkov, las personas eran escalpadas; en Voronezh, las víctimas de torturas fueron puestas en barriles en los que se martillaron clavos para que dañaran a quien estaba en el interior y luego hacían rodar los barriles. Con una estrella de 5 puntas (normalmente usada anteriormente en la magia) al rojo “marcaban” las frentes de las víctimas; en Tsaritsyn y Kamyshin, se amputaron las manos de víctimas con una sierra; en Poltava y Kremenchug, las víctimas fueron empaladas; en Odessa, les asaron vivos en hornos o les rompieron a pedazos; en Kiev, las víctimas fueron puestos en ataúdes con un cuerpo descompuesto y enterrados vivos, sólo para ser sacados nuevamente después de media hora».
Otras terroríficas prácticas demuestran que el sanguinario terror leninista no escatimaba crueldad para sus víctimas: atar los presos a tablas, y poco a poco introducirlos en hornos o tanques de agua hirviendo; quitar la piel de las manos para producir guantes; la mina la gente desnuda alrededor de barriles tachonados con clavos internos; justificación y aplicación; empalamiento de miembros del clero y enterramiento de campesinos vivos; derramar agua fría sobre los prisioneros desnudos, y obligarnos a caminar por las calles invernales hasta que se congelaban; en Kiev, el regimiento chino del ejército rojo colocaban ratas en tubos de hierro cerrados en un extremo con tela metálica y el otro colocado junto al cuerpo de un prisionero, los tubos se calentaban hasta que las ratas roían las entrañas de la víctima en un esfuerzo por escapar.
El jesuita Jorge Fernández Pradel afirma en su obra «La URSS» (1932), guiando por fuentes estadísticas soviéticas, que el «Terror Leninista» produjo, entre los años 1917-1921, 1.670.738 víctimas, repartidas de la siguiente forma: 890 mil campesinos; 268 mil soldados y marinos; 56 mil Oficiales; 196 mil obreros; 8.800 médicos; 6775 profesores y maestros, y 212.263 intelectuales y empleados, sin contar los obispos y sacerdotes. Como es obvio, ningún rabino o sinagoga fue tocada durante el régimen soviético.
Pero hay autores, como Voslensky, que afirman que Lenin fue personalmente responsable de los asesinatos de 13 millones de personas.
Aparte de los «kulaks» y los supuestos opositores al régimen, las víctimas predilectas del chekismo fueron los sacerdotes: antes de que los bolcheviques tomaran el poder había 360.000 sacerdotes en Rusia. Solo en el año 1918, se estima que fueron masacrados 3000 religiosos. Al final de 1919 sólo 40.000 permanecían vivos.
Esta apocalíptica persecución fue perfectamente explicada por un tal Gus Hall, secretario general del Partido Comunista de Estados Unidos: «Los cristianos siempre están cantando sobre la sangre. ¡Déjenos darles suficiente! ¡Vamos a cortarles la garganta y arrastrarlos sobre el altar! ¡Y que se ahoguen en su propia sangre! Sueño con el día en que el último sacerdote es estrangulado en las tripas del último predicador».
Realmente tremendo, pero superado por la realidad, ya que los miembros del clero fueron víctimas de un terror realmente brutal. Documentos aportados por la «Comisión presidencial para la rehabilitación de las víctimas de la represión política», demuestran que muchos religiosos fueron crucificados, arrojados a calderos con alquitrán hirviente, estrangulados, obligados a comulgar con plomo fundido, ahogados en agujeros en la nieve… Los ojos de dignatarios de la iglesia eran arrancados fuera de sus orbitas, sus lenguas eran cortadas y los enterraban vivos. El obispo de Voronezh fue hervido vivo en una olla grande, después de esto se obligó a los monjes, con revólveres apuntados a sus cabezas, a que bebieran esta sopa.
En su documental «La Rusia que Nosotros Perdimos», el director Stanislav Govorukhin cuenta cómo el sacerdote en Kherson fue crucificado. El arzobispo Andronnikov en Perm fue torturado: sus ojos fueron sacados, sus orejas y nariz fueron cortadas. En Kharkov, el sacerdote Dmitri fue desnudado. Cuando él intentó hacer la señal de la cruz, un chekista le cortó su mano derecha.
Ante la magnitud apocalíptica de este holocausto inenarrable, posiblemente haya quien pueda pensar que este terror de sangre que produjo el golpe bolchevique se haya exagerado, pues no es posible que una mente humana pueda conferir y ejecutar una masacre tan luciferina.
Pero ésa era la mente de Lenin, producto de un cerebro degenerado y enfermo ?conservado en formaldehido, es uno de los más estudiados de la historia?, del que oficialmente se decía que había sido afectado por el intento de asesinato de que había sido objeto el tirano. Sin embargo, en junio de 1992 se reconoció oficialmente en Moscú que Lenin murió de sífilis ?algo que ya había afirmado el mismo Trotsky en su tiempo? contraída en los burdeles de París en 1902, enfermedad que le causaba crisis de furia controlada, insomnio y dolores de cabeza. Obsesionado por el sexo, no le bastaba ni con su mujer ni con las dos amantes que tenía.
En la Navidad de 1923, sólo unas semanas antes de su muerte, Lenin estaba sentado en su balcón y aullaba a la luna llena como un lobo. Por cierto su hermano, otro asesino, murió sumido en la locura. Al parecer, eran un estigma de la familia las alteraciones cerebrales.
Su genio y su figura le acompañaron hasta la fecha, ya que el arquitecto Alexei Shchusev diseñó el mausoleo de Lenin según el modelo del altar central del Templo Satánico en Pérgamo.
El periódico «SN» escribió el 14 de mayo de 1981, que el Altar Central de los Satánicos estaba en el mausoleo de Lenin.
Estos ríos de color púrpura que se desbordaron en Rusia nos son bien conocidos a los españoles, que sufrimos el horror parecido de la República luciferina.
Pero esto no fue todo, ya que después vino el carnicero georgiano, el zar de los piolets, que desencadenó un océano púrpura done desembocaron los ríos leninistas: Stalin.
Extraordinario artículo.
¡Y que venga alguno a Moscú a recoger firmas contra la momia de ese Satanás puro!, que le meten una paliza y a la cárcel. Y aquí en España la morraña buscaodios recoge firmas contra la asociación Francisco Franco y les sacan en la puta televisión como si fueran lo contrario.
Viva Franco que nos libró de que ganaran ese tipo de seres con los pecados capitales grabados en su puto adn.
Estos psicópatas eran el modelo del “Frente popular”, y luego la versión oficial políticamente correcta pretende que el Frente Popular de la II República era “demócrata”. Contra la ideología de estos monstruos surgieron, como reacción a la barbarie, el fascismo italiano y nuestra Falange.
Una estaca en el corazon a la momia vampirica y que lo quemen con todos los honores no se merece menos.
La gran verdad es que el marxismo creo monstruosos genocidas y asesinos (en el nombre de su doctrina se contabilizan mas de 100.000.000 cadáveres) y no es ningún secreto que a este y otros sujetos de su especie la izquierda lo lleva en sus banderas, camisetas y pegatinas como icono ejemplar de la paz y bienestar social.
Judíos…
Parecen vampiros, demonios joder más feos que Nosferatu.
Sin los Alemanes, este asesino diabólico nunca hubiese llegado a Rusia. Que monstruoso error, otro ejemplo del desastre que fue la I GM.
buenisimo artículo. Siga así 😀
Felicidades por estos tenebrosos artículos divulgativos D. Laureano. Muy ilustrativos y siempre oportunos, especialmente para aquellas personas buenistas e ignorantes de la historia, de la terrible historia que esconde el diabólico sistema político comunista y socialista. Fue tal el terror inoculado a las gentes que aún hoy es patente de forma atávica en la mente de generaciones que ni siquiera lo sufrieron de forma directa. Cualquiera que haya leído la obra de Alexander Soltzeniski o de los citados en este artículo, puede entender la mente enferma y criminal de estos grandes canallas criminales rojos. Ni la de sus emulos durante… Leer más »
Hay una cosa mucho peor que estos criminales : Los que los que niegan sus crimenes ,los siguen ,los apoyan y los que haciendo alegorias los hacen heroes, como al serial killer Che Guevara.
Algún dia ,la vida del Marx ,cuyas dos hijas se suicidaron, o las de criminal Troski o el genocida Lenin Stalin y otros ídolos de los de la TRIBU SINIESTRA ,la de Caín ,cuyas maximas son la envidia ,el saqueo ,el robo ,el asesinato y el genocidio en banda organizada.
No hay qué olvidarnos que la URSS tenía por objetivo extender su terror rojo por toda Europa hasta el Atlántico y lo estaba consiguiendo implacablemente, hasta que se unieron las potencias del eje con el fin de contener los avances comunistas (Japón, Italia y Alemania), y solamente tras lo que fue la mayor guerra que ha conocido la historia de la humanidad en bajas humanas, y también gracias a los millones de soldados voluntarios de todo el mundo (como la gloriosa legión Azul de España) fue posible contener a la URSS fuera de la Europa occidental, aunque si no se… Leer más »
Slava Lenin!! Qué raro que este gran periódico denigre a Lenin y ensalce la figura del dictadorzuelo Patxi. Salud camaradas!
Pobrecito Lenin, con lo majete y campechano que era.
Otro sifilítico abertzale
O es sifilitica?.
No nos podemos escandalizar de que a los abertzales les inspiren los asesinos psicópatas.
Qué raro que no hubiera por aquí algún gudari de esos que confunden el frente con la frontera. Haber héroe de la revolución bébete esto haber si se produce el milagro y te enteras de qué va la película. https://youtu.be/sRps5hEprcY
A ver que hasta el corrector es antiespañol.