Consejeros homófonos y heterófonos (sic)
Así nos luce el pelo. Este es el nivel de algún consejero de la Junta de Extremadura (que se llevan entre 67.000 a 74.000 euritos de vellón anuales, incluso, eso sí, los bisiestos) y nada nos impide suponer que esta calidad total sea extensiva a otros propios y a las otras dieciséis autonoruinas. ¿Estamos tontos? Si. No me cabe duda. Estamos tontos y mucho. Esto, además de ridículo, tiene pinta de ser una estafa de mucho más de 3.000.000.000 de euros. Como si los euros creciesen en los árboles, para dilapidarlos, mientras tiemblan las pensiones.
Haz tu la ley, que yo haré el reglamento. Es de libro. En esto parece que estaban con lo de la LGBT, y el angelito, consejero de la Junta de Extremadura, se sale por psicofonías, para reprochar a los que objetan de esta tropelía y en vez de homófobos, que ya está bien por no militar en las filas de enfrente y ser heterófilo por la gracia de Dios, les llama homófonos, que para el plan que se trae, el heteróclito de él, viene a ser lo mismo o equivalente. ¿En qué sonidos no estaría pensando el Sofonías este?
Hay que aprender, verdáhijos, de la Cristina Cifuentes, que sabe un montón de eso de ponerse en bandera, ante la violencia pujante del Gabilondo Pujol y es mucho más papista –o del PSOE- que él. Vale para todo la chica y si no, se self-ahorma en horas veinticuatro. La cosa es no apearse del machito, que se está calentito y se puede llegar hasta ni se sabe. Il faut no hacerse notar, sino por los votantes de la manga del mal menor, que la tenemos calada.
¿Qué más da? El asunto es ser modelno de verde luna y salir al paso de cualquier crítica o de cualquier defensa de la libertad de culto o de inculto o de lo que sea y soltar un trallazo equidistante y contextualizado. Todo vale y a unos precios que para qué las prisas. Es bochornoso, grotesco y esto no puede, ni debe ser, ni acabar decentemente.
En esto termina lo del fracaso de Pisa, en ineptitud, mentecatez y basura biológica, que, eso sí, hay que ponerla en un cubo aparte de color verde cazcarria. Ahí no me falles y te andes metiéndola en el envase amarillo cadmio, que es para otros menesteres zurrasperos. ¡Que no te vea en esas! Y no me fumes en un estanco, que te crujo, mandarra. La gilipollez, la incomprensión verbal en fase triunfal. Al fin, masa encefálica de tofú, con culo de perro picado, al 50%. Es la proporción más piadosa.
Otra cosa que nos deja la cara de bobos de l’haba a los paganos de la juerga esta, a los financiadores del guateque montado –y no pagues y verás lo que te hace la Agencia tributéibol- es lo de la incapacidad para hacer respetar nuestras fronteras, que se da de tortas con el artículo 8º de nuestra Constitución del 78.
Este dice textualmente, que las fuerzas armadas –no concretamente los cuerpos y fuerzas de seguridad, que no se les caen de la boquita- tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. ¿Lo sentimos así? ¿Somos xenófonos? No, padre Astete. Creíamos que éramos independientes y soberanos. Un espejismo hijo del XVIII, más bien. ¿Resulta que, según la Constitución, en virtud de su artículo 18, el domicilio de los españoles es inviolable y las fronteras de nuestro país sí lo son? ¿Que son violables? Esa es la sensación que percibe el pueblo llamado soberano, a título gratuito, aunque es el pagano, digo, al parecer ser.
La sensación es de impotencia, de inseguridad, de allanamiento impune y de fracaso. Da ganas de cantar a voz en grito aquello de: -¡A saltar la valla, que no falte nadie, sólo mis abuelos comiendo buñuelos!
Suena a cachondeo, esto que pasa. Algo que no es del ministerio del Interior, sino de mera defensa ante el exterior. ¿Cuántos miles de negros tienen que ponerse a ello, para desplegar un par de regimientos, que los hay y son muy disuasorios para estas juergas, que son pura burla, befa y escarnio a la dignidad de nuestro país, que es la nuestra? Sólo nos falta poner de autoridad fronteriza a Zapatero, al Caldera o a Bono. Eso sí, con sus nóminas a tope, para que negocien hábilmente, como saben y según saltan de cien en cien.
No te digo los vecinos de Ceuta y Melilla cómo se sienten cuando llaman a la puerta a deshora. No saben si son cincuenta negros que se han colado -de los 900.000.000 (digo, novecientos millones o veinte veces la población de España) que esperan turno- o el blanquito de los tributos, que viene a redondear al alza. ¿Habrá que confiar a los húngaros la defensa de nuestras fronteras?
Esto es poco serio. La fórmula –más o menos correcta políticamente- la va a dictar Donald Trump en pocas semanas y Europa entera va a respirar, aunque no lo diga. Porque esto de nuestra incapacidad permanente absoluta -dicho en términos de seguridad social, que queda muy fino- o gran invalidez, para defender nuestras fronteras, tiene ya un cariz de fracaso y de impotencia nauseabundo. No nos gusta a los españoles esta sensación, nos avergüenza este trato. Es como si nos dieran por detrás, de contino.
Así, que se siente de mal el Trueba este de las pelis y no nos va a extrañar cuando argumente esto -que lo hará- y tendremos que callar muertamente y le veamos militando con los negros asaltantes, sólo para demostrar que colarse en España y el hacer una quintilla es la cosa mas sencilla que se puede imaginar. Que Trump tuviese una fronterita como esta, que entre Ceuta y Melilla suman menos de 16 kilómetros, en vez de los 3.180 km de frontera –doscientas veces más- que tiene con Méjico. ¿Los va a devolver cobrando una multa al gobierno mejicano, a descontar de pagos estatales por balanza comercial? Vete a saber.
Ya nos contará el Papa Francisco lo que acuerda con la Colau y la Carmena –malas compañías- en eso de abrir las puertas a la marabunta, en plan okupa. En el Vaticano, con 440.000 m2, en caridad total, pienso que caben, puestos de costado, unos veinticinco mil y en cada ayuntamiento, de Barcelona y Madrid, unos ochocientos veinte, que suman mil seiscientos cuarenta. Total veintiséis mil seiscientos cuarenta. No está mal, pero ¿qué van a hacer con los 899.973.360, restantes? ¡Menuda injusticia! Pero que dejen claro con lo que lo financian. Con mi exigua pensión ¿vergonzosa o vergonzante? No. Primero estoy yo, queridos, que juré bandera en su día, cuando no se hacía en vano.