La ufanía accematosa, de un rufián
Nada más propio de un proceso kafkiano, freudojungiano pelotudo, en fase terminal, de odio al padre, a la madre y al espíritu santo, que se hubiese cruzado en el rastrojo, y que se hubiera llevado una perdigonada sin duda, que la erupción eyaculatoria de esa criatura demarrada -cuesta abajo en su rodada- con letra de Alfredo Le Pera Sorrentino y música de Carlitos Gardel.
Si arrastré por este mundo,
la vergüenza de haber sido
y el dolor de ya no ser.
Ahora, cuesta abajo en mi rodada,
las ilusiones pasadas,
ya no las puedo arrancar.
Nada menos, oiga. No me cabe duda que hay un poso de amargura, que pide confesar, para arrancarnos un sollozo, al menos, pero que no justifican, verdahijo, en ningún caso, las maldiciones y exabruptos en el fragor de su mala baba y de su circunloquio purgativo y tardocristiano, a prueba de Homs y de Tardá, que conocen al cuitado, sin duda y lo que viene sufriendo, el hombre.
Ahora, triste en la pendiente,
solitario y ya vencido,
yo me quiero confesar.
Y bien que lo hizo, el afligido. ¡Que no nos damos cuenta de lo que sufre esta gente, para llevárselo calentito, el emolumento a la oratoria y mejorar el bienestar de los suyos!
Si bien es cierto que, se las vio y se las deseó, para no mentar lo de español a un PSOE, al que redujo a PSO, y al que decía socialista obrero partido, obrero partido socialista y partido obrero socialista –hasta seis posibilidades- en repetidas ocasiones, pero bordeando, en un alarde de funambulismo afilado, para evitar lo de español que le daba doce posibilidades y manteniéndome en vilo, porque el discurso se lo pedía, lo de español y yo, ingenuo -puto pringado- lo esperaba, una y otra vez y sin poder ir al baño, que me lo pedía natura, apremiante ya mismo, para no caer en retención, que es una grave dolencia, pero no. Lo retenía, lo retenía el rufián, porque claro le hubiese metido en un contradiós filoseparatista, y no era esa su intención, para evitar una espantada en los noes, de la Maritxell o de la Margarita la tornera, desde los primeros ensayos con trajes, sino llevárselos, cual lobezno en noche de luna, detrás de un tapial y comerles los higadillos con cebolla frita.
Me la hizo parda el gañán, saltándoseme las lágrimas, no por lo que confesaba -muy triste sin duda- sino por lo que no decía y me empeñaba en esperar contra natura.
Lo que hacía era como bordear el sembrado, cual oveja en cañada real, vereda o cuerda, bajo la supervisión de los careas –el gos d’atura, que muerde en los ijares a las lanudas- sin tirarle un viaje al trigo verdecido.
Que quería confesarnos algo doloroso, nos lo temíamos hace tiempo por el jadeo que se traía, el cuyo este y bien que lo hizo, mostrándonos escarnecida y purulenta, la herida por la que supura y respira a la vez, lo que no es muy adecuado, ni conveniente para supurar bien (mejor el drenaje penrose) ni para respirar en condiciones y con aprovechamiento.
Nos tuvo en la cuerda floja, que hay que ver para creer, aunque las bofetadas eran, una tras otra, para el PSOE, incircunciso y seducido, que le ha dejado encinto -preñado, vamos- la persona del profeta, ausente de la sala de vistas, que ahora coge la maleta y el muestrario y se va de viajante por España adelante –en su auto particular, eso sí, dando ejemplo de austeridad- con tallas equis-equis-ele-ele de lencería erótica para gordas irredentas. Como el que se va a repartir biblias.
Y que se va a forrar a pedidos, en metros cúbicos, el andoba y después de contrastar las adhesiones y entusiasmos a puerta fría y tomar buena nota del frío y la ventolera que hace fuera, publicará encuestas trucadas, estudios sociológicos y algoritmos, a pie de monte y de camino vecinal agreste, de cómo rebajar el número de escaños, ya desde el suelo -cota 0 que se dice- en cuatro pasos hacia atrás, dos a la izquierda y otros tres, mucho más hacia atrás, porque otra cosa…