El príncipe surfista de Brasil urge un retorno a la monarquía
Sebastian Smith.- Surfea, baila en el carnaval y puede sonar más revolucionario que real, pero el príncipe Don Joao de Orleans y Bragança plantea seriamente el regreso de la monarquía para salvar a Brasil.
Mientras el mayor país de Latinoamérica se hunde en un tsunami de corrupción, recesión e inestabilidad política, Don Joao explica a la AFP que la monarquía que gobernó Brasil por última vez hace 126 años puede formar parte de una solución “radical”.
El príncipe, tataranieto del trágico último monarca, el emperador Pedro II, dice que Brasil debe dejar de ser una república para transformarse en una monarquía constitucional, como Gran Bretaña o Suecia, donde la reina Isabel II y el rey Carlos XVI Gustavo son esencialmente figuras decorativas.
Con una barba canosa, prolijamente recortada, de impecable camisa abotonada, pantalones color beige y náuticos sin calcetines, el príncipe de 62 años, que trabaja como empresario inmobiliario y es amante de la fotografía, dijo que no habría necesidad de palacios ornamentados ni largos títulos.
El moderno emperador de Brasil se basaría en los modestos “monarcas de bicicleta” escandinavos, como son denominados, sostuvo. Aunque por ser amante de la playa, posiblemente sería más conocido como el rey surfista. “Hay una idea de que la monarquía es pomposa y no estoy en desacuerdo, pero si uno observa los modernos, especialmente los escandinavos, son jefes de Estado muy simples”, dijo en su apartamento en el barrio acomodado de Leblon, en Rio de Janeiro.
Don Joao asegura que la realeza representaría el regreso de una figura pública casi extinta en el Brasil de hoy en día, donde la presidenta Dilma Rousseff es blanco de un procedimiento de destitución en el Senado por manipulación de las cuentas públicas y el Congreso es un nido de escándalos de corrupción. “Como realeza, la sola diferencia es que hemos sido educados para (…) servir al país sin reclamar nada a cambio”, dijo Don Joao.
Juego de tronos
A pesar de que la mayoría de los brasileños coincidiría en que el sistema político del país no funciona, pocos toman en serio la idea de un retorno de la familia imperial.
La última vez que los brasileños tuvieron un referendo sobre la restauración fue en 1993 y solo el 10% votó a favor. Y hay otro problema: la realeza no está de acuerdo sobre quién llevaría la corona.
El último en ocupar el trono, el emperador Pedro II, fue depuesto el 15 de noviembre de 1889 en un levantamiento militar, al que siguió la declaración de la República. Pedro II, un monarca progresista en cuyo reinado se abolió la esclavitud y Brasil ascendió al rango de potencia regional, partió al exilio, donde se cuenta que vivió con poco dinero y murió dos años más tarde.
Desde entonces, la familia real se ha hundido en la oscuridad en medio de divisiones internas. Una rama que vive en Sao Paulo es dirigida por el presunto heredero Don Luiz, de 77 años, mientras muchos consideran al políticamente activo Don Bertrand, el tercero de más edad, como al real emperador en espera.
Austero y profundamente religioso, Don Bertrand, de 75 años, está vinculado a la conservadora organización Tradición, Familia y Propiedad. En eventos públicos critica a los comunistas y a los “ecoterroristas” que luchan por preservar la selva tropical de la Amazonia de los poderosos intereses del agronegocio.
Don Joao, de la rama más liberal con sede en Petrópolis, en el estado de Rio de Janeiro, parece un poco avergonzado de sus primos de derecha. “Es horrible, horrible”, murmuró. Según Don Joao, la afiliación de Don Bertrand a organizaciones políticas le impide reclamar el trono.
Y en cuanto a su propio impedimento -la decisión de su abuelo hace un siglo de renunciar a sus derechos y a los de sus descendientes- “hay un gran grupo de juristas que dicen que la abdicación no tuvo base legal”, afirmó. “Si quiere preguntar ‘¿Quién es el heredero?’, bueno, no hay heredero”, dijo Don Joao. La decisión correspondería al nuevo parlamento, que reemplazaría al desacreditado Congreso actual.