Reproducido.- Yo acuso a la oligarquía de provocar las crisis para someter a los pueblos y ponerlos bajo su tutela, de fomentar todo lo que favorece la implosión de nuestras sociedades, de programar la destrucción de las culturas y de los conocimientos, de destruir la democracia, de llevarnos a la guerra y a la ruina. La oligarquía de la hiperclase mundial: ¡Ese es el enemigo!

1) Yo acuso a la oligarquía de provocar las crisis para mejor poner bajo tutela a los pueblos al objeto de imponer un gobierno mundial.

La oligarquía no fracasa en encontrar soluciones a las distintas “crisis”, ya se trate del paro, de la inmigración, de la natalidad o de la inseguridad. Estos “fracasos” son en realidad otros tantos éxitos para ella ya que la doctrina del shock y el caos forman parte integrante de su estrategia.

Yo acuso a la oligarquía de haber sistematizado la práctica del shock teorizada por los neoliberales de Chicago en los años 70 como medio de imponer reformas económicas y sociales contra la voluntad de los pueblos.

Yo acuso a la oligarquía de fomentar la sucesión de “crisis” para disminuir la resistencia del cuerpo social, de propagar la angustia y provocar un estado de estupor en aquellos que están sometidos a su acción para inhibir sus capacidades de reacción y de oposición política.

Yo acuso a la oligarquía de haber creado el actual desorden y la inquietud que atormentan a los pueblos víctimas de esos manejos.

– La inseguridad lleva a los ciudadanos a replegarse sobre ellos mismos, lo que contribuye a su desmovilización política y a debilitar la legitimidad de los Estados. También permite una privatización rápida de las funciones soberanas del Estado para mayor beneficio del “mercado”.

– El terrorismo permite reforzar el control de la población y particularmente Internet y las nuevas tecnologías de comunicación.

– La inmigración beneficia a la patronal pero también sirve para desmoralizar a los europeos provocándoles el sentimiento de no sentirse en su casa.

– El paro propaga la inquietud ante el futuro y la docilidad de los trabajadores frente a sus empleadores.

– La crisis de las deudas públicas permite poner bajo tutela la política económica de los Estados y promover cada vez más soluciones liberales para “restablecer las cuentas públicas”. Las políticas liberales en cambio destruyen las protecciones sociales y refuerzan el aislamiento y la dependencia de los individuos.

– El ecologismo y la temática del calentamiento climático son también nuevos pretextos para propagar la ansiedad y legitimar el aumento de las reglamentaciones, los controles y la reducción de las libertades individuales.

Yo acuso a la oligarquía en el poder en Occidente, no de mostrarse incapaz de resolver las “crisis”, sino por el contrario de provocarlas, de orquestarlas y de mantenerlas. Cada crisis ofrece nuevos pretextos para avanzar en la vía de un gobierno mundial que esta oligarquía desea implantar.

2) Yo acuso a la oligarquía de fomentar todo lo que favorece la implosión de nuestras sociedades.

En los siglos precedentes las revoluciones se desarrollaban contra el poder establecido. En el siglo XXI, son los poderes establecidos que inician el trastocamiento constante de las sociedades.

Yo acuso a la oligarquía de revolucionar permanentemente a las sociedades contra la voluntad de los pueblos, para mejor controlarlos.

Yo acuso a la oligarquía de favorecer el individualismo y la desaparición de las tradiciones y las normas religiosas, morales, culturales y sociales para reducir a todos los pueblos a la condición de átomos indiferenciados e indiferentes los unos a los otros, es decir reducirlos al estado de “recursos humanos” siempre dispuestos a ser explotados. El establecimiento de un gobierno mundial ejercido en solitario exige la ruina planetaria de todo orden social, de todas las tradiciones, de todas las instituciones y de toda solidaridad humana existente.

Yo acuso a la oligarquía de declarar de esta manera una guerra permanente a las naciones, a las soberanías, a las identidades y a la naturaleza humana, por un sólo motivo: crear el caos en todas partes para sacudir y derribar todo lo que pudiera ser un obstáculo para la realización de su sueño de una humanidad sometida a una sola ley y al gobierno mundial de algunos “elegidos” autoproclamados.

Yo acuso a la oligarquía de fomentar todo lo que puede erosionar la identidad y los valores de todos los pueblos. Yo la acuso de promover en todas partes, en nombre de los “valores universales”, el cosmopolitismo, el mestizaje, la inmigración, la “revolución de las costumbres”, la banalización del consumo de las drogas, la homosexualidad, el aborto, el feminismo. Yo la acuso de promover el egoísmo individual presentado como una virtud “liberal”, ya que la oligarquía se ha aliado al neoliberalismo, una ideología de combate que predica el individualismo radical y la deconstrucción de los Estados y la “sociedad abierta” (es decir: desintegrada) y que pretende que los vicios humanos son en realidad virtudes sociales.

3) Yo acuso a la oligarquía de programar la destrucción de las culturas y de los saberes.

Al contrario que en los siglos precedentes, la oligarquía no pretende basar el orden político en la difusión de la instrucción y el saber en la sociedad, sino sobre el embrutecimiento y el condicionamiento mediático de los individuos. Es por ello que la oligarquía ha programado y lleva a cabo la erradicación de las culturas y los conocimientos, proyecto que ha bautizado como “sociedad de la comunicación”.

Yo acuso a la oligarquía de organizar cinícamente el embrutecimiento mediático, deportivo y publicitario de la población.

Yo acuso a la oligarquía de dejar que se degraden por este motivo los sistemas de enseñanza pública, y de hacer que esta enseñanza no garantice más la transmisión cultural ni la selección de las competencias, ya que la degradación de la enseñanza vuelve al “recurso humano” aún más dócil y manipulable.

Yo acuso a la oligarquía de destruir el lenguaje, de cambiar el significado de las palabras y de imponer la neolengua para impedir las personas pensar y percibir el estado de sometimiento en el cual son mantenidos.

Yo acuso a la oligarquía de fomentar en todas partes la difusión de un arte cosmopolita sin raíces que contribuye a ahogar el genio de cada pueblo.

Yo acuso a la oligarquía de utilizar los medios y las nuevas tecnologías de comunicación para condicionar y adoctrinar a la juventud. Reeducando a la juventud (que representa la mayoría de la población mundial), la oligarquía espera llevar a cabo su proyecto de cambiar a los pueblos.

Yo acuso a la oligarquía de difundir una cultura del arrepentimiento que tiene como función el hacer que los europeos renieguen de sus ancestros, renieguen de los logros de su civilización y renieguen de su identidad. Todo ello para mejor tenerlos dominados y adormecidos.

4) Yo acuso a la oligarquía de destruir a la democracia.

La oligarquía lleva a cabo su proyecto en secreto porque sabe que los pueblos se rebelarían contra ella si conocieran la finalidad de ese proyecto. Su proyecto supone, pues, utilizar el engaño, el doble lenguaje y la coacción.

Yo acuso a la oligarquía de ensayar sobre los pueblos la puesta en marcha de su proyecto antidemocrático y en definitivo antihumano.

Lo que llamamos Unión Europea es el primer laboratorio de aquello que la oligarquía quiere imponer al mundo entero: un sistema de gobierno en el cual las decisiones emanan, no ya de los elegidos democráticamente, sino de directores designados a dedo, de jueces inamovibles y de intereses financieros. Un sistema que reduce sin cesar la soberanía de los Estados y deja a los legisladores como simples transcriptores de las directivas de poderes invisibles. Un sistema en el cual la libertad de los cuidadanos se reduce a ojos vista, donde el espionaje, la delación y la represión de aquellos que rechazan el pensamiento único se generalizan con los pretextos más diversos. Un sistema en el cual la oligarquía ha erigido la “transparencia” (es decir la vigilancia y el control total de la actividad humana vuelto posible por la tecnología) en meta virtuosa. Un sistema en el cual el proceso electoral se va vaciando progresivamente de todo contenido ya que no existe verdadera alternancia política y el recurso a la expresión popular y la democracia directa ha sido desprestigiada y envilecida.

Yo acuso a la oligarquía de vaciar de sentido la democracia en Europa, estableciendo que ésta ya no es más el gobierno del pueblo, por el pueblo, sino solamente el instrumento de la sumisión del pueblo a los mandamientos de una única ideología, la del libre cambio y los derechos del hombre, que sirve de pantalla al proyecto de la oligarquía y pretende imponer la idea de que una única política es posible: la que lleva a un gobierno mundial.

Sin embargo, no hay democracia sin soberanía popular y sin Estado para garantizar el ejercicio en el interior de un espacio limitado por fronteras. Por este motivo la democracia mundial no será nunca más que la máscara de la tiranía. El proyecto de la oligarquía que quiere destruir las fronteras, los Estados y la soberanía de los pueblos, es esencialmente antidemocrático.

Tampoco puede haber democracia sin identidad y sin preferencia nacional, las cuales permiten el entendimiento entre los iguales y el desarrollo armónico de las sociedades. Es por ello que la oligarquía predica la inmigración y la colonización y concretamente la “Gran Sustitución” de los europeos como medio para hacer imposible toda democracia. Es por ello que instaura la preferencia extranjera en nombre de la “lucha contra las discriminaciones”.

5) Yo acuso a la oligarquía de llevarnos a la guerra.

El proyecto oligárquico mundialista implica someter a todos los pueblos a un único modelo: los “valores” y el modo de vida actualmente encarnados por los EEUU es impuesto en toda Europa desde la caída de la URSS (que dejó al este de Europa al alcance de la influencia norteamericana). Este es el sentido real de la formula tan repetida: “La expansión de la democracia en todo el mundo”. Y es que la oligarquía mundialista tiene el don de camuflar bajo hermosas palabras su proyecto de dominación.

Yo acuso la oligarquía de poner en su punto de mira a todos aquellos que no comparten su proyecto, a todos los que quieren preservar su identidad, su religión, sus tradiciones, sus valores, su territorio y su manera de vivir, a los que designa como enemigos del género humano. Pues la oligarquía odia por encima de todo a los pueblos orgullosos de su identidad y celosos de su soberanía así como también defensores de la diversidad de los hombres y las civilizaciones.

Yo acuso a la oligarquía de utilizar todos los medios de coacción posibles para alcanzar sus objetivos: chantaje económico o sobre los recursos naturales, corrupción de las élites, desestabilización de gobiernos considerados hostiles, “revoluciones de colores” manipuladas, demonización y aislamiento de potencias que pueden ser un obstáculo a la superpotencia norteamericana tal como Rusia o China, organización de atentados y de asesinatos, de guerras civiles, y sobre todo de guerras a secas.

Yo acuso a la oligarquía de planificar las guerras actuales y las que se están gestando. Las guerras que lleva a cabo la oligarquía le permiten destruir los gobiernos hostiles, propagar el caos, hacer desaparecer las poblaciones consideradas difícilmente reeducables. Les permiten también estimular el aumento de los gastos militares y por tanto los beneficios de las grandes empresas mundiales de la oligarquía financiera. También permiten apoderarse de las materias primas estratégicas, lo que refuerza su capacidad de chantaje a escala mundial. La guerra, por otra parte, ha sido el medio por el cual los EEUU han accedido al rango de superpotencia mundial en el siglo XX y toda la oligarquía ha aprendido bien la lección.

La guerra contra el islamismo y el terrorismo, cuando estos ejercen su violencia contra el bloque occidental (si obran al servicio de la oligarquía tienen el respaldo de ésta y gozan de los favores de su prensa), ha servido de excusa para sembrar el caos en los países musulmanes refractarios a someterse a los dictados de la oligarquía mundial. Eso mismo fue también lo que vimos en las guerras provocadas en la ex Yugoslavia. Mañana la oligarquía abrirá nuevos frentes: en Asia, en África, en el Pacífico, contra Rusia y hasta en el corazón de Europa. Debemos estar advertidos y alerta ante esa posibilidad demasiado real.

Yo acuso a la oligarquía de complotar todos los días contra la paz, contra la identidad y contra el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, de conspirar contra su prosperidad y contra su legítima aspiración a vivir dentro de sus fronteras seguras y su plena soberanía. Yo acuso a la oligarquía de obrar contra los intereses de la humanidad y de estar al servicio de una causa propiamente satánica de destrucción del hombre, de sumisión de los espiritus y de esclavización de los cuerpos.

Los pueblos y las culturas del mundo deberán unirse contra el proyecto totalitario de la oligarquía mundial. Se impone la rebelión contra esa pequeña minoría arrogante y desalmada que empuja a la humanidad sobre la vía de la regresión y el caos, la destrucción y la muerte.

*Presidente de Soluciona en Cataluña