Por Jesús Cascón.- Podemos se ha convertido en el primer partido del planeta en ser líder de la oposición sin un solo voto. Nadie les ha otorgado tal responsabilidad en España, pero ellos ya se sienten obligados a hacer el papelito. Teatro de la confusión.

Mentir está muy feo, eso lo sabemos todos. Una verdad a medias (que para algunos es la peor de las mentiras) y una mentira piadosa son sus hermanas menores, sus compañeras de viaje o los sustitutos que en ocasiones utilizamos, y en múltiples situaciones, bien para salir del paso, bien para no herir sentimientos o, simplemente, para obtener un fin. Pero hay una mentira que supera a todas con creces: la que se suelta pensando que los receptores son idiotas. Este es el caso que nos ocupa, y además en muy variadas vertientes, porque la mentira se mezcla con la manipulación… y así nos luce el pelo.

Mientras Celia Villalobos jugaba al Candy Crush en pleno debate sobre el Estado de la Nación, y nos soltaba aquello que los que los que aman la vida y están en contra del aborto no caben en el PP, manda huevos con la malagueña, Monedero se aferraba y se aferra a una absurda cláusula de confidencialidad para no revelar sus contratos con países latinoamericanos y los medios de comunicación entregados a PODEMOS publican encuestas cocinadas que hablan de un vuelco en la política española, digo que mientras todo eso ha sucedido en los últimos días, se nos ha vuelto a colar el listo de siempre, ahora con una premisa que parece ser va a soltar cada vez que alguien le coloque el micrófono: Pablo Iglesias declara que, como la mayoría de encuestas colocan a Podemos como segunda fuerza política más votada para las próximas generales, este dato coloca a su partido como líder de la oposición. Lo dice así, sin cortapisas: “Podemos es el principal
partido de la oposición”, y yo añadiría que “con un par”. Y se queda tan ancho. Menos mal que dice haber estudiado en la facultad de ciencias políticas; a Dios gracias que tiene estudios el muchacho porque, de lo contrario, estaría faltando a la verdad, claro.

Debe ser, a lo mejor, que el día que explicaron este tema estaba en la cafetería, o manifestándose, cosa que está muy bien pero que, como el que va al fútbol o a los toros, pues te despista de otras cosas que a lo mejor te sirven más. Todo el mundo sabe (Iglesias lo obvia) que para ser el principal partido de la oposición tienes que conseguir ser el segundo partido con más votos en un hemiciclo o pleno (léase gobierno de la nación, de una comunidad autónoma, un ayuntamiento o una Diputación). Para simplificar, te han tenido que votar lo suficiente como para ser la segunda fuerza política con más representantes. Pero resulta que a Podemos, al día de hoy, no le ha dado un voto.

NADIE en España para ninguna representación parlamentaria nacional. Lo único que ha conseguido (y no deja de ser meritorio) son cinco representantes en el Parlamento Europeo, cifra que me parece no permite ser el partido principal en la oposición para nada. Y con estas afirmaciones va a conseguir algo que no ha conseguido casi nadie en la reciente historia de España: que los partidos “tradicionales” unan sus criterios (que no sus fuerzas) para combatir a un enemigo común, toda vez que los recién irrumpidos se esfuerzan en dar a entender a la ciudadanía que ya han ganado, cuando la realidad es que no han ganado nada.

La irresponsabilidad que encierran estas manifestaciones del líder de PODEMOS, deberían ser criticadas por todos aquellos analistas hoy hechizados por la figura del nuevo Mesias, sobre todo si tenemos en cuenta que dentro de tres semanas ese vaticinio puede venirse abajo cuando se abran las urnas en Andalucía. En este caso los sondeos más optimistas para Podemos le otorgan ene sas elecciones en torno al 16,7 % de los votos y 17 escaños en las elecciones andaluzas del 22 de marzo. Esos estudios sitúan a Podemos como tercera fuerza, por detrás del PSOE, que le doblaría holgadamente en votos (34,6 %) y en escaños (48), y del PP, que le sacaría seis puntos de ventaja (22,7 %) y le doblaría en escaños (35).

Obtener el 16,7 % de los votos y situarse como tercera fuerza en Andalucía sería sin duda un resultado extraordinario para un partido que no existía hace apenas un año. Pero algo precario para arrogarse el liderazgo nacional de la oposición, dar por muerto al PSOE o reclamar un cara a cara con el presidente del Gobierno. Conviene recordar que Andalucía no es una comunidad más, sino la más poblada de España, con ocho millones y medio de habitantes, y la que más escaños aporta al Congreso, con 60 diputados, un 17 % del total. Aún augurando un resultado catastrófico para el PP y un retroceso para el PSOE, las encuestas otorgan en Andalucía a los dos partidos un porcentaje superior al 57 %, dato que matiza bastante la hipótesis de que están usurpando un liderazgo que corresponde a Podemos.

Mientras llega ese momento, y a pesar de la vaselina de Piqueras en el informativo de la cadena alegre, a Pablo Iglesias le muerden los tobillos los mismos problemas que a populares y socialistas. Está rodeado de personajes que tienen cosas por las que callarse o, al menos, por las que ofrecer una rueda de prensa en plan plañidera, quejándose de ataques furibundos y demostrando que les queda que ni pintado el papel de víctimas. La única víctima en todo este asunto es el ciudadano, que tiene un cacao mental de tres pares de narices cuando contempla que los que podrían poner un poco de orden en esta maltrecha democracia, acribillada de burócratas, corruptos y mediocres, son tan lerdos como los que nos gobiernan.

Sea como fuera, el estado de la nación no se puede ver con claridad en los ataques que se dirigieron Rajoy y Sanchez . Está en las encuestas, en las desorbitadas encuestas que ofrecen datos tan sorprendentes como contrapuestos. Si los datos dicen que el PP puede perder treinta puntos en intención de voto, y al mismo tiempo otorgan una subida espectacular del PSOE, pero por otra parte ponen a Podemos como segundos, luego como terceros y al final ni se sabe dónde, la cuestión es evidente: ¿de quién te fías? Volveremos a ver el voto de castigo de la época de Ruiz Mateos, el auge del GIL en Marbella o, a lo mejor, la vuelta del bienio liberal y del trienio progresista, nunca se sabe. El caso es opositar al poder, estar en la línea de salida bien posicionado y que te den muchas entrevistas. Cuanto más cacarees, más indecisos en las urnas. Oposita, que algo queda.