Por Enrique de Diego.- El PP es una mafia, sin principios; un sucio negocio corrupto en gran escala. Para mantener el tinglado, el PP ha tenido la obsesión de evitarse a cualquier precio competencia, silenciando a quienes mostraban una conducta honrada y comprometidos con ideales morales. Para ello, el PP ha generado, de continuo, coartadas.

Aunque hoy parezca un sarcasmo, el PP creció y accedió al poder mediante un discurso ético y regenerador de lucha contra la corrupción del felipismo. Eso amplió el caladero de sus votantes tradicionales a nuevas generaciones que hoy se encuentran entre los treinta y cinco y los cincuenta años. El PP prometió, por ejemplo, despolitizar la Justicia dando marcha atrás a la muerte de Montesquieu y devolviendo cuotas de independencia al Consejo General del Poder Judicial. Nada se hizo y nada se ha hecho: el PP ha reforzado de continuo el consenso partidocrático de casta. El triunfo electoral de Rajoy no fue fruto del entusiasmo de la nación sino de la necesidad imperiosa de sacudirse a Zapatero. Sin embargo, la política del Gobierno pepero ha sido en todo continuista. Además, se ha puesto en evidencia que el PP mentía y estaba corrompido ya cuando decía luchar contra la corrupción del felipismo y que esa corrupción se ha extendido por toda su estructura hasta degenerar en una simple mafia. Eso provoca una inmensa frustración en una base electoral que se está diluyendo a marchas forzadas.

Ahora es evidente esa estrategia, durante años velada, de la existencia de coartadas que vendían al público una esperanza regeneradora solamente para engañar y para cerrar el camino a cualquier opción regeneradora real. La coartada política máxima del PP ha sido ese gran bluff que es Esperanza Aguirre, que se presentaba como una especie de sector crítico, de detentadora de las esencias, mientras al tiempo sus campañas electorales eran llevadas por el imputado Alberto López Viejo y financiadas por Gürtel, cuyos principales feudos de extorsión se establecían precisamente en la sierra norte de Madrid. Y cuyo número dos, Francisco Granados, tenía montada una red de corrupción nacional, mientras su otro delfín, Ignacio González, recibía la prebenda de un ático en Estepona.

Pero donde esa estrategia de ofrecer coartadas desalentadoras a un electorado que pedía honradez y regeneración ha sido más fuerte es en el terreno de los medios de comunicación, con Pedro J Ramírez, un tal Julio Ariza, Jiménez Losantos y el añadido de los medios de la Conferencia Episcopal: Cope y 13 TV. Los tres primeros incluso impusieron un velo sobre las responsabilidades políticas de Ángel Acebes en sus negligencias y en su ineficacia para evitar la masacre de Atocha y en la gestión incapaz de aquel trauma nacional. Lo de 13TV y COPE es de una gravedad extrema porque aportan a la farsa el caudal de legitimidad moral que se le supone a la jerarquía católica, quien lejos de difundir el mensaje evangélico, o de denunciar proféticamente la avaricia y sus efectos demoledores, se dedica a defender a capa y espada los intereses del PP que pasan por el enriquecimiento de sus dirigentes.

El tal Ariza llegó a promover, incluso, pequeñas y fracasadas operaciones políticas para servir de esa manera a evitar la salida y el fortalecimiento de cualquier opción a la derecha del PP. La trabazón de negocios e intereses mutuos ha estallado con estrepitosa claridad en el caso del locutor Losantos. También Pedro J Ramírez recibió numerosas prebendas, incluida la de permitirle saltarse la ley con su piscina balear, merced a la protección de su íntimo amigo, el corrupto Jaume Matas, o recibir nutrida publicidad institucional para sus ediciones de Baleares y Comunidad Valenciana, que eran notoriamente la voz de su amo. En el caso de Losantos, llegó a financiar su chiringuito mediático con dinero negro de la caja B del PP, previa petición de ayuda por parte del exconsejero de Caja Madrid y expresidente de Libertad Digital, Alberto Recarte, y del propio Losantos, quienes, a tal efecto, se reunieron con Ángel Acebes. Se hace notorio el clima de mentira de las coartadas, puesto que la ampliación de capitales de Libertad Digital se presentó como un proceso de respuesta e instalación en la sociedad civil para fortalecer la independencia, cuando era todo lo contrario. Ese dinero de la caja B pronto fue revalorizado por el fácil expediente de que Losantos empezó a recibir concesiones administrativas de licencias de radio y televisión de las autonomías gobernadas por el PP, a pesar de lo cual, y del trasvase continuo de fondos desde Caja Madrid, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Bancaja, y todas las cajas hoy quebradas tras el saqueo al que las ha sometido el PP, se encuentra en una situación precaria, con abandono creciente de los clientes publicitarios.

Hay que reconocer que estas coartadas han sido eficaces en su finalidad destructiva y de aislamiento de cualquier opción alternativa al PP por su flanco derecho, aunque están llamadas a desaparecer con la mafia a la que han servido.