“Socavar la homogeneidad de los Estados”

Peter Sutherland, uno de esos dueños del Mundo que intenta imponer su voluntad empresarial a los ciudadanos sin tener en cuenta a éstos.
Eduardo Arroyo/El Semanal Digital.- En ocasiones el “turbocapitalismo”se sincera con esa chusma a la que en el fondo desprecian y que tiene el grave inconveniente de vivir en comunidades naturales que denominamos “pueblos”.
Peter Sutherland, uno de esos dueños del Mundo que intenta imponer su voluntad empresarial a los ciudadanos sin tener en cuenta a éstos.
Por supuesto no lo hacen por afán de informar, sino porque saben que en el fondo nada de lo que digan variará el estado de las cosas que ellos han trazado.
Esto es lo que ha sucedido, de acuerdo con la información revelada por el analista político de la BBC News Brian Wheeler, el pasado día 21 de junio. Según Wheeler, el presidente no-ejecutivo de Goldman Sachs International, antiguo presidente de la British Petrolum (BP), asistente habitual –cómo no – a las reuniones del Bilderberg Group y presidente del Foro Global de Migraciones y Desarrollo de las Naciones Unidas –una entidad que reúne a más de 160 países-, Peter Sutherland, ha declarado ante el Comité de Migraciones de la Casa de los Lores que la inmigración es una “dinámica crucial para el crecimiento económico” en algunos países de la UE, “aunque sea difícil de explicar a los ciudadanos de esos Estados”.
Según Sutherland, “el factor clave” es la población envejecida y el declive demográfico como sucede en Alemania y en los países del Sur de Europa, y manifiesta que aunque duda “en utilizar la expresión porque la gente la ataca” es también un factor clave “para la construcción de estados multiculturales”.
Sutherland añade que “es imposible considerar válido el grado de homogeneidad que implica la hipótesis alternativa porque los estados tienen que convertirse en estados más abiertos en términos de la gente que los habita, tal y como ha demostrado el Reino Unido”.
El individuo en cuestión valoró así mismo cierta información hecha pública por la OCDE, según la cual en los EEUU, Australia y Nueva Zelanda, los extranjeros tienen una tasa de empleo mayor que en Europa. Sutherland considera que se trata de sociedades de emigrantes en las cuales es relativamente fácil acomodar a los recién llegados, al revés de lo que sucede en otros estados que alimentan aún un cierto sentido de homogeneidad y de diferencia respecto del entorno. Al parecer “esto es precisamente lo que la Unión Europea, en mi ?su? opinión, debería de esforzarse al máximo en socavar”.
Como si de una ley de la naturaleza se tratara, Sutherland anunció en el curso de una conferencia ante el London School of Economics –del que por cierto también es presidente- que hay “un cambio desde ?un modelo en que? los Estados seleccionan a sus inmigrantes hasta ?otro modelo en que? los inmigrantes seleccionan a los estados” y que, por ello, la capacidad de la UE para competir “a nivel global” está en riesgo. A partir de ahí, en esa misma conferencia, Sutherland se lanzó a una crítica de ciertas medidas políticas recientes adoptadas en el Reino Unido, por las cuales se ha restringido una política inmigratoria de puertas abiertas y ha abogado por sacar a los estudiantes que van a estudiar al citado país de las estadísticas oficiales de inmigración.
Las declaraciones de Sutherland, por razones de espacio brevemente reseñadas en esta columna, suscitan ciertas reflexiones críticas que normalmente no afloran demasiado en medios convencionales. En primer lugar, es evidente que existe una elite mundial que se mueve como pez en el agua dentro de una poderosa red global de influencias. Dicha red fluctúa entre think tanks privados o semiprivados (como el London School of Economics), organismos transnacionales (como la ONU) y el “complejo financiero -industrial” (como BP o Goldman Sachs International).
En segundo lugar, esta misma red sostiene opiniones a menudo contrarias a las opiniones de “la gente”, pese a lo cual el criterio asumido no es estrictamente “democrático”, en el sentido de respetar la opinión pública, sino pedagógico, en el sentido de que los organismos públicos deben de emplear sus recursos en convencer a “la gente” de lo contrario. Tercero, este tipo de personas pasan como sobre ascuas a la hora de considerar las condiciones laborales de las personas de esos “Estados homogéneos”. Sutherland, cuya retribución y situación económica sospechamos que queda bien por encima de la del común de los mortales “homogéneos”, no puede ignorar que el incremento de la inmigración va aparejado a la destrucción de los derechos sociales de los trabajadores, sean éstos o no inmigrantes. Lo importante es ser “competitivos”, un argumento que, llevado al límite, se torna criminal para las personas, toda vez que el trabajador más “competitivo” de la historia es el esclavo que construyó las pirámides de Egipto, y con el cual gente como Sutherland debe soñar.
Sospechosamente, Sutherland, al que nadie eligió pero que desde instancias públicas conmina a los Estados a “socavar la homogeneidad” de su población, ampara sus ideas en una afirmación cara al demo-liberalismo y a la izquierda en general: “Básicamente los individuos deben tener libertad de elección” acerca de si quieren estudiar o trabajar en otro país. Naturalmente, nada se dice acerca de si eligen libremente o son presionados por unas condiciones económicas generadas por modelos que despojan a las personas de oportunidades en sus lugares de origen, que es donde ello quisieran estar. Así mismo, estas ideas obvian igualmente cualquier consideración hacia los derechos de las comunidades naturales y de los pueblos, tan esenciales para la vida humana como el respirar. No hace falta decir, por último, que en este discurso antipopular, de proyección global, a favor de un modelo económico concebido para las élites de un capitalismo despiadado, convergen por diversos motivos, a veces similares y a veces simplemente complementarios, los idearios de la izquierda “progresista” y del “centro derecha” de corte liberal. Lo único que queda excluido es la voz y la existencia misma de los pueblos a los que hay que “socavar” en su “población”, esto es: en sus integrantes, en lo que ellos verdaderamente “son”.
Por todo ello es importante que se sepa que este mensaje, que comparten, divulgan y contribuyen a imponer hasta con “fiscales” pagados con los impuestos de todos, nuestros partidos políticos, nuestras ONGs e incluso –errónea y estúpidamente- algunos sectores de nuestras iglesias, nace de arriba y llega abajo. No nace, como pretende la retórica hiperdemocrática, “del pueblo”. Está concebido en cenáculos a los que los “media” –tan dispuestos a airear cosas sin el menor interés de la vida íntima de fulanos despreciables- ni siquiera osan molestar, quizás porque esos mismos “media” existen, no para “informar”, en calidad de mero engranaje dentro de la estructura de poder de los tiempos.
En el fondo, los Sutherland y compañía nos desprecian si no es como meros homo oeconomicus, como borregos al servicio de su “competitividad global”. Pero a veces resulta chocante comprobar cuantas de las ideas que pululan en la sociedad en que vivimos nacen de las consignas que divulgan tipos como éste. Por eso, para enterarse de lo que verdaderamente importa, es esencial estar al tanto de las apariciones, siempre imprevisibles y muy ocasionales, de estos nuevos “ángeles custodios” de nuestras libertades.
Inmigración masiva Y ASIMILACIÓN FORZOSA en TODOS los países blancos y SÓLO en los países blancos es geNOcidio blanco.
“Antirracista” es una palabra en clave para antiblanco.
Un pez gordo del mundialismo totalitario capitalista hablando claro(para que luego algunos no hablen de conspiranoias…)
Este tipo habla en boca dle interés de su gente , la superélite.
Pra ala alta burguesía, sus perros políticos títeres y demás, la inmigración claro que es positiva, por ese mismo motivo, para las clases medias y trabajadoras es justo lo contrario, muy negativa.
La globalización(por su antinaturalidad) acabará mal, con suerte la veremos caer en , como mucho, 40-50 años.
Pues que se los lleven a todos a Israel!!!! Ah no, que lo que hay que destruir es la raza blanca, no la judía!!!