Eurocopa 2012.- España pasa a cuartos con suspense
El partido esbozó su configuración en el túnel de vestuarios. Casillas y Ramos miraban al infinito con cierta tranquilidad, con mucha serenidad, pero también con cierta preocupación. Pletikosa sudaba nervioso, Piqué miraba fijamente a Mandzucik. Muy fijamente. Una de esas miradas en las que se podía leer: “Te voy a devorar entero, no voy a dejar de ti ni los huesos”. Se palpaba la tensión, el miedo, el aire se cortaba con el filo de la angustia. En medio de ese nutrido grupo de gigantes, solo un pequeño parecía ausente, casi divertido. El pequeño no era español. Era croata, Luca Modric asistía risueño a la inquietud de los suyos y los contrarios, como si no fuera con ellos. En el resto todo eran miradas sombrías, de jugarse el cuello.
Todo eso se tradujo luego en el terreno de juego donde nadie dio un pase adelante, sobre todo los croatas, posicionados en un 4-5-1 descarado, muy posicional, fijos, dobles laterales, tres en el centro tapando las vías de pase y nada arriba, fijándolo todo a alguna acción aislada de Modric. Pero Modric asomó dos veces su sonrisa de niño bueno y luego fue desapareciendo a medida que España se quedó con el balón y no se lo dejó a nadie.
Los de Del Bosque estuvieron flojos. Estáticos, sin movilidad, atascados en la seguridad de que el empate les valía para pasar. Todo en su juego, lento y sin chispa fue previsible. Solo Silva montó un girigay particular pasando entre piernas de gigantes como si fuese un divertimento en el patio de su casa. Silva está fuera de concurso, juega a otra cosa. Todo lo que hizo fue genial: los regates, los pases, las diagonales. Creó un infierno en la defensa croata que se las vio moradas para frenarle. Pero nadie acompañó. Él se movió a velocidad de Ferrari y los demás se quedaron dos velocidades atrás.
En ese panorama, el cero a cero era lo normal. España pensaba que, como en tantos otros partidos, el físico acabaría hundiendo a los croatas porque no pararon de correr a tapar vías de agua, pero apenas tuvieron el balón para crear ocasiones. Su primer avistamiento a Casillas fue en el minuto 25, cuando España ya había llegado en cinco o seis ocasiones, aunque tampoco con excesivo peligro. Jugaban ambos con el resultado hasta que Italia marcó su gol y entonces los croatas ya estaban fuera, presos de su miedo y de su falta de iniciativa. España esperaba y flotaba. Croacia esperaba y se iba hundiendo poco a poco.
A medida que los croatas fueron cejando en su presión, casi todos con la lengua fuera, España encontró más huecos. Fue entonces cuando los de Bilic sacaron el hierro y pegaron fuerte ante la permisividad de Stark, al que le tembló la mano mucho más que en ‘Juego de Tronos’, flojo y blandito. Como el árbitro dudaba, Ramos dijo hasta aquí llegó la broma y le mandó un viaje a Mandazukic que le dejó tiritando, no fuesen los croatas a pensar que poníamos la otra mejilla.
Entre la pasividad de unos y el miedo de los otros, el tiempo se les fue de las manos dejando el desenlace para la segunda parte. O los croatas se abrían en busca de algo o se quedaban fuera, y si iban arriba, los de Del Bosque les podían pillar en cueros. Croacia estaba al borde del abismo y apenas tenía opciones válidas.
A sangre y fuego
Los croatas se fueron arriba tras el descanso, un poquito, no mucho, pero lo suficiente como para asomar la carita, que no les quedaba otra. Y un metro primero, luego cinco, después diez… Extrañamente, España se arrugó. Fue culpa de la defensa, que tembló cual natillas, sobre todo Piqué y Arbeloa, que las hicieron de todos los colores, y todas de color negro. Ya al minuto 14 Casillas tuvo que sacar un cabezazo de Rakitic y todas las sombras se echaron encima de los españoles, tiesos como la mojama la mayoría de ellos. Tocaron ataque a la bayoneta por parte de todos, en la hora de la verdad, ya los dos a por todas. Del Bosque metió a Navas para abrir el campo y Bilic metió todos los cañones en el campo, a vida o muerte los dos, sobre todo los croatas, buscando el jaque mate. Modric empezó a entrar en juego y aquello olía a azufre para los españoles, desorientados, casi perdidos, sin referencias arriba y espesos, muy espesos, sin ideas.
El segundo cambio español fue letal. Entró Cesc y los pequeños encontraron otro más con el que asociarse, justo en el momento en el que los croatas estaban con el corazón en la boca, sostenidos solo en el formidable juego de Modric, que buscó con demoníaca clase a los delanteros croatas.
El partido se volvió de ida y vuelta, mortal, roto en mil viajes. En ese ir y venir la calidad española decidió. Gran pase de Cesc, toque de Iniesta y Navas rompió en mil pedazos las pocas ilusiones croatas.
He escuchado esta tarde un grito en la calle que decia:¡Viva Croaciaa! no se quien ha sido pero no ha sobrevivido al navajazo de jesussito.
Que pase el siguiente.
Ahora que nos toque Francia.
Todos los moros les apoyaría seguro…