Armando Robles.- Se le llama dislexia a la dificultad en la lectura que imposibilita su comprensión correcta. No es por tanto inadecuado aplicar esta merma al expresidente de la Generalitat y perejil de todas las salsas multiculturales que se cuecen en Cataluña a fuego lento.

La lectura real de estos 30 años de hegemonía nacionalista en Cataluña no es la que recita Pujol como un mantra. Cataluña tiene todas las trazas de desaparecer; cierto, pero no por el interés de una comunidad nacional a la que histórica y espiritualmente ha pertenecido siempre, ni por el deseo de unos pueblos que contribuyeron a su desarrollo al prescindir de sus mejores hijos; ni siquiera por ese Estado que concedió al principado prerrogativas más amplias que las de cualquier otra región europea.

Cataluña, la Cataluña de siempre, desaparecerá como consecuencia de esa gran traición urdida a espaldas de los intereses generales por políticos del espacio ideológico de Jordi Pujol. Cataluña desaparecerá porque esa inmigración islámica promovida y sufragada por partidos como CiU se encargará por ella misma de establecer que la Cataluña de la que habla Pujol no es la misma de la que habla el imán de Tarrasa. Con una diferencia: La de Pujol languidece entre normas suicidas, separatistas rabiosos, ‘perroflautas’ enloquecidos y catalanes amnésicos, mientras que la otra se robustece a diario en los paritorios de las cuatro provincias.

No es España la que ha atrofiado la musculatura de una región hegemónica en lo económico hasta la llegada al poder de los nacionalistas. No es España la que ha llenado las calles catalanas de indeseables canjeados por suculentos negocios en los predios marroquíes. No es España la que mantiene a la economía catalana en estado moribundo, gracias al goteo de corrupciones que han caído sin cesar sobre los techos competenciales de la autonomía de Cataluña. No es España la que tejió el dispositivo de pagos a través del PIRMI, ni tampoco las socaliñas asistenciales conectadas por vía intravenosa a la piel parasitaria de los “nouvinguts”. No es España la responsable de que el pueblo catalán haya devenido masa acobardada y sometida a las mentiras y las estafas de los nacionalistas, inducida a reaccionar pasionalmente, sin el menor espíritu crítico, plenamente sumisa a todo tipo de engaños y manipulaciones. Ése y no otro es el libro sobre el que Cataluña escribirá, con los renglones torcidos del nacionalismo, su siniestro epitafio. “Aquí yació la patria chica de Josep Pla, hoy asentamiento principal de antiguos camelleros y de no tan antiguos portadores de grifa rifeña”.

No habríamos llegado hasta aquí sin esa labor infatigable de demonización de quienes concebían y conciben otra Cataluña infinitamente mejor que la que ahora tienen. Se ha llegado hasta aquí por la identificación mimética de la autonomía catalana con el progreso social y económico de una casta adherida al nacionalismo y afiliada al presupuesto público. Cuando Cataluña se sintió orgullosa de participar en el bien común integral, inmanente y trascendente, de la nación y la tradición españolas, Cataluña fue una de las regiones más fértiles de Europa. De competir con Luxemburgo hace 30 años, Cataluña tiene hoy el dudoso privilegio de hacerlo con Extremadura. Y a esto se ha llegado por ideologías tan perversas como las que inspiraron siempre a iluminados como Pujol, a traidores como Colom y a caimanes como Javier de la Rosa, y no porque a España le interesara la actual descomposición social, económica, moral y étnica de una región de la que hasta hace poco nos sentíamos orgullosos.

Las naturales consecuencias del nacionalismo catalán, siempre disolvente, parecen sucederse en los últimos años a un ritmo cada vez más rápido: decadencia moral sin precedentes, quiebra del bienestar social y ‘mexicanización’ de las ciudades. Algo que no debería extrañar a quienes ya conocen el papel de ‘Pepito Grillo’ que juegan los nacionalismos regionales dentro del proyecto masónico para la disgregación de Europa y el exterminio de sus autóctonos. Han tenido que pasar 35 años para que muchos catalanes vuelvan hoy la vista atrás y comprueben que hay más decencia en el verde oliva de cualquier humilde legionario que en toda la casta traidora que durante todo este tiempo les han estado gobernando.

Estos han sido y son, disléxica momia, los enemigos de Cataluña y también los responsables de que sus días de gloria pertenezcan a la videoteca del No-Do y a las hemerotecas de la antigua prensa del Movimiento.

Lo que se dibuja en el horizonte, salvo que Josep Anglada pueda evitarlo, no nos presagia nada bueno, ya todos lo estamos viendo. Y no ha sido por culpa de España, ex honorable rata, sino de políticos tan traidores como usted y tan corruptos como todos esos mases, milletes, orioles, roviras y prenafetas que han horadado durante años la riqueza de muchos para disfrute de unos pocos, llevándose por delante el futuro de la región y el porvenir de sus autóctonos.

“Una autonomía diferente”

El expresidente de la Generalitat Jordi Pujol ha asegurado que “Cataluña hoy sabe que en España otra vez hay la voluntad de hacer que Cataluña desaparezca, no físicamente, no se asusten (…) En estos momentos, Cataluña siempre ha sabido reaccionar”. En este sentido, ha señalado que “dentro del conjunto del Estado, Cataluña es diferente y por lo tanto debe tener una autonomía diferente”.

En una entrevista en el programa 8 al día de 8tv, el ex presidente ha reconocido que “no digo que sea independentista, yo digo que ahora no tengo argumentos contra la independencia” y ha añadido que “hay una cosa fundamental: queremos ser catalanes y queremos hacer un país que valga la pena”.

Pujol cree que “uno de los dos o tres problemas grandes que tiene España es Cataluña. Y no es para hacer la puñeta, es porque queremos ser nosotros” y ha expresado que “con la ley de la física y con la ley de las cosas puramente contables, nosotros ya hace años o quizás siglos que no deberíamos ser [como nación]. No hay ningún pueblo en Europa con nuestras condiciones que haya resistido, nosotros sí”.

Por último ha reconocido que “yo no tengo inconveniente en hablar de fracaso, mi personalmente, pero no quiero hablar porque no quiero que Cataluña tenga esa sensación”. “Cataluña es en muchos campos: científico, médico… un país emergente(…) No somos un pueblo cualquiera”, ha concluido.