Un musulmán que viajaba en tren hacia un suburbio de Estocolmo decidió que debía hacer sus oraciones dentro del vagón. Prescindiendo, como es habitual en ellos, del sentir de los demás, se fue a una parte del tren para hacer sus oraciones habituales.

Cumpliendo con su obligación, una controladora “islamófoba” cometió la “horrible” falta de pedirle su billete. El acabóse. ¿Dónde vamos a parar? ¿Pretender que un musulmán sea tratado como un occidental cualquiera? ¿Pretender que un musulmán cumpla las leyes occidentales? El musulmán se negó, porque según él, “entregar el billete era interrumpir sus oraciones”, por lo que fue invitado a abandonar el tren.

Ante su negativa, los trabajadores del ferrocarril llamaron a la policía y finalmente el musulmán tuvo que quedarse en Estocolmo, donde acudió a su mezquita para exponer sus quejas.

La comunidad musulmana de Estocolmo formuló una protesta a la compañía de ferrocarriles, además de amenazar con promover un boicot contra ella si el musulmán al que se le pidió el billete no era resarcido “por los daños sufridos”. Al objeto de evitar problemas con un colectivo que domina ya amplias franjas de la sociedad de aquel país, la compañía de transporte acordó enviar una compensación al denunciante de mil coronas (Suecia es, junto al Reino Unido, el único país de la UE que no adoptó la moneda única).

El musulmán “agraviado” consideró sin embargo que la citada cantidad no era suficiente para compensarle por “la humillación sufrida” y decidió, con la ayuda de un grupo de asesores legales, denunciar a la compañía ante una de las agencias gubernamentales encargadas de los delitos de odio.

Estas agencias se muestran muy beligerantes contra cualquier supuesto ataque contra los musulmanes y han llegado al delirante extremo de actuar de oficio contra ciudadanos suecos que han reivindicado simplemente que las leyes sean iguales para todos. Si hubiera sido un católico el que se hubiese negado a entregar el billete por estar rezando, ¿le habrían compensado económicamente? ¿Se habrían molestado siquiera en aceptar la demanda de cualquier no musulmán?

Sorprende la celeridad de las autoridades suecas para compensar al musulmán al que se “obligó” a que cumpliese con la obligación de mostrar su billete de tren, como tienen que hacer todos los pasajeros, mientras ignora la proliferación de asesinatos y violaciones contra ciudadanos europeos, temerosos de unas leyes que criminalizan la exaltación de los valores propios.

Así están las cosas en la rendida Europa. Los europeos no tenemos nada que hacer, porque las leyes están contra nosotros. Las agencias contra los delitos de odio y discriminación, muy operativas en los países escandinavos, son una buena prueba de hasta qué las democracias liberales europeas se asientan sobre un volcán que esparce su lava antieuropea, antiblanca, antioccidental y anticristiana por todos sus países.