Sorpresa en el Carranza: El Cádiz humilla al ‘súper-Málaga’ (2-0)
«¡Esto es Cádiz y aquí hay que mamar!», sentenció la afición local cerca de la medianoche. Por más que la ocasión era pintiparada, el fútbol lo hacen grande las sorpresas. El Málaga no ganó el Carranza, un trofeo que sigue sin tener en sus vitrinas. Tuvo una primera oportunidad ante el Betis, que lo goleó, y una segunda ante el Atlético de Madrid, con derrota en la tanda de penaltis. En ambas ocasiones en la última década. A la tercera no fue la vencida, contra pronóstico. Una auténtica pena, porque más que una copa es una pieza de museo, y su grandeza no viene dada solo por su tamaño. Hablamos de un torneo veraniego de prestigio por su resonancia nacional.
El Málaga, no solo invicto toda la pretemporada, sino también abonado al triunfo (siete de siete), cayó anoche con estrépito. Sin gozar de una sola ocasión clara de peligro en toda la segunda mitad, y ante un rival dos escalones por debajo en el fútbol nacional. Un resultado que, sin duda, ha de mover a la reflexión.
Como se esperaba, Pellegrini cambió de piezas para encarar el segundo partido, en este caso la final, aunque para él eso solo era anecdótico. Únicamente Jesús Gámez repitió en el once, pero por la presencia de tres centrales en la expedición que obliga a reciclar a Sergio Sánchez. Fue el equipo ‘b’, por más que los técnicos renieguen de estas catalogaciones, sin Portillo ni Juanmi, que no fueron de la partida en ninguna de las dos citas.
En el Cádiz de los trece fichajes -y los que restan- hay quienes juegan con apenas unos entrenamientos a las órdenes de Jose González. Solo Pedro Baquero, entre los titulares, estaba en el proyecto del año pasado. Y ahora hay también dos malagueños en sus filas: el fuengiroleño Dani Góngora, lateral zurdo cerrado de técnica aseada (aunque anoche jugara en el otro costado), y el delantero Dioni, que ya la pasada campaña debutó en la élite en las filas del Deportivo y que a la postre también fue protagonista anoche.
En otros tiempos el Carranza era una caja de resonancia con un vigor especial. Hoy, pese al estímulo de la entrada de los Pina en la entidad, las barbacoas en las playas aledañas pudieron al fútbol. No se le tuvo mucho fe a lo que pasaría después, aunque no fue necesario que se llegara a la media entrada o que el público apretara para que el Málaga se complicara la vida.
Dominio estéril
Al cuadro blanquiazul le llevó casi veinte minutos entrar de verdad en el partido, comenzar a asumir un dominio claro de la posesión e ir acumulando oportunidades: una falta directa botada por Duda, una bonita acción de desborde de Sebastián Fernández con remate desviado de Buonanotte, un cabezazo alto de Duda, una pared entre Rondón y Monreal que no pudo culminar éste o un duro disparo desde lejos de ‘Seba’ repelido por Aulestia. Quizás el uruguayo tenía que haber optado por la penetración con el balón.
Lógicamente, el Málaga de los que se presumen menos habituales esta temporada no marca diferencias como el otro equipo, pero los interiores -Duda y un descarado Buonanotte- mostraron movilidad y ganas, las que nunca le faltan a ‘Seba’, mientras que Rondón incurrió en exceso en el fuera de juego.
El caso es que el todopoderoso de Primera no pudo hincarle el diente en los primeros 45 minutos a su rival de Segunda B, un equipo recién formado. Incluso, el Cádiz se le subió a las barbas a su vecino. En especial con las intervenciones del nigeriano Akinsola, tan individualista como incisivo. Dos disparos lejanos, en especial el segundo, inquietaron a Rubén, que tuvo que meter la mano para desviar a córner un balón que le botó casi delante.
Si en el Cádiz el flanco más débil fue el ocupado por Góngora, en una posición que no le es natural, el Málaga sufrió por la zona de un Stadsgaard -central derecho- que admite que no se encuentra en plenitud física (por unas molestias musculares) y que al margen de quedar amonestado se complicó la vida en una cesión a Rubén que casi atrapa Óscar Pérez.
En el segundo tiempo aumentó la espesura del Málaga. Bajó el ritmo del partido y el Cádiz terminó de perderle el respeto a su contrincante. Mientras José González se desgañitaba en la banda con gestos vehementes hacia sus jugadores, Manuel Pellegrini asistía algo más impasible al inesperado resultado. Con las fuerzas más igualadas, Óscar Pérez casi logra la proeza de adelantar al equipo amarillo. De nuevo Rubén estuvo salvador con otro despeje.
Dispuesto a ganar por las duras o las maduras, Pellegrini empezó a sacar unidades de la artillería pesada. Así, entraron en el campo Apoño, Cazorla y Van Nistelrooy, pero el partido no dio un giro en su desarrollo. Obcecado con no perder al menos, el Cádiz entonces centró sus posibilidades en que el choque careciera de continuidad, a base de sustituciones de una en una o con pérdidas de tiempo.
El choque se dirigía a una inesperada tanda de penaltis, la tercera del torneo, cuando se produjo la jugada clave del partido, una penetración de Camille con centro al segundo palo para que apareciera el delantero Juanjo para marcar de cabezazo inapelable. El héroe del ascenso del Guadalajara la pasada campaña, ajusticiaba al Málaga.
Aunque el Málaga siguió introduciendo algunos de los titulares el viernes ante el Sporting -como Joaquín, al que se vio en una tángana al final-, quedaba poco margen para la reacción, por más que Pellegrini saliese al fin del banquillo a tratar de incrementar la intensidad de su equipo. No solo no tuvo ocasiones en todo el segundo tiempo el Málaga, con mucha distancia entre las líneas y aparentemente cansado, sino que el Cádiz consiguió el segundo en las botas de un ‘boquerón’, Dioni, tras brillante acción personal. Fue el éxtasis para un club que logra su octavo Carranza e iguala al mejor, el Atlético.