Timofónica en Málaga
Agradecemos a Telefónica que nos trasladen diariamente al pleistoceno sin la ayuda de una de esas engorrosas y cinematográficas máquinas del tiempo. Gracias también a Telefónica tenemos el privilegio de vivir tecnológicamente como lo haríamos en Tanzania sin tener que salir del sur de Europa. Más aún: Telefónica hace que escribir esta noticia constituya un reto tan vertiginoso como recorrer un alambre sin la protección de una malla, lo que proporciona luego el placer de sentirte una especie de héroe que ha sido capaz de sobreponerse a la ausencia de comunicaciones por teléfono e internet que sufre Málaga desde la medianoche del pasado viernes.
Lo peor es que no se informe a los usuarios de las causas auténticas del ‘apagón’. Se habla de una avería en la telefonía fija provocada por el incendio en una central de Movistar en Huelin el pasado viernes por noche, pero no se aclara qué causas originó tan aparatoso incendio. ¿Fue provocado intencionadamente por personal vinculadas a la compañía en una suerte de ‘vendetta’ sindical, tal y como se viene rumoreando en las últimas horas? Entenderán los responsables de Telefónica que, mientras no se informe de qué originó el incendio, las insinuaciones y teorías más disparatadas se extienden por doquier.
El corte telefónico en Málaga ha afectado a decenas de miles de particulares y a cientos de empresas, entre ellas las más importantes de nuestro menguado tejido productivo. Pensábamos que este dato bastaría para que los responsables de Telefónica extremaran sus cuidados hacia el escaso, y por ello más valioso, tejido industrial andaluz. Todo lo contrario. Los cortes en el suministro telefónico son tan continuos y tan prolongados; la desatención de las administraciones hacia las infraestructuras y la seguridad en los polígonos industriales es tan escandalosa (contenedores rebosantes de basura durante semanas, kilos y kilos de cartonaje sin recoger, cajas de cables destrozadas literalmente, una tupida red de tuberías sobresaliendo en cualquier calle, la sempiterna crónica de la banda de rumanos haciendo de las suyas noche tras noche…), que estamos ante otro ejemplo ejemplo claro del desinterés oficial por cualquier iniciativa productiva que no se traduzca directamente en votos. Pero de todo lo malo que podríamos contarles hoy, lo peor lleva el sello de Telefónica. Si Telefónica representa la imagen de la empresa española, entonces esa imagen no puede ser más penosa y lamentable. Lo normal cuando se contrata los servicios de Telefónica es que las anomalías se sucedan con reiteración.
Las comunicaciones por Internet dejan diariamente aisladas a decenas de empresas españolas, mientras la indolencia se apodera de los responsables de garantizar los servicios. O ignoran o simplemente atienden las quejas de los usuarios con un sinfín de excusas que nada significan. ¿Se puede solventar lo que no se entiende? Las personas encargadas de atender las reclamaciones de los usuarios afectados, mayormente teleoperadoras sudamericanas y burócratas informativos, además de su precaria formación técnica, se muestran negligentes a la hora de hacer un eficaz diagnóstico del problema que les plantea el cliente. De forma invariable siguen el mismo catálogo de coletillas aclaratorias ante reclamaciones tan usuales como el corte de una línea o el mal estado de las instalaciones: cuando no es un recalentamiento del router se trata de un exceso de tráfico en la red o la inoportuna presencia de un misterioso virus. Y de ahí no hay quien baje a las locuaces pero ineficientes operadoras.
Claro que no sólo la proverbial incompetencia de las operadoras precede a Timofónica. La multinacional no sería lo que es sin esas ramificaciones empresariales que tienen más en cuenta el abaratamiento de los costes que el buen servicio al cliente. La subcontratación de empresas subcontratadas para la resolución de incidencias y anomalías técnicas, en la mayoría de los casos enredan y enmarañan el problema hasta dejarlo sin solución posible por espacio de semanas e incluso meses.
Y aunque la multinacional ejerce su control sobre clientes morosos de forma implacable, incluso acudiendo a la vía jurisdiccional, sus directivos no observan el mismo celo cumplidor cuando se trata de poner al día o mantener toda la vasta red de infraestructuras en polígonos y centros industriales situados en los extrarradios. A veces una simple rata puede ser más letal para los intereses de una empresa que tenga contratados los servicios de Timofónica que toda la competencia junta.
Mientras esto ocurre en España, países en los que la multinacional española presta servicios, como son los casos de Perú o Argentina, han llegado a ordenar que se investigue a la compañía por si cumple o no con el contrato de concesión. Telefónica pone cada día a prueba la paciencia de los usuarios de esos países, para quienes la compañía española es sobre todo sinónimo de ineficiencia y voracidad recaudadora.
Andalucía sufre en grado superlativo lo que en el resto de España es moneda corriente. Raro es el día que no falla la red de telefonía fija y móvil en algún punto estratégico de nuestro país. Pese a los ingresos multimillonarios de la compañía, Telefónica no invierte en planes de prevención para evitar una situación tan inaceptable como la de mantener sin comunicaciones telefónicas y de internet a la quinta ciudad de España durante más de 72 horas.
Por desgracia, nuestros dirigentes económicos conciben el papel de nuestras empresas de forma monopolista, lo que deja al usuario sin alternativas y evita que las negligencias recaigan en los hombros de quienes las produjeron. Telefónica no suele informar a sus clientes sobre incidencias en la red y cuando lo hace es para insistir en que el sistema quedó colapsado por una sobrecarga debido a una suma de factores. La responsabilidad siempre la termina diluyendo en otros factores ajenos a ella misma.
En definitiva, la multinacional española orienta sus preferencias a la obtención de millonarios contratos internacionales que luego no se reinvierten en una mejora sustancial de sus obsoletas infraestructuras. Su desprecio al mercado del que vive alcanza así cotas máximas. Gracias a Timofónica, el servicio de telefonía en España nos iguala a Marruecos antes que a Francia. Y así no hay economía que pueda levantar cabeza.
Seguro que ahora con Rodrigo Rato como asesor todo irá mejor…
😀