No se trata de una imagen proveniente de la región india de Panyab sino de la Cataluña más profunda y representa una clara muestra de hasta qué punto el multiculturalismo alcanza en esta región proporciones insólitas. Son imágenes tomadas el pasado fin de semana en Santa Coloma de Farnes, provincia de Gerona, donde la comunidad sikh celebró la festividad del ‘Khalsa Panth’. Ataviados con grotescos atavíos y portando intimidadoras dagas, esta comunidad hindú tomó las calles de la localidad para reivindicar el respeto a la diversidad…pero en suelo europeo.

En unos momentos especialmente azarosos para la comunidad cristiana de la India, donde los asesinatos contra sus miembros chalanea con la crónica diaria, la mención de términos como “tolerancia” y “respeto a las religiones foráneas” podría parecer una mala broma si una parte de Occidente no hubiese ya perdido el pulso y el rumbo. Los finlandeses lo saben y acaban de asestar un golpe mortífero a la casta entreguista de aquel país. En Cataluña, por el contrario, se nos habla de planes y más planes para la integración de los extranjeros en nuestra cultura europea y ya ven ustedes cuál es el resultado. ¿Qué habrían dicho los miembros de la siniestra Esquerra Republicana ante una exhibición como la de los sikh, pero con sus miembros ataviados con el traje flamenco o tocados con una montera torera? Queda una vez más constancia de que cualquier ocasión es buena para que los extranjeros que residen en Cataluña hagan alarde de su escaso apego por la asimilación cultural, sean indios, árabes o bosquimanos. Y de eso no parecen querer enterarse los representantes de la vesánica clase política catalana, quienes están más por la labor de poner una pica en Madrid que de taponar las heridas que este harakiri multicultural le está infringiendo a Cataluña.

Unas mil personas acudieron a esta singular fiesta de barbados espadachines, a la que no faltó una nutrida representación del equipo de gobierno. Acaso ninguno de ellos reparó en que la mayoría de los procesionantes sikh ha sentido tan escasa inclinación por el idioma catalán que literalmente lo desconoce. Dudoso es también que pudieran reconocer entre ellos a los que regentan supermercados, locutorios y oficinas de viaje en desigual competencia con los empresarios autóctonos. Ya se sabe que, para la casta, los intereses de los de dentro son siempre un factor secundario y una incómoda mácula sujeta a las exigencias de una sociedad difícilmente reconocible desde el punto de vista social, cultural, económico y moral.

La fiesta gerundense de los sikh fue otro aldabonazo contra el deber de integrarse que tienen todos los extranjeros que viven en España. Afrontar ese mal que nos aflige requiere ya tan sólo de las medidas quirúrgicas que han sido aplicadas con éxito en un país tan orgulloso de serlo como Finlandia. Eso o que acabemos todos salmodiando a Brahma y encomendando a Alá nuestro futuro y el de nuestros hijos.