Nada le debo y nada me debe. De Josep Anglada, infatigable siempre, me pudieron diferenciar algunas cosas que no necesito rememorar hoy y aquí, pero no hay duda de que políticamente se ha convertido en la principal referencia de una sociedad, catalana y española, que prefiere estar más cerca de acá que de Alá. Tal vez por eso el sistema lo tiene entre ceja y ceja.

La falta de entrenamiento democrático en un país como España puede llevar a tales extremos como los que relatamos día sí y al otro también en estas páginas. En una simpática y populosa ciudad catalana, un clérigo musulmán le reprocha a una muchachita marroquí que frecuente “amigos españoles”. No muy lejos de esa ciudad, se descubre que un fanático musulmán mantuvo secuestrada a una de sus esposas durante meses. Ocurría todo eso cuando una reputada fuente vinculada al Ministerio del Interior nos alertaba acerca de la aplicación de la ley islámica (sharia) en miles de familias musulmanes residentes en Cataluña. Hace unos días, la Fiscalía reducía la petición de cárcel para los presuntos terroristas islámicos que pretendieron reeditar en el metro de Barcelona la masacre del 11-M. Tampoco en los casos anteriores hubo demasiado celo por parte de la Justicia catalana para el esclarecimiento de los hechos. Sabido es la terca fascinación que siente el sistema por el islam, en especial por sus elementos más intransigentes. “¿Le vas a tomar declaración al imán de Lérida por amparar el salafismo en la provincia? Pero, hombre…¡si el enemigo es Josep Anglada!” Ni que decir tiene que ningún islamista ha pisado una cárcel catalana por difundir sus incendiarias ideas.

Ahora, justamente ahora, 80.000 votos después, las mismas instancias silentes recobran el habla cuando tienen delante al líder de la Plataforma catalana. Le acusan sin prueba alguna de elaborar y difundir un panfleto supuestamente contra los musulmanes, pese a que en el escrito los únicos que salen mal parados son los plataformistas, acusados de xenófobos y otras lindezas por el estilo. ¡Curiosa forma la de Anglada de hacerse el harakiri!

A mí lo que me agradaría saber es por qué el sistema hace la vista gorda cuando el Josep al que se podría emplumar se apellida Montilla o Carod. Entonces la fiera transforma sus garras y sus mordisquitos son refinados y trepidantes como los de una marquesita de Pedralbes. Es decir, puede usted exponer a la interperie durante horas al niño incapaz de hacer abstración de su lengua vehicular en el colegio donde estudia. En virtud de la legitimidad democrática deje usted sin sustento y amparo legales al comerciante que rotula su establecimiento en la lengua oficial del Estado. En base a la multiculturalidad oficial del Estado deje sin sancionar a los musulmanes que sacrifican animales en la vía pública o a los comerciantes de la misma religión que incumplen sistemáticamente con el cierre de sus negocios en fechas tan señaladas como la Diada o la Navidad. Aleje sus pronunciamientos morales de quienes reducen el papel de sus mujeres al de bestias azotables y embutidas en cárceles textiles. No trate de impedir la existencia de tramas delictivas extranjeras especializadas en la trata de blanca en todas las ciudades importantes de Cataluña. Y si hablamos de la kosovarización del extrarradio barcelonés…pelillos a la mar. El problema de actuar con tanto descaro es que hasta los mojigatos terminan dándose cuenta de la parcialidad del sistema. Sobre todo cuando ese sistema camufla sus siniestras intenciones y pretende dar un barniz legal a su descarada persecución del principal artífice de que 80.000 catalanes dijesen alto y claro: ¡Hasta aquí hemos llegado!

Tropezamos siempre con lo mismo: derechos (¿derechos?) adquiridos, poderes excepcionales en favor de la aniquilación de la cultura autóctona, normas que protegen a unos más que a los demás, consideraciones especiales que hay que tener con determinadas personas, comunidades, aunque sean las que más delinquen…¿No habrá beneficiado algunas de estas arbitrariedades legales al éxito electoral de la PxC mucho más que todos sus alegatos políticos contra la inmigración?

Bah, qué importa esto. Lo que importa es el progreso masónico del país, algo de lo que la casta paniaguada de CiU parece no querer enterarse. Por ejemplo, ya hemos acabado felizmente con la mitad de los oficios católicos que hace 50 años se celebraban en Cataluña. También hemos acabado con la enseñanza al servicio de valores que trascienden nuestra condición humana. Estupendo. Hemos inundado de mezquitas pueblos y comarcas catalanas. Nuestro tesón para planificar el futuro demográfico ha permitido que durante 2010 nacieran más Mohamed que Jordi en los hospitales de Cataluña. Las clínicas abortivas catalanas son las más briosas del Estado y el árbol del relativismo crece frondoso y da sombra a nuestros jóvenes. ¡Albricias! Y ya tenemos a miles de catalanes autóctonos rebuscando entre la basura los restos de esa democrática distribución de la pobreza que hemos introducido en nuestro nuevo orden social. Supimos también ser capaces de colapsar nuestros servicios públicos dedicados a la salud y a la asistencia social para que cualquiera de fuera tenga más derecho a las prestaciones que los de casa.

Lo curioso es que se quiera enjuiciar a Josep Anglada por defender la insostenibilidad de ese modelo y no a los que están colocando a Cataluña en los años anteriores a las últimas locomotoras de vapor, dulcemente cantadas por Agustín de Foxá.

Estos son los datos. Si se persigue a Anglada y no a otros es porque el vicense lidera un partido contrario al sistema que cada día está más de moda, tan a la vuelta de la esquina, tan posible, que lo mismo que en tiempos del tamborilero del Bruch, se quiere evitar su existencia, su nombre, su discurso, su mínima posibilidad en las urnas… Que lo consigan o no solo de los españoles decentes depende.