China convirtió a cientos de trabajadores al Islam para poder construir en La Meca
El tren inaugurado por la ingeniería china en La Meca —un proyecto construido en un tiempo récord para impresionar a Riad y a millones de peregrinos de todo el mundo musulmán— empieza a mostrar aspectos menos épicos.
Primero fue la confirmación de que el monorraíl de la China Railway Construction Corporation (CRC) había dejado una deuda de 600 millones de dólares, que fueron inmediatamente cubiertos por el gobierno de Pekín. Ahora el semanario «The Economist» revela que las autoridades chinas convirtieron súbitamente al islam a centenares de trabajadores, para poder enviarlos a trabajar a La Meca.
El proyecto inaugurado con motivo de la última gran peregrinación a los lugares sagrados (el Hach) consiste en una línea de ferrocarril que une la Meca con Mina y el Monte Arafat. Estará del todo operativo el verano que viene, y en ese momento podrá hacer innecesarios los 70.000 autobuses que colapsan un pequeño territorio saudí. Además de evitar las periódicas estampidas de peregrinos, que acaban con saldos fatales.
Uighures, no
Cuando el rey Abdullah firmó el contrato con el presidente chino, hace año y medio, no se calculaban los problemas. El más fácil de resolver para Pekín, según «The Economist» y otras fuentes occidentales, fue el carácter sagrado de la zona de trabajo (sólo pueden entrar en La Meca los creyentes musulmanes), un obstáculo que había cerrado el paso a proyectos de otros países.
El gobierno chino no quiso reclutar trabajadores entre los levantiscos «uighures» musulmanes, y decidió hacer los trámites para convertir en musulmanes a centenares de operarios de su mayor empresa de ferrocarriles.
Las dificultades del proyecto, realizado en sólo 16 meses, pusieron de relieve la voluntad política del gobierno chino de quedar bien, a toda costa, con el régimen saudí. Según revela el periódico pequinés «Economic Observer», la empresa CRC dijo a sus ingenieros que el proyecto «era más un mandato político que un objetivo comercial».
Los intereses de China con el mundo árabe se encuentran cada vez más imbricados. Más de la mitad del petróleo de Arabia Saudí va destinado a Asia, frente al 14 por ciento que se comercializa en Estados Unidos. Como contrapeso, China encuentra cada vez más posibilidades de inversión de capital en el mundo musulmán, especialmente atractivo para Pekín porque ese mercado no pone condiciones en materia de derechos humanos.