Toro de Osborne decapitado

Por Laureano Benítez Grande-Caballero.- Con ocasión de las luchas que reducidos grupos de patriotas estamos protagonizando desde que el satanismo gubernamental emitió el inicuo decreto de la exhumación de Franco, he tenido la oportunidad de comprobar la cósmica veracidad de aquella frase que dice que “una cosa es predicar, y otra dar trigo”, referida a esos mesías patrióticos que publican libros sobre nuestra gloriosa historia y las conspiraciones que la amenazan, pontifican sobre España en tertulias, van de iluminados salvapatrias en reportajes a go-go, como quien baja de sus Sinaís inaccesibles para los demás mortales con la España en verso que ellos han descubierto… Pero, eso sí, no les pidas que acudan a ninguna lucha, que hagan algún gesto de rebeldía, que se mojen en alguna algarada para defender la Patria… ni que defiendan a los patriotas acosados por la marabunta roja.

Porque a España le sobran vendedores de pócimas mágicas, de infalibles recetas con las que derrotar a la “Sinagoga de Satanás”; a nuestra Patria le sobran predicadores de teleiglesias que a cada idea que tienen proclaman con actitud de trance sus “¡Aleluya! ¡Aleluya!”, golpeándose el pecho a lo “King-Kong” para demostrar que ellos son los más patriotas, los divinos-de-la-muerte, que en recónditos parajes han encontrado la piedra filosofal de la Hispanidad, el Decálogo del patriotismo, el vellocino de oro que nos llevará de nuevo a la España una, grande y libre.

Ahí los tenéis, saboreando la fama en sus egregios despachos, pedantemente engalanados con títulos, diplomas, doctorados y demás parafernalia. Ahí están, en sus refulgentes bibliotecas de caoba, con sus obras publicadas, sacando brillo a sus condecoraciones, exhibiendo impúdicamente sus galones, pavoneándose con sus medallas presuntamente rojigualdas, creyéndose aureolados por un aire de Roma española, como diría Lorca.

No son mariscales de campo, porque rehúyen el sudor acre de las barricadas y las trincheras, sino mariscales de tertulias y reportajes, de entrevistas y conferencias, y de toda esa orgía mediática por la que se mueven con celo de tiburones en flor, persiguiendo con ojos desorbitados y fauces de sabueso el brillo del oro, el tintineo del potosí de euros que exigen por sus comparecencias públicas, aunque sea una simple charla a los patriotas que creen en sus soflamas y arengas contra la casta totalitaria e hispanófoba que destruye España. Caso aparte es el de algunos editores de diarios digitales que sí se han mojado apoyando y publicando las convocatorias de lucha en las que se llama a la resistencia contra el golpismo rojo que nos amenaza, exponiéndose a la manidísima etiqueta de “facha”.

Son un círculo endogámico, que solo se relacionan entre ellos, en sus selectos clubs donde se encantan de haberse conocido, conformando un chiringuito que utiliza una presunta hispanofilia para medrar y darse alharacas, para atiborrarse de incienso y de los eurillos que puedan sacar a su dicursería. Es el mismo caso, pero a la inversa, de ese chiringuito que han montado los antisistema para presumir de anticapitalistas, para vivir del cuento de la revolución y los momentos-leninistas para “rescatar a la gente”, mientras ellos viven como maharajás en sus dachas, mercadeando a todo “black” con sueldazos bolivarianos, con trabajos que no hacen, con contratos basura a sus empleados, con pisos VPO que ladronean a la “gente”.

Pueden presumir de ascendencia bíblica, pues ya el mismo Cristo les llamaba “sepulcros blanqueados”, y san Pablo se dirigía expresamente a ellos calificando sus fraudes como “metal que suena y címbalo que retiñe”: cimbaleros son, metedores de ruido con sus carracas estentóreas, pero no busquéis nueces entre sus brillantes disertaciones, su pasmosa erudición, su mesianismo espúreo.

Son travesaños degradados por la carcoma, con las que ninguna Patria se puede construir; rebeldes de coz y Martini, requetés que se alquilan por horas como señoritas de Avignon, sextercios de Flandes, Empecinados mediáticos, guerrilleros de la telegenia, Judas que traicionan a su Patria por un puñado de dólares, Viriatos de cartón-piedra, Velardes de cabaret…

Y es que molan que son una barbaridad, pero que a nadie se le ocurra convocarlos a ninguna lucha por la defensa de España, aunque sea suplicándoles una simple arenga a las falanges patrióticas, porque, en el mejor de los casos, si queremos que canten, la pasta por delante, aunque lo habitual es que hagan un clamoroso mutis por el foro, y no se dignen siquiera tomarse la molestia de responder. Acostumbrados a sus terciopelos y sus valses, el barro no es para ellos —¡horror!—, sino las moquetas y los mármoles que —previa alfombra roja— se merecen sus egregias figuras y sus pasos majestuosos, como de emperador romano en apoteosis.

También les caló bien el iluminado Dante, que adjudicó a los soberbios y altaneros magnates de esta tribu purgatorios, infiernos, terrazas, fosas, círculos, pantanos y pozos: impresionante. En el Canto XII del Purgatorio les tenemos desfilando, “como bueyes en la yunta, con el alma cargada”: ahí van Nemrod, Niobe, Saúl, el gigante Briareo, Aracne la tejedora, Roboán, Alcmeón… y toda esta pléyade de mercenarios de cutos nombres no quiero acordarme.

Donde más se les ajusticia es en el Octavo Círculo del Infierno, el que podríamos llamar “Malebolge”, pues está formado por diez “fosas” —“bolgias”— donde son castigados los fraudulentos de toda calaña y condición: aduladores, simoníacos, malversadores, ladrones…

Aunque podemos rastrear en todas las fosas el pecado del engaño y la falsía, las dos “bolgias” donde mejor se acomodan —es un decir— nuestros eximios mercenarios y embaucadores son la Sexta —vaya, vaya—, dominio de los hipócritas —vestidos con pesadas capas de plomo, aunque al exterior aparecen con sus capas doradas— y la Décima, donde son atormentados los falsificadores, aquellos que mercadearon fraudulentamente con cosas, personas, dinero o palabras… y con Patrias, el peor pecado.

También el Alighieri les da buena estopa a estos mercenarios en la Fosa Octava, donde son martirizados entre llamas los consejeros fraudulentos, presentados con una lengua de fuego, imagen vívida de la lengua con la que pecaron dando consejos que después ellos no cumplían.

Y, por supuesto, estos mercenarios de la patria no podían faltar en el último círculo, configurado por un inmenso lago de hielo llamado “Cocito”, infierno de los traidores, donde sucumben con una especial crueldad los traidores a la Patria.

Así le va, damas y caballeros, a nuestra amada España, abandonada como una novia en el altar, mancillada como una muchacha en flor por manadas de todo signo y color: borbones, obispos, sociomarxistas, coletudos caribeños, separatas, liberales, conservadores presuntamente derechosos…

Abandonada por un pueblo completamente idiotizado, y hasta por aquellos que se proclaman patriotas desde sus tribunas mediáticas, a lo que les recuerdo una vez más que España no paga a traidores… ni a mercenarios.