Federico Trillo, la historia de una gran mentira: Michirones con mucho chorizo y poca piedad
Yrene Calais.- La serie de Federico Trillo llega a su fin hoy, con este último capítulo, en el que voy a narrarles una de las grandes pasiones del inefable Federico Trillo: cocinar michirones con chorizo. Por si no lo saben, los michirones son un tipo de legumbre proveniente de las habas secas y gruesas que, tras un período de tiempo en remojo, se cocinan de varias formas, especialmente en la región de Murcia, donde son muy apreciados los michirones.
Es un plato altamente calórico y saciante, en cuyo guiso se incorpora jamón, huesos de cerdo y, por supuesto, chorizo picante. Lo inusual es comerlos en verano y a pleno sol, acompañados de un vinito peleón, y a ser posible barato, para la canalla periodística, que todos los años acudía fielmente a la cita con el político Trillo en su casa de Cabo de Palos; en una primera etapa, alquilada y, tras ser nombrado presidente del Congreso, y con los fondos que se van haciendo públicos de la contabilidad B del PP, adquirió en propiedad.
Así es, a finales de agosto, cuando el veraneo de Trillo estaba tocado a su fin, pero el calor se hace más insoportable que nunca, Federico, cada año, como diputado por Alicante, convocaba a todos los periodistas para congraciarse con ellos y aparecía, tras una inmensa hoguera, con una enorme olla de porcelana color caldera, de las de toda la vida, como Asterix en la Galia, sudando de cada pelo una gota, dándole vueltas al guiso de los michirones con mucho chorizo, como si fuera la poción mágica. Sólo les faltaba libar los licores en cuernos. Este era el tono populista, forzado, y como un político cercano, muy lejos de la realidad de Trillo.
El festín de los michirones era su gran día por excelencia. Lo había convertido en una tradición inalterable. Nada ni nadie podía fastidiárselo. Y sucedió que la banda terrorista asesinó a un suboficial del Ejército, cuando el ministro de Defensa se estaba relamiendo con los michirones que iba a condimentar y engullir. Y no había forma de que Trillo diera señales de vida y se dispusiera, como era su deber, a asistir al funeral y estar cerca del dolor de la familia de la víctima y de toda la familia militar. Empezó a sonar persistente el teléfono desde Moncloa.
Al otro lado del aparato Carlos Aragonés, el jefe de gabinete del presidente del Gobierno, José María Aznar, interpelando a Trillo para que lo dejara todo. Y Trillo que nones, que no dejaba los michirones. Y Carlos Aragonés cada vez más nervioso e imperioso, transmitiendo las órdenes de Aznar, porque Trillo y José María no se hablaban directamente, pues nunca se han llevado bien ni se han tragado, ya que Trillo no ha soportado nunca que Aznar fuera lo que debía haber sido él: presidente del Gobierno. Máxime, cuando la oposición de Aznar era de inspector de Finanzas, y Trillo la considera insignificante.
Todo sus asesores insistiendo en que los michirones podían esperar, pero que no se entendería que el ministro de Defensa no acudiera al funeral de un militar asesinado. Y Trillo que nones, con sus michirones. Tuvo que desgañitarse Carlos Aragonés para que Federico entrara en razón y emprendiera viaje.
El actual embajador en Londres es un hombre sin piedad, al que sólo le preocupan dos cosas: él y su carrera política. Sorprendió a todos, y no gratamente, la frialdad con la que asistió Trillo al funeral de Silvia, la niña de siete años, hija de un guardia civil, asesinada por ETA en el atentado al cuartel de Santa Pola. El templo estaba cargado de emotividad e indignación. Trillo, a tenor de testigos presenciales, parecía o ausente o indiferente. El mismo Trillo que ordenó recoger cuanto antes, mal, los cadáveres de los soldados de la tragedia del Yak-42, y luego no fue capaz de dar la cara, escondiéndose detrás de los mandos militares, que sólo obedecieron sus órdenes.
Esta miserable postura contrasta con sus aires de grandeza y gusto exacerbado por el lujo, cuando no quería reparar en gastos ni renunciar a las pretensiones de construirse su Camp David en la base de Torrejón de Ardoz, en lo que había sido la residencia del jefe norteamericano de la base, donde se retiraría a descansar temporadas y a practicar su deporte favorito: el ciclismo, para el que la pista de aeródromo de Torrejón era un lugar perfecto para deslizarse en bicicleta, emulando a Indurain, con tres escoltas sudando la camiseta, pero dejándole siempre que él fuera el maillot amarillo, ante la mirada siempre entregada de su secretaria Julieta de Micheo, cuyo apellido, por cierto, recuerda mucho a michirón.
Esto mas de esta podrida casta de politicos de esta mierdocracia se vaya todos los politicos a tomar por saco , hay que castigarlos en las elecciones no nos queda otra , canallas
Te has lucido Yrene.Tamta bilis para nueve comentarios.
Mejoremos lo que tenemos pero no queramos volver al pasado, es decir a:
a) Que la mujer vuelva a ser ama de casa.
b) Que la mujer vaya tapada hasta arriba.
c) Que todo el mundo esté rezando todo el día.
d) Etc.
Cojonudos los michirones de don federico, y si van acompañados por unos
Caracoles, mejor.
Y de postre arrope calabazote.
Gracias Yrene por destaparnos la “olla podrida” del personaje michirón que también rima con millón.
Nota del moderador: Haga comentarios y déjese ya de fotitos.
DE TAL PALO,TAL ASTILLA….
Demócratas..
Un peperro mafioso mas…no se salva ni uno
En fin, un sinvergüenza de tomo y lomo y encima Rajoy le siguió dando cargos primero en el comité de derechos y garantías del PP, por favor!!!!, un tipo que debiá de haber sido obligado a dimitir después de la nefasta gestión del yak 42, un tipo zafio, un imbécil, un inútil que ja seguido manchando el nombre del PP igual que otros y ahí sigue ahora de embajador nada menos que en Londres.
Hay tontos con suerte!!