Mano dura en un país violento
“El cambio ha empezado, el cambio ha llegado. Iniciamos un nuevo mandato con muchos problemas, y desafíos enormes para toda la sociedad, pero con muy buenos auspicios”, afirmó el general retirado Otto Pérez, al jurar el pasado fin de semana como presidente de una Guatemala violenta y empobrecida.
Sucesor del socialdemócrata Álvaro Colom, Pérez destacó la necesidad “urgente” de “corregir el rumbo” al advertir que recibió un país “en crisis”, “infestado” de “corrupción”, con serias deudas sociales y severamente golpeado por el narcotráfico.
“Hablamos de un cambio profundo, estructural y no de un cambio cosmético (…) Hoy recibimos un país en crisis. Una nación muy cerca del quiebre económico y moral”, dijo el nuevo presidente, un experto en contrainsurgencia, de 61 años.
Pérez se propone impulsar drásticas medidas contra el crimen y una reforma fiscal, pero gobernará cuatro años con minoría en un Congreso dividido en bancadas de 13 fuerzas, en el que su Partido Patriota (PP) contará con solo 58 de los 158 diputados.
“El cambio ya comenzó, es una oportunidad enorme para la ciudadanía porque el gobierno no puede solo, si todos no participan el país no saldrá adelante”, subrayó.
Pérez, quien en la guerra civil (1960-1996) fue jefe militar de El Quiché -donde ocurrieron violaciones de derechos humanos-, fue electo en segunda vuelta en noviembre pasado, con un discurso que halló tierra fértil en un país más preocupado por la inseguridad que por la pobreza.
Guatemala tiene una de las tasas de asesinatos más altas del mundo (38 por cada 100.000 habitantes) y la pobreza agobia al 53% de sus 14,3 millones de habitantes.
La investidura se vio empañada por el asesinato un día antes del diputado Valentín Leal y su hermano, en víspera de asumir su banca en el nuevo Congreso, reelecto en representación de Alta Verapaz, una región controlada por el narcotráfico.
Los carteles de la droga, en especial “Los Zetas” de México, se extendieron en los últimos años por vastas áreas del territorio -como en Alta Verapaz- y son responsables del 40% de las muertes que enlutan a Guatemala, según las estimaciones oficiales.
Al rendir su informe de gestión ante el Congreso, Colom destacó algunos logros, pero calificó la espiral de violencia como “perversa” y reconoció que dejaba a Pérez “profundos rezagos” en materia de pobreza y seguridad.
El nuevo mandatario promete resultados en los primeros seis meses, y terminar su gestión con la mitad de la tasa de homicidios y con diez puntos menos del actual índice del 49% de niños menores de cinco años con desnutrición crónica, el más alto de toda Latinoamérica.
Uno de los principales reclamos de grupos de derechos humanos es el fortalecimiento de la justicia para bajar la alarmante impunidad que, según la Organización de Naciones Unidas (ONU), alcanza el 98% de los casos en los tribunales.
“El respeto a la ley a la autoridad ha sido sustituida por una cultura de impunidad”, dijo Pérez en la investidura, celebrada en un polideportivo en el sur de la capital.
Un general controvertidoAutoproclamado el “general de la paz” por haber firmado a nombre del Ejército los acuerdos que pusieron fin a 36 años de guerra en Guatemala en 1996, su discurso de “mano dura” logró convencer a una población agobiada por los 16 muertos que se registran a diario en el país, uno de los promedios más altos del mundo.
Acusado por grupos humanitarios de violaciones a los derechos humanos, fue jefe de unidades en las zonas más duras del conflicto armado, como en Quiché, donde según la ONU se registró el 45% de las 200.000 víctimas de la guerra.
Quienes lo acusan “no encontraron nada, porque no hay nada”, afirmó Pérez molesto, cuando periodistas de la agencia de noticias francesa AFP lo interrogaron sobre el tema en la campaña electoral.
“No tengo nada que esconder, nada de qué avergonzarme, siempre actué dentro de la ley, con respeto a la población. Sabía que si queríamos ganar esa guerra interna, tenía que ser respetando a la población”, afirmó.
Pérez llegó a los salones gubernamentales en 1993 como jefe de Estado Mayor Presidencial -ente encargado de la seguridad del mandatario, acusado de ejecuciones extrajudiciales y otras violaciones a los derechos humanos-, y se retiró del Ejército en 2000. Un año después fundó el Partido Patriota y fue diputado entre 2003 y 2007.
Sufrió un atentado en febrero de 2001, cuando desconocidos dispararon contra el vehículo en que viajaba con su esposa y su hija, tres días antes de fundar su partido.
A pesar de su experiencia parlamentaria, es de hablar parco y cortante, adquirido en 34 años de vida cuartelera.Según sus allegados, es un hombre que “prefiere escuchar chistes a contarlos” y le destacan como virtudes el escuchar consejo de sus asesores a la hora de tomar decisiones, y su capacidad de trabajo casi obsesiva para lograr sus metas.
Hace 12 años que colgó su uniforme de general y para su asunción vistió un traje negro diseñado por la lujosa casa italiana Salvatore Ferragamo, lo que generó críticas por tratarse de un país tan pobre.
Pérez habituó a los guatemaltecos a una imagen informal. La campaña la hizo siempre en pantalones jeans, camisas sport y chaqueta sin mangas. Aunque de cabello cano y pese a que dejó hace rato el riguroso entrenamiento militar, mantiene un estado atlético envidiable, favorecido por su afición al tenis.
Nacido en Ciudad de Guatemala el 1 de diciembre de 1950, está casado desde 1971 con Rosa Leal, con quien tuvo dos hijos, Lissete -administradora de empresas- y Otto, quien ganó la alcaldía de Mixco, un municipio cercano a la capital, por el mismo partido de su padre.