LTY/Redacción.- Como muchos nos imaginábamos, la pista de la extrema derecha o neonazi era, más que absurda, francamente improbable (en Francia esa extrema derecha no va más allá de organizar almuerzos “vino y tocino” o lanzar eslóganes identitario desflando detrás de la Virgen Maria, mientras que los que atacan a los judíos en las calles o incendian las sinagogas son los moros, a los que se ha intentado exculpar una vez más).

Parecía claro que mientras no se tuvieran mayores indicios se privilegiaría esa pista para ensuciar por una parte al movimiento identitario y soterrar las expectativas electorales de la candidata Marine Le Pen, adjudicándole la autoría moral de estos asesinatos, frutos, como no, del “discurso de la intolerancia y del odio”.

Si los dirigentes galos se hubieran preocupado más de seguir los indicios que apuntaban a un más que probable atentado islamista en Francia, es posible que no se hubiese producido la tragedia de Toulouse. Pero una vez más, al facultativo no le interesaba curar la enfermedad, sino que la enfermedad coincidiera con su falso diagnóstico. Resultado: Casi una decena de muertos sobre la mesa de operaciones.

Forsane Alizza

El ministro del Interior francés ilegalizó hace unos meses al grupo islamista Forsane Alizza acusado de preparar la lucha armada y llevar a cabo acciones contra la ley sobre el velo integral (burka, niqab, etc). Igualmente anunció la expulsión de un imán radical por haber declamado públicamente, en el transcurso de sus prédicas del viernes en una mezquita, “expresiones violentamente antisemitas” e incitado a “azotar hasta la muerte a las mujeres adulteras”.

El ministro francés declaró que es “intolerable que en Francia exista un grupo que forme a personas para la lucha armada en vista de eventuales acciones terroristas“. Un portavoz de Forsane Alizza, Mohammed Achamlane, refutó la dimensión violenta de su movimiento, y calificó las palabras del ministro de “pura calumnía” y de “difamación“. El grupo islamista fundado en 2010 tiene una página web desde donde difunden mensajes y vídeos de manera regular. El último mensaje publicado en esa página lleva por título “Reclutamiento Forsane Alizza” y dice así:

“Nuesta organización está creciendo y necesitamos mano de obra “fissabililah” (sobre el camino de Alá). ¡Buscamos toda clase de habilidades y conocimientos, pero sobre todo soldados! Si practicáis deportes de combate y sois capaces de actuar con rapidez cuando os lo solicitemos, entonces vuestro perfil corresponde a lo que buscamos. Inchalá“.

Inmediatamente después del anuncio de la ilegalización del grupo islamista, su portavoz dijo que no descartan llamar a la lucha armada “si la islamofobia se intensifica”. Para justificar su amenaza ha hablado de mezquitas quemadas, de pintadas, de agresiones y de estigmatizaciones a los musulmanas en películas, en la prensa y en los libros. “Eso (la lucha armada) podría suceder cualquier día. Si se continúa a estimular el odio contra los musulmanes, eso será inevitable. Si la gente no entiende que nuestra rebelión se va a traducir en actos, es que son unos insensatos”.

¿Por qué entonces, conociendo todos esos datos, las autoridades francesas erraron el objetivo de la investigación? ¿Por qué se dio más patente de veracidad a la autoría moral de la ultraderecha que a las amenazas lanzadas por un fanático en permanente roce con el terrorismo? ¿Qué extraña enfermedad es ésta que obliga a los políticos europeos a sacrificar vidas humanas con tal de que el discurso del antirracismo no pierdan validez? ¿Por qué ningún medio informativo ni organización supuestamente defensora de los derechos humanos recordó ayer a los franceses las amenazas vertidas por Mohammed Achamlane hace pocas semanas?

No puede ser que la aniquilación de Europa esté siendo ejecutada de forma tan abiertamente descarada y que la opinión europea siga sin dar una respuesta contundente y efectiva a los exterminadores de su identidad cultural y espiritual.