Pitar y gritar al felón de Moncloa el 12 de octubre: un deber moral y patriótico
I. Andrade.- Cada año, el desfile militar que se celebra en Madrid el 12 de octubre congrega a miles de ciudadanos para conmemorar la Fiesta Nacional de España. Se trata de un acto con una fuerte carga simbólica (militar, institucional, histórica), que genera emociones variadas según los asistentes. Una constante polémica es el recibimiento que suele tener el presidente del Gobierno Pedro Sánchez.
Año tras año, al descender de su coche oficial para dirigirse a la tribuna de autoridades, los indignados asistentes lo reciben con silbidos, abucheos, gritos de “¡dimisión!”, y otras expresiones
Debido al cúmulo de escándalos y felonías presidenciales, que han convertido la crónica española en un lodazal, este año la protesta tiene que ser atronadora, más aún que la salva de cañonazos en memoria de esos mártires a los que Sánchez mancilla, al poner su continuidad al frente del Gobierno, en manos de quienes quieren destruir la patria por la que esos héroes entregaron sus preciosas vidas.
El desfile del 12 de octubre tiene una fuerte carga simbólica patriótica, militarista, tradicional, que conecta con millones de españoles a los que Sánchez odia.
Aunque es un acto oficial, lo militar, lo ceremonial, termina siendo también un espacio de expresión política: quienes reprueba al felón de Moncloa tienen este domingo la ocasión de dar visibilidad a su hartazgo e indignación.
Pese a las maniobras destinadas a atenuar los abucheos: cambios en el anuncio de la llegada de Sánchez, coordinar su llegada con la de los Reyes, minimizar los tiempos en los que está expuesto al público… el Paseo de la Castellana tiene que ser este 12 de o tubre un clamoroso grito de rabia contenida.
La pitada a Sánchez en el desfile del 12 de octubre es algo más que un gesto aislado: es un síntoma de la indignación que recorre España. Refleja también la reivindicación por parte del pueblo de nuestra identidad nacional, seriamente amenazada por quien merece figurar al frente de los grandes traidores, de Don Julián a Antonio Pérez, de Pau Claris a Fernando VII, que en España han existido.











