J. Félix Machuca/ABC.- José Enrique Rosendo en un tipo desconcertante. O John Le Carre lo sacó de uno de sus libros para hacerlo agente doble en el juego real de la política y las tramas opacas de subvenciones públicas de la Junta de Andalucía. O, por el contrario, es un personaje chusco salido de la factoría de Santiago Segura para hacer más tremendista el elenco de Torrente. No tiene término medio. Los que lo conocen aseguran que este ex concejal socialista de El Pedroso, socio con otro ex concejal socialista del mismo pueblo, José María Sayago, en empresas tangentes que recibieron ocho millones de euros del llamado «fondo de reptiles», nunca te deja de sorprender. Pese a ser hijo de alcalde socialista, vinculado al clan de la Sierra Norte de José Antonio Viera, Rosendo está casado o dice estar casado con una sobrina-nieta de Francisco Franco Bahamonde. Aunque el amor todo lo puede, en su caso, ha podido con casi todo, ideológicamente hablando.

En 2004 se presentó dos horas más tarde a una reunión en un restaurante sevillano con varios miembros de los círculos azules capitalinos. Llegó al restaurante pasado de peso, con tirantes a lo Fraga, con la bandera de España coloreándolos, y con dos escoltas. Aseguró que los llevaba por estar amenazado por ETA y por ciertas discrepancias graves con Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda y uno de los rostros más conocidos de la lucha jornalera. Luego resultó que todo fue una pose. Y que ni ETA lo tenía en sus listas ni había nada con Sánchez Gordillo. Los dos escoltas resultaron ser policías municipales del Pedroso que él mismo pagaba para adornar su aureola de político poderoso. La comida sirvió para que el hijo del alcalde socialista de El Pedroso expusiera su objetivo de ir con AES (Alternativa Española) a liderar un proyecto municipal para presentarse en Sevilla. Los fondos saldrían de los negocios gastronómicos y hosteleros que Rosendo comenzaba a dirigir.

Los que estuvieron en aquella reunión destacan del ex concejal de El Pedroso su «culo de fierro», la inagotable capacidad para hablar sobre los temas sin necesidad siquiera de interrumpir la conversación para ir al servicio. Persuasivo, convincente, malabarista con las ideas adelantó su amistad con el secretario general de la AES, López Dieguez, y con Blas Piñar. Igualmente hizo ostentación de que en su círculo de amistades se movía gente que asesoraba a personajes españoles de las altas finanzas. El dinero para el proyecto político parecía seguro. Menos seguro era para los comensales un personaje tan extravagante. La pregunta del millón era esa: ¿Qué hacia un socialista disfrazado de Fraga proponiendo a los círculos azules sevillanos la salida al mercado electoral con AES?

Algunos lo tomaron por loco. Otros recelaron de sus verdaderas intenciones y creyeron ver en Rosendo un submarino del PSOE para restarle votos al PP por la derecha. Otros simplemente no se creyeron nada y más sabiendo la íntima relación que mantenía Enrique Rosendo con hombres claves del PSOE sevillano: Pepe Caballos, Javier Guerrero o José Antonio Viera. Una hija de este, Sonia, llegó a trabajar en el bar Jamaica como relaciones públicas. Jamaica fue uno de los restaurantes que Rosendo adquirió de su fantasiosa apuesta de hacer una cadena de «Restaurantes Andaluces de Calidad». En alguna ocasión confesó que era miembro de los Legionarios de Cristo. Una combinación, como ven, altamente explosiva y que hace poco acaba de hacer crisis con la denuncia pública de que empresas de Enrique Rosendo y José María Sayago fueron subvencionadas con dinero público del «fondo de reptiles». Tampoco sabemos si Rosendo era un agente doble de Le Carre o un actor tremendista de la saga de Torrente.