Antonio Pulido
Fue el número 2 de Vox en la provincia de Málaga y es, sobre todo y por encima de todas las cosas, un leal amigo. Pese a mis numerosas críticas a los de Abascal, jamás observó hacia mí reprobación ni reserva alguna, lo que lo retrata como un hombre tolerante. Es de los que defienden el compromiso ético con la verdad que defiende cada uno, aunque esa verdad colisione con la suya. Les hablo de un malagueño entrañable, juicioso y cabal, de un hombre bueno en el sentido más machadiano de la palabra; les hablo de Antonio Pulido. Nuestro personaje descuella con mucho entre la colección de tibios que tienden a defender intereses particulares antes de nutrir a partidos como VOX de contenido ideológico del bueno. Por eso su autoridad política y moral emerge con relevancia entre los militantes críticos malagueños que han visto en él a su representante más valioso y genuino.
Ingeniero de profesión y malagueño vocacional, nada de lo que defiende este hombre choca con los intereses de este medio; antes al contrario, los vitaliza. ¿Y qué es lo que defiende Pulido? El amor a Dios y a España por encima de todas las cosas.
Considera que no puede haber regeneración de nuestra patria sin revolución espiritual. La salvación de España está en la voluntad de las almas que tienen fe.
Puedo asegurarles que he conocido muy pocos hombres equipados de la energía intelectual y moral de Antonio Pulido, una de esas personas que no concibe la política como un medio de vida y sí como un permanente acto de lealtad y de servicio. Es y será siempre un hombre de bien, cuya aparente serenidad encierra unos principios tan graníticos como innegociables. Facilita su ejemplar actitud la presencia a su lado de una dama de la que sería preciso hablar en términos superlativos.
La claridad de su pensamiento, la lealtad a su patria, su carácter generoso y su talante bondadoso son algunas de sus mejores credenciales. Por eso le quiero y por eso me honro con su amistad











