Juan Herrera

JV.- Todos los síntomas confirman nuestra tesis: Vox Málaga tiene un tonto, pero no tonto cualquiera; se trata de un tonto de baba, un tonto en grado superlativo, un tonto que une a su merma física un puñadito de neuronas para vivaquear de aquí para allá. El tonto se llama Juan Herrera y mal deben irle las cosas a Barbie para que se haya convertido en su principal propagandista. El pella quiso ser guardia civil y se quedó en melonero, pero eso forma parte de otra historia.

Vox Málaga asiste al crecimiento de un gañanismo que nadie refrena: porque la gestora se ha inhibido de la vida del partido en las funciones primordiales, y la diputada por Málaga, con tal de tener a un tonto como Juan Herrera dándole al “me gusta” a todas sus ocurrencias, lejos de repugnarle, la resulta sumamente simpático.

Cómo estarán las cosas en el partido que hasta Juan Herrera, fenotipo racial de la España de Puerto Hurraco y del “Lazarillo de Tormes”, estaba hasta hoy en las quinielas para ocupar algún carguillo: de coordinador o de palanganero, lo que sea.

A las limitaciones neuronales del susodicho se une un andar pausado y una cadencia repetitiva en el habla. Lara le habría dado ya una una patada en la entrepierna como respuesta a sus chismes, dimes y diretes. Pero esta gestora, no. A esta gestora, en el fondo, le pone este tipo de figuras tan grotescas, y así el germen destructor de Vox en Málaga crece a sus anchas. Y entre tanta excrecencia dando por saco, la excelencia que tiene Vox Málaga, los que tienen  mejores currículums, los que no viven del cuento, los que acreditan una ética, se les confina, se les discrimina, se les mantiene alejados de los órganos de dirección, mientras la incoherencia de Barbie sigue creciendo. Piense la gestora que si Vox en Málaga se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites, como la de convertir el juanherrerismo en tendencia filosofal entre los afiliados, a eso ya se le llama traición.